Hay que empezar por algún sitio. Las obras del Nou Mestalla es cierto que tendrán que retomarse algún día y todo apunta a que no será tarde. Sin embargo, que las grúas vuelvan a la Avenidas de las Cortes con la concesión de las licencias urbanísticas no garantiza nada. Ni que el estadio se termine ni mucho menos que cumpla con los requisitos que exige y merecen tanto el Valencia CF en particular como la ciudad en general. Después de tantos años de toreo sistemático y a raíz de las últimas declaraciones de la alcaldesa, tampoco está de más recordar la necesidad de ir con mucho, con muchísimo, con extremo cuidado.

Lim es un incumplidor nato y la realidad es que no hay nada que haga pensar que por arte de magia vaya a dejar de serlo, especialmente con un asunto tan absolutamente clave de cara a su adiós como máximo accionista. Por eso es tan importante ir con pies de plomo y, como aseguró Catalá, tener «mano firme». Una postura inflexible que pase efectivamente por penalizaciones en caso de incumplimiento y avales tangibles, lo suficientemente cuantiosos para que Lim no se los tome a pitorreo. No hay mayor voluntad que los hechos y ahí está el ejemplo del Roig Arena, pero de momento lo único encima de la mesa con el Nou Mestalla siguen siendo las palabras de Layhoon en la Junta de accionistas. Esta vez el tiro tiene que ser definitivo, así que no hay posibilidad de fallo ni de cometer el error de apuntar a donde no toca.

El Mundial de fútbol es el complemento pero nunca puede ser el plato principal para desatascar un asunto realmente de estado en clave valenciana. Para la candidatura hay de tiempo hasta final de año, fecha en la que debería estar todo claro y en marcha. Incluso, si no es mucho pedir, con una Federación al frente que no fuese transitoria ni de chichinabo o con Rocha. Y si para entonces Lim fuese historia, miel sobre hojuelas, aunque paso a paso. Por ahora las cosas no van mal.