El tradicional bizcocho es versátil en todos los sentidos. En primer lugar, puedes comerlo a cualquier hora: para desayunar, para merendar o como postre después de una comida o una cena. En segundo lugar, aunque siempre lleva unos ingredientes básicos, admite todo tipo de variaciones y acompañantes (chocolate, frutos secos, mermelada). Y por último, gusta a todas las edades sin aburrir nunca a nadie. Por si fuera poco, es una de las recetas más fáciles de elaborar y no requiere ingredientes muy sofisticados.