Portugal y España comparten unos significativos mimbres similares en relación a China. De una parte, una relación histórica que constituye un sólido pilar de la relación bilateral. Por otra, China es, en ambos casos, un socio económico destacado ya nos refiramos al intercambio comercial o a las inversiones, incluyendo los problemas estructurales de la relación. Asimismo, en lo político, la cercanía se mantiene en niveles aceptables a pesar de lo desfavorable de la coyuntura global reciente. Y, en general, subsiste una relación bastante tejida que se refleja en la persistencia de una asociación estratégica que asegura la fluidez del diálogo y de los intercambios a todos los niveles.

Hay matices también que aportan una singular relevancia. Portugal, por ejemplo, ha firmado el memorando de adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. España, no. Ambos, sin embargo, son miembros del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Por otra parte, en los dos universos geolingüísticos asociados a Portugal y España, China mantiene la pertinencia de Portugal en el Forum Macau mientras opta por una relación sin intermediación con los países latinoamericanos de habla española.

En la UE, Portugal y España se han caracterizado por apoyar una mayor autonomía estratégica al tiempo que postulan una posición constructiva en la relación con China

En la Unión Europa, Portugal y España se han caracterizado por apoyar la definición de una mayor autonomía estratégica, al tiempo que postulan una posición predominantemente constructiva en la caracterización de la relación con China. En el momento internacional actual, con la ponderación en curso de las tensiones entre EEUU y Occidente con el gigante asiático, tanto Madrid como Lisboa, sin desmarcarse de la tendencia general, han apostado también por la prudencia en la gestión de los matices en la relación con Pekín.

A su vez, China contempla a ambos países como un socio cooperativo de importancia. La relación se ha fortalecido con la crisis financiera y no se ha resentido ni con la pandemia de Covid-19 ni tampoco con la respuesta a la crisis provocada por la guerra de Ucrania.

Por otra parte, en paralelo, en los últimos años, un iberismo pragmático ha adquirido carta de naturaleza en la relación hispano-portuguesa. Así se desprende de la plasmación de opciones compartidas en el contexto de la UE ya nos refiramos a asuntos trascendentales como los fondos de recuperación pos-pandemia, la energía o el Midcat.

¿Pueden ser las sinergias en relación a China un asunto a explorar para optimizar la relación de cada parte con el gigante asiático e incluso hacer valer una posición propia en el ámbito comunitario?

En los últimos lustros, China ha crecido como objeto de estudio en nuestras respectivas academias y sociedades. Disponemos de una mayor oferta formativa y contamos con un elenco de especialistas que aportan una masa crítica capaz de proveer crédito a nuestros actores sociales e institucionales en su relación con China.

Consideramos, por tanto, que se dan las condiciones idóneas para hablar de «Chibérica». Con ello sugerimos un acercamiento bilateral que complemente la vinculación con otras trayectorias geoculturales de nuestro entorno en relación a China. Sugerimos la vertebración de un discurso propio que solo puede construirse a través de un mayor relacionamiento entre la sinología hispana y portuguesa a través de los mecanismos al uso.

China es hoy parte sustancial de la agenda política de ambos países. Esa vecindad tantas veces olvidada aconsejaría más diálogo bilateral para concretar una hoja de ruta que nos permita ganar peso específico en Europa en función de nuestros propios intereses. No se trata solo de adaptarnos a las nuevas tendencias, a menudo auspiciadas mayormente por terceros de más tonelaje político, sino de influir, tomar parte activa y compartida en su definición. Es el momento.


Jorge TavaresXulio Ríos son editores de Chibérica (Popular, Madrid, 2023).

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