“Propósito del 2024: No olvidarme del ‘Me quiero’”. Es una frase que puede leerse en las redes sociales del escritor vigués Defreds y que resume a la perfección el pensamiento de muchas personas que, con el inicio del nuevo año, se plantean retos o metas para afrontar los meses venideros.

“Hacer ejercicio regularmente, comer más saludable, aprender algo nuevo, ahorrar dinero, viajar más, pasar tiempo de calidad con la familia y amigos, reducir el estrés… Cada 1 de enero nos ponemos propósitos y metas con la esperanza de cumplirlas en el año que estrenamos, como si pusiéramos el contador a cero o cerrásemos un capítulo, pero cada año muchos de esos propósitos se quedan en la nada o en el tintero”, indica la psicóloga Paula Rodríguez.

¿Qué nos lleva entonces a plantearnos dichos retos? “El principio del año coincide con el inicio de un nuevo ciclo temporal, lo que nos impulsa a reflexionar sobre nuestras metas y deseos para el futuro. Además, es un momento en el que muchas personas están dispuestas a hacer cambios y mejorar aspectos de sus vidas; existe una sensación de renovación y motivación para establecer nuevos objetivos y trabajar en ellos durante el año que comienza. También es una tradición cultural arraigada en muchas sociedades, donde se considera una oportunidad para hacer un balance y planificar cambios positivos en diferentes áreas, como la salud, las relaciones, la carrera profesional o el desarrollo personal”, prosigue la psicóloga.

“El año nuevo, así como el año académico (septiembre) son un momento muy simbólico que nos facilita la toma de decisiones. Al ser humano le fascina procrastinar (dejar para después), pero también tiene sus luchas internas respecto a objetivos, por lo que el nuevo año se presenta como un gran momento para intentar cambiar eso que sabemos que nos beneficia a largo plazo pero que, por satisfacciones cortoplacistas, no lo conseguimos”, apunta el psicólogo Daniel Novoa.

Es fundamental reconocer que el valor personal va más allá de los éxitos o fracasos en el cumplimiento de metas

Paula Rodríguez – Psicóloga




Y aunque cumplir metas puede tener un impacto significativo en la autoestima de una persona, no alcanzarlas puede llegar a ser un problema. “Tiene un impacto, pero los mecanismos de autoprotección pueden compensarlo: puedes echarle la culpa a tu falta de voluntad y, por tanto, a tu esencia, o a algún factor externo que no puedes controlar”, añade Novoa. “Por desgracia para ellos, hay personas que nunca tienen la culpa de nada, lo cual puede inicialmente salvar su autoestima, pero se pierden la oportunidad de que esa culpa les obligue a cambiar”, dice el psicólogo, que aclara que “el otro extremo (todo es culpa mía, y sobre todo lo malo) es igual de peligroso”.

“Cuando una persona no logra cumplir sus metas, puede sentirse decepcionada consigo misma, dudar de sus habilidades y cuestionar su valía. Esto puede generar sentimientos de frustración, tristeza o incluso de baja autoestima”, advierte Paula Rodríguez: “Es fundamental reconocer que el valor personal va más allá de los éxitos o fracasos en el cumplimiento de metas y enfocarse en el crecimiento personal, el esfuerzo y la perseverancia”.

Paula Rodríguez sostiene también que “el problema de los propósitos radica en que muchas veces los marcamos en base en expectativas externas o influencia social, en lugar de enfocarlos en nuestros deseos y necesidades personales”. Y añade que “no solemos saber establecer metas”: “Tendemos a marcarnos objetivos poco realistas o demasiado ambiciosos, sin tener en cuenta ni el nivel de dificultad de su consecución ni las barreras para lograrlos, lo que aumenta las probabilidades de no cumplir nuestros propósitos y que acabemos experimentando sentimientos de frustración, culpa o baja autoestima”.

“De los fracasos hay que aprender y quedarse con información, pero cuidado con regocijarse más de lo estrictamente necesario”, advierte Daniel Novoa: “Centrarse en siguientes retos con matices de intentos anteriores me parece lo más constructivo e inteligente. Un estado emocional de ilusión y realismo sería lo ideal, no de desánimo”.

¿Cómo plantearse entonces los retos de este 2024 que arranca? “De manera realista y con toda la ayuda que sea necesaria”, apunta Novoa. “Hacer un análisis realista de los retos que nos vamos a encontrar en el camino y tener herramientas para cada uno de ellos aumenta las probabilidades. Siempre habrá quien se haya propuesto de forma espontánea un gran cambio y lo haya conseguido, pero es algo muy poco común y más anecdótico que realista”, subraya.

De los fracasos hay que aprender y quedarse con información, pero cuidado con regocijarse más de lo estrictamente necesario

Daniel Novoa – Psicólogo


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“El número de objetivos debe estar entre 3 y 6 (3 si somos nuevos en esto)”, dice Paula Rodríguez. “Así, podemos tener un equilibrio entre la ambición y la viabilidad. En el caso de que escojamos 6 objetivos para este año, debemos tener en cuenta la dificultad. Lo mejor es que escojamos en primer lugar dos metas que estén garantizadas para lograr el éxito. A continuación, dos con una dificultad moderada, que nos desafiarán lo suficiente como para mantenernos comprometidos y motivados, pero alcanzables con un esfuerzo razonable. Por último, es importante incluir dos metas que sean difíciles de cumplir, que puedan representar desafíos significativos, pero no imposibles. Aunque su probabilidad de cumplimiento sea baja, perseguirlas nos brinda la oportunidad de superarnos a nosotros mismos y descubrir nuevas capacidades y fortalezas”. Al establecer este tipo de objetivos variados, “aumentamos nuestra motivación y nuestro sentido de autoeficacia”, destaca la psicóloga.

No debemos exigirnos demasiado ni abandonarnos por completo. Establecer metas realistas y alcanzables nos permite mantener un equilibrio saludable entre el crecimiento personal y el cuidado de nosotros mismos. No hay problema en querer cambiar de rumbo o explorar diferentes caminos a medida que avanzamos en nuestra trayectoria. La evolución es parte natural del proceso y nos permite descubrir nuevos sueños y metas que nos mantienen vivos y en constante crecimiento”, reflexiona. Un aspecto en el que Daniel Novoa coincide: “Un sano equilibrio entre fluir la mayor parte del tiempo, pero marcar objetivos de bienestar como el crecimiento a nivel de conocimiento, aprendizaje, experiencias, hábitos saludables…, son un complemento necesario. En el equilibrio está la virtud”.