La Dirección General de Tráfico (DGT) ha endurecido a lo largo de los últimos años las medidas para reducir la siniestralidad en las carreteras españoles: el exceso de velocidad es una de las principales causas de accidentes y de mortalidad en nuestro país, por eso se ha convertido en una de las principales piedras de toque de esta institución.
Además de los nuevos radares indetectables que ha instalado la DGT, también existen los radares móviles y los radares de tráfico que intentan averiguar por distintas vías qué pilotos están trasgrediendo las normas de seguridad vial.
Pero hecha la ley, hecha la trampa: la instalación de más radares tiene una contrapartida y es que muchos usuarios se sirven de aplicaciones o grupos de WhatsApp para detectar donde están y así evitar las sanciones por exceso de velocidad.
Conocer de antemano la presencia de un radar no es del todo negativo: en muchos casos, especialmente cuando se trata de tramos peligrosos, ayuda a que la mayoría de conductores reduzca la velocidad y así se disminuyan los accidentes en esa parte de la vía: al saber que existe un dispositivo para controlar la velocidad, los pilotos bajan los kilómetros a los que conducen y así se reduce también la siniestralidad.
En cualquier caso, hay un detalle en el que muy pocas personas se han fijado para saber si dentro de las cajas que protegen los radares fijos existe o no un aparato que después nos vaya a multar. El director de la DGT, Pere Navarro, ha admitido que en efecto un 33% de los ‘radares’ que vemos por la carretera están en realidad vacíos.
Pero, lejos de tener que aprendernos cuáles son exactamente los recipientes que están vacíos, lo más recomendable es mirar a través de las aberturas para detectar si dentro hay o no una de las lentes de los cinemómetros que registran las matrículas de los vehículos y la velocidad a la que circulan.