Como ya es tradición, diciembre ha acabado con las comparecencias ante los medios de comunicación del presidente del Gobierno y el líder de la oposición para analizar el año que termina. Pedro Sánchez se está comiendo el turrón en el Palacio de la Moncloa, algo que no podía imaginarse ningún socialista (excepto él, seguramente) a principios de mayo. Alberto Núñez Feijóo, por contra, sigue en su casa del centro de Madrid con sus planes políticos trastocados. Lo resumió este jueves en una frase llena de morriña: “Le debo a España el Gobierno que muchos esperaban en julio”.

El año 2023 acaba con Sánchez y Feijóo más cerca que nunca hasta ahora, pese a las pullas y los reproches continuos. El PSOE y el PP han negociado las presidencias y vicepresidencias de las comisiones del Congreso con mucha discreción (esto supone mucho dinero para los grupos parlamentarios), han activado la reforma del artículo 49 de la Constitución para retirar el término “disminuidos” y han aceptado sentarse a renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) con la Comisión Europea como árbitro. Al final no es tan difícil dialogar y acordar y, sobre todo, es el trabajo de los políticos, aunque tantas veces nos distraigan con falsas polémicas y busquen excusas para no hacerlo.

Propósitos para el líder del PSOE

Aprobar la ley de amnistía del ‘procés’ y ayudar a EH Bildu en la moción de censura de Pamplona son decisiones políticas arriesgadas que son muy difíciles de entender si se ha dicho justo lo contrario 24 horas antes. Hasta ahora a Sánchez le han ido saliendo bien estos cambios de opinión constantes, esta capacidad para hacer de la necesidad virtud, pero sería bueno que el líder del partido que gobierna tratara a los ciudadanos con mayor respeto. Algunos pueden entender que se les desprecia, otros que se les infantiliza, como cuando modificó la posición tradicional de España ante el Sáhara Occidental sin dar una explicación plausible de los motivos que le llevaron a hacerlo.

El jefe del Ejecutivo tiene que ser más transparente. No puede basar su currículum como presidente en la capacidad de los españoles de “olvidar” lo que ha hecho antes de ir a votar o del “miedo a la ultraderecha” de Vox. Así se expresaba un asesor hace unos días, que remataba con una frase que resume esa filosofía: “Después de Navidad ya nadie se acordará de la moción de censura de Pamplona”. 

Propósitos para el líder del PP

A Feijóo las negociaciones del PSOE para pactar la ley de amnistía, las reuniones en Suiza con Carles Puigdemont y el apoyo a EH Bildu en Pamplona le han servido para alzar la voz en sus críticas, pero sobre todo para distraer el foco de su principal problema: el fracaso electoral de julio y de las negociaciones infructuosas de agosto (con el PNV y con Junts) para convertirse en presidente del Gobierno.

En el PP ya se ha asumido que el principal error fue pactar con Vox los gobiernos autonómicos en las seis semanas que discurrieron entre la victoria contundente de los conservadores el 28 de mayo, en las elecciones para los ayuntamientos y comunidades, y el 23 de julio, en las generales. 

Feijóo necesita volver a recuperar el fondo y la forma que tenía en los últimos años como presidente en Galicia, para volver a convencer al votante de centro que perdió a consecuencia de los acuerdos con la ultraderecha. Tiene que ser valiente y encajar los ataques de Santiago Abascal y también las dudas de algunos de sus barones más conservadores. La decisión de sentarse para renovar el CGPJ por fin (el PP lleva cinco años bloqueándolo) y la reforma de la Constitución son dos pasos en esa dirección. 

Los trances que les esperan en 2024

El año que empieza no da tregua a los partidos políticos. Siguen las elecciones: gallegas (18 de febrero), vascas (sin fecha) y europeas (9 de junio). Feijóo tiene que conseguir retener la Xunta, porque no puede permitirse perder dos de dos: la Moncloa y Galicia. Si España se rompe y Sánchez está atentando contra el Estado de Derecho, según el líder del PP, y eso no queda reflejado en las elecciones de este año, Feijóo tendrá un grave problema.

Sánchez, por su parte, tiene en su agenda la aplicación de la ley de la amnistía, a partir de abril. Él cree que será un bálsamo para Cataluña y quitará al independentismo el arma del victimismo que tan bien ha usado Puigdemont estos años. La vuelta del ‘expresident’, los planes políticos que tenga y la respuesta de la calle serán determinantes para comprobar si la operación le ha salido bien o no al arrojado Sánchez. Las elecciones a la Generalitat de Catalunya, que se celebrarán como tarde en febrero de 2025, serán su último comodín para demostrarlo.