Siempre será recordada por su golpe de melena platino, el modo enérgico en el que movía su estilizado cuerpo, los pegadizos estribillos de sus pícaras canciones, los monos que se enfundaba como una segunda piel, la expresividad de sus ojos y su delicioso español con acento italiano. Pero tras Raffaella Carrà, La Carrà, tan carismática en su imagen pública como tenaz, exigente y controladora en el trabajo, se escondía Raffaella Pelloni, una mujer que nunca superó el abandono de su padre y que sacrificó la maternidad por no descuidar su carrera. Y todo esto es lo que cuenta sobre la artista, fallecida en 2021, la docuserie italiana ‘Raffaella’, que estrena Disney+ este miércoles, 27.

El documental se inicia con la historia de la niña que se crió bajo la mano firme de una madre que tuvo que hacer también de padre, de la que heredó su determinación para lograr lo que quería: ser una bailarina profesional, primero, aunque pronto supo que su físico no le acompañaba; desarrollar una carrera como actriz, después, aunque del sueño americano en el que la sumió Frank Sinatra despertó enseguida, volviendo de Hollywood porque no quería ser la novia del jefe, y acabar convirtiéndose en una estrella de la tele como hipnótica vedete; una cantante de éxito, lo que demostró ser tras el rompedor ‘Rumore’; un icono del colectivo LGTBI y la presentadora mejor pagada de Europa. 

En cada uno de los episodios del trabajo dirigido por Daniele Luchetti se relatan grandes momentos que marcaron su carrera. Como cuando revolucionó la RAI con sus bailes eléctricos y su ombligo y soliviantado al Vaticano con su descarada ‘Tuca tuca’, y su salto a España, país al que llegó en el tardofranquismo para llevar su carrera más allá de las fronteras en programas como ‘Señoras y señores’, en el que arrasón, y su ‘La hora de Raffaella’, que cambió la televisión española. Y donde demostró, una vez más, sus cualidades como bailarina en espectaculares coreografías en las que perdía dos kilos por sesión, cantante de temas tan celebrados y bailados como ‘En el amor todo es empezar’ y ‘Hay que venir al sur’, y simpática presentadora resuelta en un idioma ajeno.

Los momentos difíciles

Pero también se describen otros momentos difíciles que tuvo que afrontar, entre los que destacan la incomodidad que sintió por la emisión –que no pudo parar– de los programas, ya grabados, del extravagante y festivo programa ‘Ma che sera’ cuando Italia estaba sumida en un profundo dolor por el secuestro y asesinato de Aldo Moro. O cuando el fenómeno en que se llegó a convertir en su gira por Latinoamérica le hizo conocer el lado oscuro de la fama, ya que la histeria de sus fans le llegó a provocar miedo. O cuando no logró en su paso a Mediaset con ‘El casa con Raffaella’ el éxito esperado. Pero también cuando se dio cuenta de que el hijo postergado por las exigencias de su profesión no llegaría, ya que cuando lo fue a buscar ya era demasiado tarde.

De su vida privada, la poca que tenía, porque la sensual y desinhibida Raffaella Carrà nada tenía que ver con la tímida, tierna e inocente Raffaella Pelloni, que llevaba una vida casi monacal entregada a su carrera, se dan algunas pinceladas que evidencia ese hecho. Y es que las dos parejas sentimentales que tuvo, tras un primer noviazgo juvenil con un futbolista, fueron un productor de televisión italiano, con el que realizó grandes programas, y un bailarín de su cuerpo de baile, que la apoyó en su exigencia para llegar a la excelencia en su trabajo y la dirigió en proyectos con mano férrea. 

Programas míticos

Por ‘Raffaella’ desfilan, asimismo, programas en los que la artista, consciente de su entrada en la madurez, explota más su faceta como presentadora. De ellos son ejemplo el mítico ‘Pronto Raffaella’, espacio con el que a principios de los años 80 se convirtió en la confidente de Italia, pero que suponía tal implicación emocional que abandonó para convertirse en estrella internacional con ‘Buona sera Raffaella’; el ‘Hola Raffaella’ que se presentó en TVE en 1992, y el ‘Carràmba: che sorpresa’, de la RAI, en el que daba sorpresas y facilitaba encuentros familiares. Precisamente aquellos que –ironías de la vida– esa mujer que pudo ir logrando lo que se proponía a lo largo de su vida, nunca había podido protagonizar.