El 27 de diciembre se ha cumplido el centenario de la muerte de Gustave Eiffel, el constructor de la celebérrima Torre Eiffel, símbolo supremo de París y ejemplo fundamental de lo que fue en la capital francesa la Exposición Universal de 1889. Aunque la torre de 300 metros, como se denominó inicialmente, suscitó en principio las adversas críticas de importantes personajes: desde el compositor Charles Gounod hasta los escritores Guy de Maupassant y Alejandro Dumas hijo, los poetas François Coppé, Leconte de Lisle y Sully Prudhomme o los pintores William Bouguereau y Ernest Meissonier, que firmaron un manifiesto declarándose defensores de «la hasta ahora intacta belleza de París» y en el que protestaban airadamente contra la construcción en pleno corazón de la capital de «la inútil y monstruosa Torre Eiffel».
Porque su diseño significó un novedoso concepto de edificio, que rompía radicalmente con lo que hasta entonces se entendía como un edificio singular, al ignorar la tradición de sólidas construcciones de piedra o ladrillo heredadas desde la Roma imperial a través de la Edad Media y el Renacimiento, ya que Eiffel y sus colaboradores tuvieron el atrevimiento de convertir la estructura del edificio, un elemento imprescindible pero incómodo, que hasta entonces siempre se escondida entre los muros y paramentos, en protagonista absoluta de la construcción, que supo sacar partido de las propiedades del hierro pudelado, material precedente inmediato del acero, que a lo largo del siglo XIX había permitido acometer proezas impensables hasta entonces en la realización de puentes de grandes luces.
Y aunque cuando se construyó esta torre sus contemporáneos criticasen su aspecto «inacabado», absolutamente inconcebible para la mentalidad de la época, sus diseñadores tuvieron el acierto de proyectar, con la mínima ornamentación, una construcción tan funcional como equilibrada, que con el tiempo se convirtió en el principal aliado de este prodigio de la ingeniería levantado en solo dos años, tras superar a ingenieros de todo el mundo, así como las dificultades tanto técnicas como estéticas con las que se topó Gustave Eiffel para realizar esta obra, pues a finales del siglo XIX, construir en el corazón de París una torre de 300 metros de altura, la más alta del mundo en ese momento, fue un desafío increíble, algo que entraba en el ámbito de la ciencia ficción. Por eso ahora la Torre Eiffel es el monumento de pago más visitado del mundo, superando los siete millones de turistas cada año, y que alcanza los 330 metros de altura tras colocar la antena que la culmina.
Igualmente el ingeniero francés realizó más de 500 proyectos en 30 países, España incluida. Hay cientos de puentes con estructuras de metal, en particular puentes para trenes, que son obra suya, al igual que otras instalaciones industriales y edificios. La ingeniosa estructura interna de la Estatua de la Libertad, que da la bienvenida a quienes llegan por mar a Nueva York, también la construyó Eiffel, como si fuera el pilar de un puente, para que de ese modo pudiera resistir los embates del viento. Además es proyecto suyo el puente María Pía, en Oporto sobre el río Duero, así como la estación Pest de tren en Budapest. Hay puentes de Gustave Eiffel en China, en Vietnam, en Egipto o en Bolivia. Y en España el puente ferroviario de Girona, el de Cáceres y el del Hacho. También son de Eiffel edificios civiles y religiosos, como la llamada Casa del Cura, en la localidad murciana de Ulea, el Mercado del Puerto en las Palmas de Gran Canaria… Gustave Eiffel diseñó asimismo en París La Ruche, una estructura circular de tres pisos que parece una colmena, y es otro punto de referencia de la ciudad. De igual manera se le atribuye la edificación en Chile de la Aduana y la Catedral de San Marcos de Arica; la Terminal del Ferrocarril de la ciudad de La Paz, Bolivia, que actualmente es la terminal de autobuses de dicha ciudad; y el diseño de la catedral de Chiclayo, ubicada en el norte del Perú; lo mismo que las vigas del puente Balta en la ciudad de Lima; además los arcos del Palacio de la Exposición, actual Museo de Arte de Lima; la Casa de Fierro, situada en la Amazónica ciudad de Iquitos. También diseñó en 1907 el Mercado Central de la ciudad de Guayaquil, Ecuador, llamado actualmente el Palacio de Cristal. Más obras proyectadas por Eiffel son: el Puente del Arte o Puente de Fierro, que hoy es un museo en el municipio de Ecatepec, Estado de México y la Iglesia de Santa Rosalía, en Baja California Sur…
Myriam Larnaudie-Eiffel, tataranieta de Eiffel, ha manifestado que «Gustave Eiffel hace brillar la imagen de Francia en todo el mundo porque fue alguien que nunca dejó de innovar. Significando la Francia industrial y era una persona con ideas sociales avanzadas». Por ello, junto a los otros descendientes de Gustave Eiffel quieren aprovechar la efeméride de la muerte de su insigne antecesor para pedir que sus restos mortales sean trasladados al Panteón de París, el templo laico en el que reposan los cuerpos de los más ilustres representantes de la república francesa, desde Victor Hugo a Josephine Baker, pasando por Voltaire, Rousseau, Emile Zola, Marie Curie… Pero en el que los científicos están insuficientemente representados.
Los sucesores de Eiffel destacan que, además de un grandísimo ingeniero, su antecesor fue un osado hombre de negocios que siempre gozó del respeto y el cariño de sus trabajadores.