Es arzobispo de Santiago desde hace apenas seis meses, pero ya se perciben bastantes cambios, ¿qué concepto le inspira para avanzar en la hoja de ruta que ha trazado?
La Diócesis no es un proyecto personal, porque no hay más proyecto que el que nos encomienda la Iglesia: Id y anunciad. Ahora, ese proyecto tiene que tomar forma y rostro: el estilo, la manera. Entonces, por una parte: la comunión con el papa Francisco. Tenemos que procurar una Iglesia diocesana más participada y corresponsable, por parte de todos: sacerdotes, laicos, vida consagrada, donde todos aporten, donde todos se sientan verdaderamente parte. Y que no solamente se vea a la Iglesia como una cuestión del arzobispo y su equipo de gobierno, sino que todos se integren. Y después tenemos que conseguir que sea significativa en esta sociedad, ya no solo me refiero a nuestra Galicia, a nuestra tierra, a nuestras gentes, sino en la vida de nuestras parroquias, nuestras comunidades, en la vida cotidiana. Estamos ahora mismo en un proceso de repensar, y no solo sobre el papel sino con nuestros sacerdotes y laicos, la distribución parroquial y arciprestal. Creo que eso es fundamental.
“Tenemos que inventariar todos los bienes de la Diócesis para, primero, saber lo que tenemos; a continuación, valorarlo, apreciarlo, y después conservarlo y protegerlo”
La escasez de sacerdotes será uno de los principales factores a tener en cuenta, me imagino…
Esta es una Diócesis que en los años 70 conoció casi mil sacerdotes. Ahora mismo hay unos 500, pero de ese total en activo están 300. De éstos, unos 120 tienen más de 80 años. Es un reto importante. No quiere decir que el sacerdote lo sea todo o lo único en la vida de la Iglesia, pero tiene un papel central y fundamental. Estamos repensando todo lo que es la vida parroquial, donde se pueden constituir unidades pastorales u otros equipos. Entonces, claro, aquí viene un cambio. Ya no es el cura el protagonista de todo y el que después reparte tareas. El cura tiene un papel principal y moderador, pero hay que constituir equipos entre sacerdotes con los laicos, y ahí donde hubiera, también con los religiosos.
Adaptarse a los tiempos…
La Iglesia tiene que respirar con los tiempos, que no significa responder a las modas, sino respirar en la escucha al hombre y mujer de este tiempo, con sus retos y dificultades, que son muchas. En un mundo que está cambiando a una velocidad tremenda. Una velocidad que ya no solamente es física o material, sino que llega desde el punto de vista del mundo digital, de la inteligencia artificial, de la realidad que está viviendo una sociedad ahora mismo en un momento complejo y difícil. Lo estamos viendo y palpando día a día: tensiones, polarizaciones. Bueno, y ahora mismo, ¿qué tiene que ser la Iglesia? Protagonista, no; significativa. Y eso es lo que yo quiero.
“No podemos hablar a un hombre o a una mujer del primer tercio del siglo XXI con el mismo lenguaje que se utilizaba en el siglo XX”
Todo un reto, sin duda…
Lo que tenemos que evitar es dejarnos llevar: nada de inercias, nada de rutinas, porque lo que hacen es frenarnos y nos quedamos quietos. Mientras, la historia del mundo pasa delante de nuestros ojos. Y esos ojos acaban por mirar hacia la Iglesia como algo del pasado.
Las ideas son renovadoras, indudablemente, pero cuando va a las parroquias y las comparte con los sacerdotes, ¿qué respuesta recibe?
Es bueno que nos habituemos todos, tengamos la edad que tengamos, a escuchar el tiempo en el que vivimos. Es importante, porque los cambios son muy rápidos. No todo el mundo tiene el mismo ritmo, pero es cierto que sí hay una acogida, sobre todo cuando te acercas desde actitudes siempre permanentes y procuras cercanía, amabilidad, acogida, escucha… Eso funciona siempre porque facilita el encuentro. Desde ahí, con el ritmo de cada uno, es posible hacer cambios y establecer un horizonte hacia el que queremos llegar.
Entre sus primeros cambios está la renovación de la Curia, ¿qué criterios ha seguido a la hora de hacer estos nombramientos?
He buscado personas de un perfil fundamentalmente evangélico, eclesial. He buscado la diversidad porque enriquece. Siempre digo que en la vida de la Iglesia no debemos confundir unidad con uniformidad, unidad y diversidad, esa es la clave. Una unidad diversa es como una realidad sinfónica. Entonces, he buscado una opción sinfónica, distintas voces, y que todas puedan, diríamos, compartir una partitura, pero interpretada desde su particularidad. Eso enriquece a la Iglesia.
La Vicaría de Enseñanza la ha puesto por primera vez en manos de una mujer, una madre de familia. Los laicos cobran protagonismo en el gobierno de la Archidiócesis…
Los laicos van a tener un papel fundamental y central por un hecho no de necesidad, sino porque el laico tiene una vocación propia en la vida de la Iglesia. Esa vocación que tenemos todos por ser llamados a ser discípulos, bautizados. El laico está llamado a una mayor corresponsabilidad que se está expresando en compromisos de responsabilidad y en papeles decisorios en la vida de nuestra Iglesia diocesana. Un ejemplo es una tarea tan importante como la que afecta a todo lo que es el ámbito de la enseñanza, no solamente la enseñanza de la religión escolar, sino nuestros colegios y centros educativos. Yo busco personas con un perfil eclesial, evangélico, y con ganas de trabajar y de abrir nuevos caminos y de hacerlo en equipo. Son las ideas que les transmito. Después, confío plenamente en las personas a las que he nombrado para coordinar las distintas áreas diocesanas.
Reorganizar el territorio de una Diócesis tan grande, como plantea, me imagino que no será fácil…
Hemos realizado ya el principal cambio estructural, pero ahora tiene que llegar a la vida real de nuestras parroquias. La parroquia ya no se basta por sí misma para la vida pastoral y eclesial de nuestras gentes, pero tampoco está bastando para la vida social y civil. A nivel civil vemos cómo para ofrecer mejores servicios y más calidad a veces se centralizan, aunque es cierto que a veces se deslocaliza por la dificultad que tiene. Claro, es una tensión. La tensión que se vive civilmente en estas cuestiones ya la vivimos eclesialmente. Y la parroquia, con todo lo que significa y es, ya no se basta por sí misma. Para las celebraciones, para la catequesis, para la acción sociocaritativa.
¿Qué se pretende configurar?
Llamémosle como queramos: unidades pastorales, parroquiales… Pero deben permitir aglutinar esa realidad en la que se encuentran distintas parroquias sintiéndose parte de un proyecto compartido como unidad pastoral dentro de un arciprestazgo o de una archidiócesis. Habrá que racionalizar las celebraciones dominicales, etc. Claro, esto supone también un reeducarnos todos. Trabajar en una pedagogía en la cual dejemos eso de ‘siempre hemos hecho así’, ¡qué argumento tan endeble!
Una realidad que se vive en las parroquias es que las iglesias están cada vez más vacías.Más allá de lo teórico, ¿qué puede hacer un cura para recuperar a los fieles?
La acción pastoral, más allá de sus programaciones y proyectos, es una acción no de rutina sino cotidiana, que es distinto, del día a día. Y hay que potenciar sobre todo la escucha, la acogida, una pastoral de proximidad, de cercanía. Ya antes de la pandemia veníamos viviendo un momento progresivo, llamémosle de abandono, o más bien de indiferencia. Es verdad que lo religioso aún marca el ritmo de nuestra gente, pero esa dimensión creyente que enraíza tu vida es mirada de una manera curiosa y extraña. Entonces, tenemos que ser nosotros los que demos el paso. Primero, mostrando la verdad de lo que somos. Quizás a lo mejor nos falta, por un cierto pudor, dar a conocer la verdad de lo que es una vida parroquial, con su catequesis, su Cáritas, sus grupos de liturgia, de lectura de la palabra de Dios, la eucaristía dominical, que socializa… Hay que reconocer también que situaciones recientes, escandalosas y graves, en la vida de la Iglesia han provocado alejamiento. Y en este sentido hay que rehacer situaciones que han herido a tanta gente. El Evangelio es transmitido siempre por contagio, no por proselitismo, sino por el contagio del testimonio de vida.
¿Cree que es necesario un cambio en el lenguaje para conseguir que el mensaje llegue mejor?
Todo mensaje tiene una vocación fundamental, que es ser entendido, comprendido. Si yo ahora estoy diciendo algo y el que me escucha no entiende nada, el mensaje se pierde. Sin traicionar la sustancia del mensaje, Jesús habló con el lenguaje de su tiempo. La Iglesia de los siglos siguientes con el lenguaje de su tiempo; pero el anuncio sigue siendo el mismo y sigue siendo reconocible… Todo el mundo sabe lo que es una buena noticia, todo el mundo sabe lo que es una propuesta de un Dios que se acerca, que abraza la vida de los hombres; pero dilo de tal manera que te entiendan con ese lenguaje. Lógicamente, no puedes hablar a un hombre o a una mujer del primer tercio del sigloXXI como lo hacías en el siglo XX.
Cuando se lo dice a los sacerdotes de más edad, ¿no le responden que pide demasiado?
Sí, a veces lo dicen, pero también son muy comprensibles y han hecho un gran esfuerzo a lo largo de sus años. Son admirables nuestros sacerdotes mayores, que han conocido muchos cambios y han sabido responder a cada momento. Pero tenemos que ser capaces de generar una cierta empatía, una cierta proximidad. Y si no encontramos los términos adecuados, el lenguaje de un sincero apretón de manos, un abrazo sincero o una escucha atenta mirando al otro…, eso a cualquier edad se puede hacer. Ese es un lenguaje que permanece siempre.
Creo que también tiene entre sus planes la realización de una auditoría del patrimonio de la Archidiócesis, incluidos los cementerios…
Tengo una preocupación especial por cómo poner el patrimonio en valor para beneficio de la actividad pastoral de la Iglesia y para beneficio del bien común de la sociedad. La realidad de los cementerios en Galicia es muy sensible. La Diócesis tiene 1.070 parroquias, pero los cementerios llegan a 1.400. Vamos a hacer un censo de la realidad de cada uno y vamos a hacer también un censo y un inventario de los bienes inmuebles de la Diócesis.
Da la impresión de que no será una tarea sencilla…
Tenemos que inventariar toda esa realidad que tenemos de bienes para, primero, saber lo que tenemos y por tanto valorarlo, apreciarlo y después conservarlo y protegerlo. Pero al mismo tiempo que eso permita su uso dentro de la protección adecuada que requiere un patrimonio que tenemos obligación de conservar. Ahí están las casas rectorales, de muchas de ellas ya quedan piedras sobre piedras, otras están en un magnífico estado. Pero, ¿qué uso les podemos dar, qué convenios podemos alcanzar con distintas instituciones para que tengan un uso que siga por una parte beneficiando a la Iglesia diocesana pero que por otra parte repercuta también en el ámbito donde está presente esa casa? Es uno de los retos grandes y ahí está trabajando todo el equipo de Economía y Patrimonio, con el vicario general de la Diócesis coordinándoles.
El papa Francisco acaba de autorizar las bendiciones a las parejas homosexuales o en situación irregular, ¿qué opinión le merece al arzobispo de Santiago esta decisión?
Bendecir significa que Dios dice bien de nosotros. Y la bendición que se ha propuesto es una bendición de tipo pastoral. Debemos tener una actitud de acogida, de cercanía y ayudar a la gente a caminar siempre. Lo que no podemos es despreciar, orillar o mirar para otro lado. Con este gesto del papa lo que se está mostrando es que tenemos que tener y mostrar precisamente ese Dios que acoge a todos sus hijos e hijas.
La alcaldesa tampoco acudirá a la fiesta de la Traslación…
La puerta siempre estará abierta. Es la alcaldesa de todos los que vivimos en esta ciudad. Y digo vivimos, porque yo también soy vecino y, por tanto, ella también me representa a mí como alcaldesa de todos los ciudadanos que viven aquí, sean creyentes o no creyentes. La puerta sigue abierta y la invitación se seguirá formulando en cada ocasión.
“Cáritas tiene el reto de atender la nueva y la pobreza de siempre”
Veo que lleva en la solapa de la chaqueta el pin de Cáritas, ¿qué representa para usted?
Para mí Cáritas fue un descubrimiento. Yo conocía Cáritas, pero al llegar a Santiago me he sumergido en esa realidad y no dejo de admirar y de alentar lo que Cáritas es y hace cada día. Muchas veces con esa discreción con la que el trabajador y el voluntario de Cáritas avanza en los distintos proyectos o programas que se desarrollan. Pero, sobre todo, y lo más importante, no dejo de admirar el tesoro de Cáritas, las personas que son acogidas, escuchadas y acompañadas. Es impresionante. Ese tesoro humano y también herido. Por eso, para mí Cáritas está en el centro.
Ha puesto al frente de la entidad a una persona con una dilatada trayectoria en el ámbito del servicio público, en este caso en la política, la exconselleira Pilar Farjas…
Pilar es también una mujer de parroquia, de vida parroquial, con identidad cristiana profunda. Yo le he dicho: Pilar, con esa libertad que me gusta dar siempre a los colaboradores, proyectad, innovad, abrid nuevos caminos, responded a las nuevas pobrezas; haz equipo, equipo de trabajo con los voluntarios y trabajadores en Cáritas para seguir respondiendo a la pobreza, a la de siempre, que está ahí también, pero sobre todo a las nuevas pobrezas que están apareciendo.
Ella nos hablaba de la pobreza de la soledad, que cada vez llega más a los ancianos y a los niños…
Ahí tenemos una preocupación grande, sobre todo a la hora de ver cómo llegar a nuestros mayores para que no se sientan solos, buscar espacios de acogida, de encuentro diario, y llegar a nuestros adolescentes. Es una preocupación que también han compartido los responsables, directores y personal pedagógico, de los colegios concertados, que es con los que más contacto tengo. Te dicen que tienen una preocupación muy seria por estos jóvenes. Ahora nos vemos constantemente, lo pongo entrecomillado, enredados, o sea, en las redes sociales, pero ese enredar no toca lo que antes decía, el sacramento del encuentro.