Un reciente e inédito temporal arrancó con sus ráfagas de más de 100 kilómetros unos 5000 árboles en Buenos Aires y su periferia. El viento de la inflación, que rondará el 30% en diciembre, sopló lo suficiente como para llevarse a su vez a los tradicionales árboles navideños. Los que quedaron en pie mostraron por lo general la imagen de la penuria. Según recientes estadísticas, un argentino promedio engordaba entre tres y cinco kilogramos entre Nochebuena y el 31 de enero. Esa tradición opípara queda en menos de la mitad de la población a partir de la suma explosiva de dos circunstancias: el desastre económico heredado por el Gobierno de ultraderecha y las medidas adoptadas por el presidente Javier Milei, entre ellas una devaluación de la moneda nacional de 118%, con su inmediato impacto en todos los precios.

Un informe de la consultora Focus Market consignó que la cena navideña para cuatro personas, con su plato principal, el postre, los dulces y la bebida, tuvo un aumento del 228% anual, por encima del costo de la vida, del 160%. De acuerdo con Natalia Ariño, economista de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), por los budines, turrones, la sidra y el champagne se debe pagar 25 veces más que en 2017. Seis años atrás, con 5000 pesos se adquirían 78 panes dulces. «Ahora solo alcanza para dos». Esa suma de dinero alcanzaba entonces para 52 paquetes de almendras chocolatadas. «Hoy se compran tres». Qué decir sobre el momento del brindis. Una botella de sidra costaba 53 pesos. Para llevarla a la mesa hay que pagar ahora, en el caso de las marcas más accesibles, 2200 pesos. El Instituto de Estudio de Consumo Masivo (Indecom) auguró, en una estimación generosa, una caída del consumo del 30%.

En su discurso inaugural, de espaldas al Congreso, con una dicción enrarecida, a veces cercana a la de un profeta, Milei dijo que no había otra alternativa que beber, una vez más, el «trago amargo» que, garantizó, permitirá ver una luz al final del túnel. Para resolver los problemas de la inflación se necesitan «supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios«. El excantante de rock que asegura comunicarse telepáticamente con Conan, su perro muerto, ofreció en la antesala navideña apenas lágrimas y mucho sudor. «Sabemos que a corto plazo la situación empeorará. Pero luego veremos los frutos de nuestro esfuerzo». Sus palabras precedieron los anuncios del ministro de Economía. Luis Caputo, conocido como el «Caputazo», una manera coloquial que oculta su naturaleza: la terapia de choque.

«Defendemos tus bolsillos».

De inmediato se liberaron los precios de la canasta básica. Todo saltó por los aires desafiando la ley de gravedad: esos valores nunca caen. Los grandes supermercados engalanaron sus puertas con los tradicionales árboles y sus guirnaldas. No faltan las imágenes de un Santa Claus sin muchas razones para sonreír. A la vez informan a sus clientes a través de lacónicos carteles en las estanterías que las empresas proveedoras les venden los productos con subidas superiores al 150% y por eso no los ofertan. «Defendemos tus bolsillos».

Las fiestas de fin de año sin el tradicional ritual de la carne asada a la parrilla tienen el condimento del sacrilegio. No es una súbita adopción de la cocina vegana o el vegetarianismo el que ha llevado a muchas familias a prescindir de ese momento culinario. Los argentinos consumen menos carne que hace un siglo porque no la pueden pagar. La devaluación ha vuelto casi prohibitiva esa masticación. El secretario de Agricultura, Fernando Vilella, confió no obstante que esa imposibilidad será temporal. «Me da la impresión que (la disminución de) el poder adquisitivo va a hacer que se deprima la demanda y eso afectará los precios».

Un punto diario

Milei reconoció que cada día que pasa sube un punto la inflación. El fantasma hiperinflacionario se pasea por el cielo de Buenos Aires en el carro de Santa Claus y trae a los memoriosos el recuerdo de circunstancias parecidas en 1989 y 1991. Algunos medios se sumaron a una campaña educativa del rigor. «Cualquiera de nosotros se recorta en distintas medidas», dijo el presentador del canal La Nación +, Eduardo Serenellini. «Uno recortará la plataforma para ver películas, otro recortará el auto, dirá ‘no lo uso más`, y otro, y ese es el que esta grave, dirá ‘no hay desayuno o no hay almuerzo`. O sea, en distintos niveles todos estamos recortando».

 A lo que su colega, Viviana Valle, asintió para luego sumarse al esfuerzo pedagógico, relatando lo que escuchó de una madre de clase media. «‘Hago una comida fuerte por día para todos, en general elijo la noche, para que los chicos vayan a la cama y descansen mejor`». Serenellini llamó a través de las pantallas a una resignación consciente. «Hay que aceptarlo, no nos tiene que dar vergüenza, decir ‘mira, me estoy ajustando en un montón de cosas` y se terminó, es así, es la realidad. A nadie le gusta decir: ‘che, la verdad, me empobrecí`. Todos nos empobrecimos en Argentina».