Viva el fútbol. Al menos cuando hay choques como el derbi madrileño en Arabia, un himno a este deporte. Todo lo que se le puede pedir a un partido se concitó en un Madrid-Atlético que mereció un brindis tras otro. El fútbol como motor de emociones, golazos sugestivos como el de Griezmann. O el inopinado de Mendy, que no marcaba desde mayo de 2022, contra el Levante, y esta vez estampó un gol con pies de Romario.
Glorias y pifias, la vida misma. La “cantinflada” del bueno de Kepa ante Morata, el cabezazo terminal de Hermoso arrestado por quien no da la talla como escolta (Rodrygo). O el retraso de Savic ante la marca del triunfal Rüdiger. Paradas insólitas, como la de Oblak al propio Rodrygo. Nada era predecible. ¡Cómo demonios prever que el mejor delantero blanco sería Carvajal! Rarezas de este misterioso Madrid.
El duelo no admitía gente de parranda, así que el personal se dejó el corazón en los huesos. Cada cual sudaba como una regadera, con oleajes constantes en cada área. Dos equipos trapecistas, tan cerca de la victoria como de la derrota. Un cambio de agujas constante, hasta que el Atlético, llegada la séptima prórroga de la era Simeone ante el Real, se refugió en las cuerdas.
Los colchoneros se griparon con los cambios. Al contrario, Ancelotti -que igualó a Zidane con 263 partidos en el banquillo merengue, solo superado ya por el insuperable Miguel Muñoz (605)- cantó bingo. Sus relevos dieron un segundo aire al Madrid. Aunque le piten los oídos, a Kroos también le cabe un campo árabe en las botas. Él puso en hora al Real. Al tiempo, Brahim hizo de sonajero y los titánicos Carvajal, Valverde y Bellingham -brillante por lo general, munificente siempre- llevaron a hombros al cuadro de Ancelotti.
Al Atlético se le hizo muy largo el encuentro. La contrarreforma de Simeone no es categórica. Ya saben, el famoso arrope de Tim, legendario técnico brasileño: el fútbol es una manta corta, si te tapas los pies te destapas la cabeza, y viceversa. Los rojiblancos atacan como nunca, pero han perdido colmillo. Ya no es aquel Atlético macizo que desprendía a los rivales un tufo de habitación cerrada. La última vez que encajó cinco goles fue en septiembre de 2011, cuatro meses antes de la llegada de Simeone. Hoy, tan corta es la manta que con tres dianas ante los dos mejores equipos españoles –Real y Girona– los del Metropolitano se quedaron a la intemperie. Con todo, este Atlético es más recreativo.
A la apoteosis de Riad se sumó el árbitro, que esta vez bien merece un reconocimiento. Javier Alberola Rojas dejó claro que no siempre es necesario un gatillo fácil. Si el juez se lo propone y los chicos actúan con camaradería, como fue el caso salvo por algún cablecillo pelado de Vinicius, los partidos fluyen de maravilla, sin parones y más parones, sin la necesidad del tarjetazo a tarjetazo, sin que todo sea faltita o faltilla…
Gracias Madrid, gracias Atlético y gracias Alberola.