Un total de 2.261 personas se encuentran en situación de exclusión residencial extrema en la isla de Tenerife, la mayor parte de las cuales se localizan en los municipios de Santa Cruz de Tenerife (un 39,14% del total), San Cristóbal de La Laguna (14,64%), Arona (13,31%), Adeje (6,50%) y Puerto de la Cruz, con un 5% del total de casos.

Así se desprende del III Informe sobre Exclusión Residencial Extrema en la Isla, que ha sido presentado hoy martes por Cáritas Diocesana. El acto estuvo presidido por la consejera de Acción Social del Cabildo, Águeda Fumero, quien estuvo acompañada por el secretario general de la institución católica, Ricardo Iglesias. El coordinador de dicho informe y del proyecto de Unidades Móviles de Atención en Calle para personas sin Hogar (UMAC), José Antonio Díez, fue el encargado de exponer los datos principales del mismo.

El estudio establece que casi cuatro de cada diez personas en exclusión residencial extrema llevan entre 13 y 36 meses en esta situación, y más de un 20% superan los diez años en situación de sinhogarismo. No en vano, el sinhogarismo es un fenómeno amplio que afecta desde distintos niveles, con múltiples problemáticas y sin una solución única. Desde la perspectiva global, existe un reconocimiento de una cuestión generalizada, vinculado a la dificultad de acceso a la vivienda, que dentro del marco europeo se está convirtiendo en un tema principal estructural, que afecta, cada vez con mayor prejuicio, a las distintas capas de la población en general, especialmente en los niveles de población en situación de exclusión.

Con respecto a Canarias, un 29,1% de la población se encuentra en situación de exclusión social. De este conjunto, un 14% corresponderían a situaciones de exclusión social severa, donde se puede asegurar que en un 88,8% de estos hogares la concurrencia de condiciones de vivienda insegura e inadecuada determina la situación de exclusión residencial severa.

En esta línea, desde Cáritas vienen denunciando que la cronificación de las personas sin hogar «representa un claro ejemplo de las carencias estructurales de nuestra sociedad y el sistema de protección social, reflejo de un incumplimiento constante y reiterado de los derechos fundamentales de estas personas, sin encontrar una solución permanente a sus necesidades básicas vinculadas al derecho de acceso a la vivienda».

Esta situación se agrava por una serie de factores complejos, como la falta de acceso a servicios de vivienda asequibles, la falta de empleo y apoyo social, así como los desafíos de salud mental y adicciones. A medida que estas personas enfrentan dificultades constantes para satisfacer sus necesidades básicas, se vuelven cada vez más vulnerables y experimentan una mayor exclusión social.