La sociedad evoluciona y, con ella, los mecanismos de control. Las nuevas tecnologías encuentran en las dinámicas de pareja una forma de dominio y preponderancia entre los adolescentes. Así lo ha reflejado un estudio transversal publicado en la Revista Española de Salud Pública, donde se analiza la percepción de la violencia en el noviazgo entre los adolescentes partiendo de la premisa del control.
Así, las conclusiones que refleja este trabajo evidencian que la percepción de la violencia dentro del noviazgo es mayor por parte de las mujeres, que alertan más sobre ciertos comportamientos más normalizados por parte de los hombres. Así, las mayores diferencias se encuentran en los ítems relacionados con el control y el dominio.
Una primera investigación llevada a cabo en centros educativos de Alicante y Terrasa (Barcelona) observó que el 22% de las menores encuestadas informaban haber sufrido control a través de las redes sociales. El porcentaje de los menores era más bajo, del 20%. Ese estudio estimaba que la explicación principal de estas acciones recaía principalmente en la romantización de las situaciones de control. En esta segunda muestra, abarcando a jóvenes de más edad, dentro del segmento poblacional adolescente, se ha concluido que únicamente el 27,9% de los adolescentes considera que no es nunca normal enviar varios mensajes a la pareja para controlar lo que está (o no) haciendo.
Para poder entender de forma efectiva los resultados que se derivan de este estudio, primero hay que especificar que la violencia dentro de la pareja puede generarse de diversas formas, desde el daño físico o el sexual hasta el psicológico. En este sentido, los últimos datos del Ministerio de Igualdad en relación con la prevalencia de la violencia física y/o sexual, referentes al año 2019, indicaban que constituía un 14,2%, presentándose entre los dieciséis y los veinticuatro años un mayor riesgo de sufrir cualquier tipo de violencia.
Entendiendo la importancia que tienen los adolescentes en estas cifras, y asumiendo que las nuevas tecnologías han modificado las dinámicas de pareja (pues constituyen las principales formas de comunicación y socialización), los expertos han investigado cómo puede afectar el uso del teléfono móvil y las redes sociales en el control dentro del noviazgo.
Así, si antes el control consistía en dominar la forma de vestir de la pareja o interceder en su grupo de amigos y en sus posibles relaciones sociales, la sociedad web ha incorporado nuevas formas de realizar esta violencia psicológica de control. Por ejemplo, vigilar a la pareja a través de las nuevas tecnologías sería, tal y como indica el trabajo, muy común en adolescentes de ambos sexos. En ese sentido, casi un 47% de los jóvenes encuestados conoce “algún caso que envía varios mensajes al día para conocer qué está haciendo la pareja” y casi un 34%, que controla su conexión en las redes sociales.
Respecto a cuestiones alejadas a las redes sociales, el 99% de las chicas considera que nunca es normal controlar la vestimenta de la pareja, mientras que en ellos el porcentaje baja al 88%, y algo similar ocurre con el control de amistades (87,6% frente a 73,1%). “La presencia de violencia en el noviazgo reconocida” por los sujetos encuestados “fue alta” en indicadores relacionados con el “control, violencia psicológica y violencia verbal” y mostraría una “menor aceptación de la violencia física”. Tras el análisis, que revela asimismo que un 21,7% de los encuestados refirió “conocer casos que sentían miedo de su pareja”, el artículo concluye que “la percepción de violencia en el noviazgo es mayor por parte del sexo femenino”.
Perspectiva de género
Los resultados tienden a reflejar una mayor normalización del control a la pareja por parte de los hombres. Montse Armero, psicóloga general sanitaria y autora del libro ‘Aprendiendo a vivir: Cómo ser un adolescente proactivo y feliz’ estima que estos resultados tienen que atenderse desde una clara perspectiva de género: «No podemos negar que ha habido un gran avance hacia la igualdad en este país en las últimas décadas, por supuesto, pero las desigualdades de género existen, por lo que es necesario abordar estas informaciones desde una perspectiva de género. A veces esas desigualdades son muy evidentes y otras, en cambio, son mucho más sutiles. De hecho, las tenemos tan arraigadas y normalizadas como sociedad que a menudo ni siquiera nos damos cuenta de ellas».
El estudio planteaba cuestiones relacionadas con el control vía mensajes para saber qué está haciendo la otra persona durante todo el día, el control sobre los amigos con los que queda o su forma de vestir o hacerse con su móvil sin permiso. También había otras preguntas sobre una violencia más explícita que planteaba si era normal gritar, pegar o empujar a la pareja. La última cuestión, además, era un resumen general de todo esto: «¿Es normal sentir miedo en una relación?«.
Las preguntas relacionadas con la normalización de la violencia física comúnmente conocida tenía un elevado porcentaje de desacuerdo. Sin embargo, eran las cuestiones relacionadas con la violencia psicológica las que generaban más disparidad, siempre con un porcentaje mayor de hombres normalizando dicho trato. «Según este estudio, los chicos normalizan más que las chicas la violencia psicológica, y aunque es importante ser cautos con estudios cuyas muestras son relativamente pequeñas, refleja algo que la mayoría hemos podido observar en algún momento: todavía existen desigualdades de género, aunque haya quien lo niegue», analiza Montse.
Aun así, la psicóloga entiende que el porcentaje de las mujeres que forman parte de la muestra de la investigación podría ser todavía más dispar al de los hombres, pero que hay una cuestión que genera arraigo a esta normalización: la idea del amor romántico. «Las mujeres seguimos muy vinculadas a la idea de amor romántico, solo hace falta observar la cantidad de películas comerciales que continúan mostrando ese modelo de relación a día de hoy. De entrada, podríamos pensar que algo así no es perjudicial, pero ese modelo hace que muchas veces idealicemos en exceso a nuestras parejas, nos mostremos más sumisas y justifiquemos conductas inadecuadas porque tenemos más tendencia a autoengañarnos, al menos así lo determinan diversos estudios», añade.
Generador de ansiedad
«La violencia en el noviazgo puede tener efectos muy significativos en la salud mental por diversas razones. Para empezar, el impacto emocional, que puede llegar a ser muy profundo y generar sentimientos de tristeza, desesperanza e impotencia, lo que podría llevar a un estado de ánimo muy bajo o incluso a una depresión». La psicóloga Montse Armero evalúa las cuestiones que pueden derivar de una relación de pareja violenta tanto en el entorno como en la propia persona.
«Las situaciones de violencia generan un entorno muy estresante porque la persona se siente amenazada. La constante preocupación, el miedo y la incertidumbre acerca de cuándo o cómo ocurrirá el próximo episodio violento pueden desencadenar respuestas de ansiedad», alega Montse. Además, tampoco pierde de vista la proliferación de cuestiones relativas «a la autoimagen y autoestima» de las víctimas: «Las personas que son víctimas de violencia pueden comenzar a culparse a sí mismas, creer que merecen el maltrato o sentir que no son dignas de amor y respeto».
Por ello es tan importante entender el contexto actual donde las nuevas tecnologías acentúan la posibilidad de desencadenar estos tipos de violencia psicológica: «En un contexto como el actual, las nuevas tecnologías hacen que todos seamos mucho más susceptibles a la intrusión interpersonal y al acoso. Esto es especialmente preocupante entre las personas más jóvenes, dado que las utilizan en su día a día con mayor frecuencia y, por tanto, están más expuestas«, comenta Montse.
«Entonces, si dentro de la pareja no hay unos límites claros, la tecnología puede facilitar el control de la otra persona de una manera muy poco sana. En este caso, lo importante es que la pareja se comunique de manera asertiva y que no dé nada por supuesto, porque lo que para uno puede parecer normal, para otro puede representar que la otra persona se está saltando sus límites personales», finaliza la psicóloga.