Si tengo que elegir el mejor ‘desnudo’ de Nochevieja, elijo los ojos tristes y húmedos de Lola Herrera mirando en TVE lo que ha sido el 2023. No le hizo falta desnudar el cuerpo: con la desnudez de su mirada tuvo suficiente.
Ya sé que la excitación la sigue concitando Cristina Pedroche en Antena 3, este año en postura de acuática transparencia. Ya lo decía Bruce Lee: «Be water, my friend». La Pedroche ha sido la más vista, sí, pero advierten las centrales de mediciones y audiencias Barlovento y Kantar Media que estas Campanadas, las de todas las cadenas, han sido abandonadas por casi un millón de espectadores respecto del año anterior. O sea, que el interés por la tele sigue bajando, y a lo mejor dentro de poco solo miraremos el televisor los mayores de 65, que según el Instituto Nacional de Estadística ya somos cerca de 10 millones.
Estas ‘performances’ indumentarias de las Campanadas se están quedando antiguas, francamente. La capa de Ramón García en TVE, la pajarita de pingüino de Jesús Calleja en Telecinco, incluso el pretendido desenfado de Cristina Pardo y Dani Mateo en La Sexta son las brasas de una hoguera que lleva tiempo consumiéndose. Soplan las cadenas, todos los años, con desesperada afición, para reavivar el rescoldo, pero la leña ya es solo una brasa que va languideciendo. Por eso en TV3, en un afán por pescar en el río revuelto de la niñez ‘posmilénica, pusieron a cantar las Campanadas a Laura Escanes y Miki Núñez, dos juncos todavía muy verdes. Han gustado mucho a los abuelos y ‘les tietes’.
La modernidad estaba en los 88 años de Lola Herrera. No dio las Campanadas. Cerró el ‘Telediario’ previo. Pero fue la ‘campanada’ más intensa. Esa mirada desnuda de Lola, con el penetrante guion de Carlos Del Amor, miraba al 2023 y decía: «Un año que comenzó con una guerra que no ha terminado y termina con otra que acaba de empezar«. Y seguía diciendo: «¿Dónde están los niños que tuvieron que abandonar su país?». Y ¿dónde están enterrados los miles de niños que han asesinado en Ucrania, en Palestina, en Israel…?, podríamos añadir. ¿Y ese Atlántico, y Mediterráneo, con el fondo tapizado de cadáveres de los que ni su nombre conocemos? «El mundo será igualitario o no será. Y cuando lo sea, dejarán de matarnos», concluía Lola Herrera. Nos quiso dejar un rapto de esperanza. Quiero creerla y no puedo.