Al periodista y escritor argentino afincado en España Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) le va pensar a lo grande el mundo que le ha tocado vivir. Lo suyo no ha sido poner el foco solo en su pequeña parcelita o en su país sino hacer una reflexión globalizada de los males que nos atenazan como especie: el hambre, la desigualdad o la emergencia climática. Temas que, así lo aceptamos, suelen ser coto de anglosajones o alemanes, nunca de gente que utiliza la eñe. De aspecto fiero y pensamiento punzante, Caparrós se ha visto en los últimos tiempos postrado en una silla de ruedas, aunque lo de ‘postrado’ no sea nada adecuado para alguien de su energía. La enfermedad neurológica que hace que sus piernas no respondan al mandato de su mente no tiene nada que hacer con su enorme fuerza de voluntad que no le impide viajar y participar en foros, como siempre. Tampoco le impide escribir un libro como ‘El mundo entonces‘ (Random House), un raro ensayo en forma de imaginario manual de Historia escrito por una historiadora del siglo XXII que analiza nuestra actual organización social y económica y pone el foco en sus profundas grietas. De esto y del terremoto que ha supuesto Javier Milei para Argentina habla en esta entrevista.
¿Por qué irse tan lejos en el tiempo para pensar el presente?
Me pareció que era la forma más eficaz de dar dos pasos atrás y mirar de nuevo aquello que estamos demasiado acostumbrados a ver.
¿Se diría que los árboles no nos dejan ver el bosque? ¿Un bosque al que tememos porque estamos muertos de miedo ante un futuro que somos incapaces de imaginar?
Ese es uno de los hechos principales de nuestra sociedad. Uno de esos momentos en los que la cultura es incapaz de imaginar un futuro que le interese, le satisfaga.
Nos va perfecto el lema punk: “No hay futuro”.
Pero no siempre fue así. De tanto en tanto, las sociedades piensan futuros que quieren construir. En el siglo XVIII fue la democracia. En el XIX y el XX, el socialismo. Cuando esos futuros se concretan o fracasan se tarda un tiempo en edificar o amalgamar otra forma de futuro por la que valga la pena trabajar y ahora estamos ahí. Porque cuando el futuro no es esperanza se convierte en amenaza. Ahí tenemos las amenazas ecológicas, demográficas, políticas o técnicas. Y en el caso de la técnica es hasta gracioso porque hasta hace un año parecía el lugar donde podíamos depositar ciertas esperanzas.
Pero ha venido la Inteligencia Artificial a derrumbarlas.
Eso es (ríe). Ahora la técnica se ha unido a nuestros miedos. En el libro cuento que a nosotros, los que vivimos en la parte más privilegiada y confortable del mundo, nos parece tan normal que al abrir un grifo salga agua y eso que una de cuatro personas en el mundo no tiene esa posibilidad. Nos parece normal que haya tanta gente que no come en un planeta que tiene la capacidad de producir comida para todos. Pero cosas que afectan a otros como la falta de infraestructuras, la falta de servicios médicos, la falta de educación, esas no nos dan mucho miedo.
Es curioso que el libro apunte a un cierto optimismo dadas esas condiciones. Imagina usted un siglo XXII en el que muchas de las lacras actuales estarán ya resueltas.
Soy optimista a medio plazo. En el corto, uno puede ver cosas horribles, pero si se ha estudiado bien la historia, se puede comprobar que las formas en las que vivimos han ido mejorando y no veo ninguna razón para que deje de ser así. Hace 200 años si le ordenabas a un esclavo que se tirara al río, él debía obedecer y hace 120 la idea de que la mujer votara era un disparate. Hoy la esperanza de vida ha aumentado muchísimo y no hay indicador más extremo que ese. Ahora la media de la gente vive 20 años más que en 1950.
«Muchas de nuestras formas de vida se basan en la condición excluyente de que seamos pocos para practicarlas»
Pero esa esperanza de vida dispara otro miedo: vamos a saturar el planeta.
Pero eso es una falacia. Solo unos 2.000, o como mucho 3.000 millones de personas, se llevan la mayoría de los recursos del mundo. Que haya 500 millones de personas más en África no va a cambiar ese equilibrio. En Occidente vivimos de una manera cuya condición es que seamos pocos los que la ejerzamos. Así, esa minoría puede comer carne y pescado todos los días, cosa que no ha pasado nunca en la historia de la Humanidad. Si los otros 6.000 quisieran hacerlo también no cabrían en el mundo los cerdos, vacas y gallinas necesarios. En Estados Unidos tienen unos 800 coches por cada 1.000 personas, si aplicáramos eso al planeta habría alrededor de 7.500 millones de coches, y eso daría un mundo invivible. Muchas de nuestras formas de vida se basan en la condición excluyente de que seamos pocos para practicarlas. El problema en realidad no es el número de gente sino aquellos que se apropian de todos los recursos.
En el libro dice, a modo de ejemplo, que cada habitante de Texas envía 120 veces más CO2 al espacio que cada africano.
Eso es. El problema no es que haya más africanos, el problema es que los de Texas deberían moderarse.
«Me suelo reír de los apocalipsis. Todos tienen un común denominador y es que nunca se cumplen»
Antes hablábamos de Inteligencia Artificial. ¿Es algo que le dé miedo?
Me suelo reír de los apocalipsis. Todos tienen un común denominador y es que nunca se cumplen. Llevamos anunciándolos desde que tenemos capacidad de contar historias, pero resulta que ninguno funcionó. Creo que la Inteligencia Artificial es una herramienta que cambiará muchas cosas, como hace miles de años las cambió la rueda.
Pero puede servir para reemplazar trabajo humano.
Sí, lamentablemente cada vez va a pasar más y va a generar conflicto social y político en las próximas décadas. La pregunta es ¿quién se va a quedar el excedente de la tecnificación del trabajo? Por ahora aceptamos que son los patrones los que lo hacen, porque cuando Telefónica deja de pagar 4.500 salarios gracias a su ERE los que se quedan con ese dinero son los accionistas, pero poco a poco y a medida que esto crezca va a haber una pelea social muy fuerte para ver quién se queda con esos excedentes, como la hubo en la revolución industrial.
«Con todas sus historias de perros muertos y visiones divinas, Milei es un hombre desquiciado, lo mires por donde lo mires y, además, un ignorante»
En su libro no aparece la victoria de Javier Milei. ¿Tan difícil de imaginar era?
Milei es horrible e imprevisible, per se. Hay mucho que decir sobre él pero lo que más me impresiona es cómo se ha canalizado el cabreo de los argentinos frente a 40 años de degradación sistemática de sus condiciones de vida. Está claro que tenían que buscar a alguien de fuera del sistema. La lástima es que haya sido este hombre tan poco creíble y fanático. Es una elección insostenible. Con todas sus historias de perros muertos y visiones divinas, es un hombre desquiciado, lo mires por donde lo mires y, además, un ignorante que no consigue hilar dos frases como corresponde.
Es un fundamentalista del individualismo.
Considera que lo que tienen que regir todas las relaciones sobre los hombres es un mercado opuesto a toda idea de solidaridad. Yo te tengo que joder porque tengo que comprar más barato y vender más caro, ese es su mercado hiperindividualista.
¿Diría que a pocos días de haberse formado el nuevo gobierno los argentinos andan arrepentidos de su voto?
No lo sé. Yo vivo en Madrid y en general la gente con la que hablo no lo votó. Muchos están decepcionados porque hasta el momento muchas de las medidas que quiere llevar a cabo están en contra de lo que decía en campaña. Después de decir que los impuestos eran un robo a mano armada, los ha subido en muchos sectores. Lo votó mucha gente de clase baja o media baja y hasta ahora todas las medidas que ha tomado son en beneficio de los más ricos.
Era crítico con la casta, pero de momento se muestra como pura casta.
Su gobierno es extraordinariamente ‘castoso’ . Cuatro de sus nueve ministros fueron funcionarios de Menem y los cinco restantes lo fueron de Macri. Empiezan a aparecer rumores de que su radicalismo era impostado. Que si se hubiera mostrado como alguien normal no lo votaba nadie. Si es así es un histrión extraordinario.
«Yo querría que pasara en la Argentina lo mismo que en todos lados: poder construir una forma moral de la economía en la que todos tuvieran lo que necesitan»
¿Que un loco les haya parecido la mejor opción, está diciendo algo de Argentina?
La elección de Milei me devolvió un país que creía conocer muy bien y ya no conozco.
¿Se atreve a imaginar el futuro? ¿Qué querría que pasara?
Yo querría que pasara en la Argentina lo mismo que en todos lados: poder construir una forma moral de la economía en la que todos tuvieran lo que necesitan. Es casi una perogrullada, pero nunca hemos encontrado la forma política para que eso suceda en mi país. Se intentó varias veces, todas fracasaron y culminaron en totalitarismos que nadie quiere tener.