Sonríe el padre y sonríe el hijo. Se abrazan. No habrá más despedidas. Adam ha regresado a casa y ya duerme en su habitación cada noche desde que la resolución de una jueza de Torrent les devolviera el orden y la felicidad a sus vidas. En los últimos dos años han sufrido mucho. El padre y el hijo. Porque aunque el padre es «de acogida» nada tiene que decir la biología de la unión de estas dos personas que viven y conviven desde que Adam tenía 3 años y llegó a la vida de Santiago Almenar para crecer en un hogar. En el caso de Adam, un joven con discapacidad intelectual y problemas de salud mental, esto son palabras mayores. Y es que las familias de acogida para menores con discapacidad son una excepción. «Se fue con 15 años, siendo un niño y ha vuelto con 18, siendo un hombre», explica su padre con ternura.
La pandemia supuso un antes y un después para muchos tras evidenciar la ausencia de red pública para personas con problemas de salud mental. Ni hay red en Sanidad ni hay red en Servicios Sociales. En el caso de esta familia, la pandemia supuso un punto y aparte. La Conselleria de Igualdad decide ingresar a Adam en un centro y apartarlo de su familia tras más de 50 días ingresado en la unidad de psiquiatría infanto-juvenil del Hospital La Fe, tras una fuerte crisis del joven que precisó de un ajuste de medicación. Ante la falta de residencias de larga duración para pacientes con problemas de salud mental, el hospital prescribe el ingreso del joven en una residencia de la Conselleria de Igualdad para menores con problemas de salud mental. Y llega el limbo para Adam ya que solo existe un centro de estas características lo que supone 12 plazas para toda la Comunitat Valenciana. Adam, pues, no tenía plaza en este centro, que se denomina Torrent II. Y empieza el vía crucis. Y es que ante la ausencia de centros adecuados para menores con discapacidad intelectual sólo queda disponible la red prevista para la infancia con problemas graves de conducta.
«El tiempo que Adam estuvo ingresado en el hospital yo estuve con él. Dejé mi trabajo de profesor porque no quería que estuviera solo allí. Tenía 15 años. Los fines de semana nos íbamos a casa. Pero unos días antes de darle el alta me comunican que ya no volverá conmigo a casa. Que lo mandan a una residencia, y encima, como no había plaza en el único centro previsto para chavales como Adam pues lo mandaron a un centro de menores con problemas garves de conducta, en Llosa de Ranes, a 70 kilómetros de casa. Nadie contó conmigo, ni me explicó nada. Tampoco nadie vino a explicarle nada a Adam, por cierto. De hecho, para poder ingresarlo hicieron una resolución donde declaraban a Adam un menor en situación de desamparo. Eso sí, me dijeron que tenía que llevarlo directamente del hospital al centro de menores. Fui todo el viaje llorando. Lo dejé allí lorando y la conselleria solo contacto conmigo para cerciorarse de que lo estaba llevando a la residencia. Ahí fue cuando me di cuenta que había pasado de ser un recurso para Adam (familia de acogida) a ser un problema para la conselleria. Porque no iba a pasar de mi hijo, ni a olvidarme de él», explica Santiago Almenar.
«Pasé de ser un recurso para Adam (familia de acogida) a ser un problema para la conselleria», explica Almenar
En este centro de Llosa de Ranes, Adam pasa dos meses. Ahí cumple los 16 años. «Este centro tenía 20 plazas, pero había 8 chavales con discapacidad intelectual y en el centro habían desarrollado determinadas herramientas a pesar de no estar especializados ni formados. Eso es de agradecer porque en este centro Adam estuvo bien, algo que no ocurrió después», explica el padre, que no dejó de repetir en conselleria que «Adam tenía familia».
A finales de agosto la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas decide trasladar a Adam a otro centro. Se denomina Torrent III y también es un centro para menores con problemas graves de conducta pero, a diferencia del de Llosa de Ranes, solo contaba con dos menores con discapacidad intelectual, frente a 17 adolescentes. «A mí no me avisa nadie de que están trasladando a Adam a Torrent III, así que cuando me entero llamo para ir a verle y me dicen que vaya al día siguiente, para no interferir en el proceso de instalación. Pero luego me llamaron para decirme que no fuera, porque Adam acababa de volver del hospital porque tenía el brazo derecho roto. Me dijeron que el húmero de había partido en una maniobra de inmobilización del guarda de seguridad, por esa versión duró pocas horas. Luego hubo dos versiones más donde Adam se había roto el brazo, pero él solo, tras una caída», explica el padre de acogida. Y ahí arranca el proceso judicial para conseguir el regreso de Adam a casa. Era finales de 2021. Adam estuvo un año y medio ingresado en este centro. Hubo más de una denuncia ante la guardia civil. «Hemos sufrido mucho. Ha sido un proceso largo en el que constantemente me han recalcado que yo no era el padre de Adam. Pues miren, sí lo soy», recalca Santiago Almenar. Y los dos celebran que por fin están juntos en casa.
Una lucha contra el sistema y el estigma
La abogada de la familia, Sandra Casas (de Acción para la Justicia Social) explica que a Santiago Almenar «le tocó pleitear para que su hijo estuviera en el centro que le correspondía hasta que pudiera regresar a su casa. No fue fácil pero conseguimos que le trasladaran a Torrent II, que es el único centro especializado en menores con problemas de salud mental. Ese es el verdadero drama. No hay red pública en Sanidad para menores con discapacidad intelectual y/o problemas de salud mental. Tampoco hay red en Servicios Sociales. Lo que sí hay es una red pública de infancia, pero para una infancia que nada tiene que ver con Adam ni con niños o jóvenes como él. Quienes trabajan en Infancia no están formados en discapacidad intelectual o problemas de salud mental y tampoco tienen recursos. Y a estos niños y niñas les persigue el estigma de la peligrosidad y de que por eso deben estar institucionalizados. Luchar contra este estigma es clave y este caso es claro ejemplo de cómo pesa y está impuesta esta idea en la sociedad y en todo el sistema».
El periplo judicial ya ha llegado a su fase final. El pasado mes de octubre se celebró un juicio donde se decretó «curador» provisional de Adam a su padre, Santiago Almenar, y ordenó el fin del internamiento de Adam en la residencia y su vuelta a casa. Santiago Almenar será declarado «curador» definitivo de Adam cuando la Audiencia provincial resuelva el recurso de apelación que está pendiente pero que «se resolverá de forma favorable porque ya cuenta con el visto bueno de la Fiscalía», asegura Casas. Y es que la abogada tuvo que presentar recuros de apelación cuando «Adam cumplió los 18 años el pasado verano. Entonces, la conselleria le comunica al juez que Adam ya no puede estar en Torrent II y que debe estar bajo el paraguas del Ivass. Y sin celebrar juicio, demostrando de nuevo que el sistema falla, se le da la curatela de Adam al Ivass y nosotros presentamos recurso de apelación, por supuesto. Como Adam debía cambiar de centro se celebra, por fin, el juicio donde se determina que regrese a casa. Ha sido un proceso largo y duro, pero lo hemos conseguido», explica Casas.