El diccionario de la RAE, como segunda acepción, define la palabra sostenible, especialmente en ecología y economía, como algo que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente. Es una palabra que está de moda, pero, a mi juicio, bastante manoseada.

Los Planes de Movilidad Urbana Sostenible son un conjunto de actuaciones que tienen como objetivo la implantación de formas de desplazamiento más sostenibles en el espacio urbano, con una reducción del consumo energético y las emisiones contaminantes. Estos planes tratan de fomentar un transporte que haga compatible el crecimiento económico con la cohesión social, la seguridad vial y la protección del medio ambiente, logrando al mismo tiempo garantizar la calidad de vida de los ciudadanos.

En el ámbito metropolitano confluyen las necesidades de movilidad derivadas del desplazamiento de los ciudadanos y del abastecimiento de bienes a la propia ciudad. En esto último consiste la distribución urbana de mercancías, que se encuentra en continuo crecimiento, enfrentándose a importantes retos y a los cambios que se están produciendo derivados de los nuevos hábitos de consumo.

La distribución urbana de mercancías, o de última milla, cubre el tramo entre el último lugar de almacenaje de un producto (centro de distribución) y el punto de entrega al consumidor final o al comercio minorista, y es uno de los elementos esenciales en la actividad socioeconómica de cualquier ciudad. Al mismo tiempo, ha de convivir y compartir el viario público con los vehículos destinados al transporte de viajeros y, dado su volumen, afecta de manera relevante al tráfico y a la circulación en la ciudad.

La distribución urbana de mercancías suele realizarse desde las plataformas logísticas o centros de transporte hasta los puntos de consumo final.

La principal demanda urbana de servicios de transporte de mercancías y logística proviene de los establecimientos comerciales (entre los cuales sobresale el sector de hostelería, que requiere aprovisionamiento diario), los establecimientos empresariales industriales y los domicilios particulares que está creciendo exponencialmente por el desarrollo del comercio electrónico.

Manuel Perezcarro, secretario general de Froet. L.O.


Un plan de movilidad urbana sostenible debe, necesariamente, tener en cuenta todos estos aspectos, lo que muchas veces no resulta sencillo, porque las medidas que se adopten con este objetivo deben tener en cuenta la tipología de la ciudad donde se pretenden implantar, realizar una planificación previa en la que deberán estar implicados todos los sectores afectados y anticipar las soluciones a los problemas que puedan presentarse con su implantación.

Hacerlo de esta forma puede llevar un tiempo, ya que, en muchos casos requerirá realizar determinadas infraestructuras para atender las necesidades de los vecinos y el abastecimiento de la ciudad; por ejemplo si se suprime un número importante de plazas de aparcamiento, deberá ofrecérsele una solución alternativa a los miles de ciudadanos que deben aparcar sus vehículos en la calle por carecer de aparcamiento en sus edificios, que es lo normal en cascos urbanos antiguos, y las de aquellos hogares donde se dispone de más de un vehículo, algo bastante habitual si trabajan varios miembros de la unidad familiar. En cuanto a la distribución urbana, en muchos casos deberán habilitarse pequeños ‘hubs’ logísticos que permitan concentrar las mercancías que tienen destino a un área concreta y poder realizar la distribución con vehículos eléctricos u otros medios.

Para las personas que viven fuera de la ciudad y precisan llegar a ella para trabajar, realizar compras o por cuestiones de ocio, se deben habilitar aparcamientos disuasorios conectados con la red de servicio de transporte público con paradas en el propio aparcamiento. Claro que esto solo funciona si existe un transporte público barato y de calidad.

Finalmente, habrá de diseñarse un plan de movilidad donde puedan convivir con seguridad, sin ser un obstáculo los unos para los otros, los peatones, la bicicleta, el automóvil privado, el autobús o el tranvía y, por supuesto, el transporte de mercancías, creando una ciudad amable, pero transitable y accesible para todos. Hay que crear ciudades sostenibles ecológicamente y también económicamente.

Lo que suele ser un fracaso es realizar planes de movilidad con el único objetivo de aprovechar determinadas ayudas de la Unión Europea sin haber tenido en cuenta estas premisas. Ya estamos viendo como determinados ayuntamientos de España, están revertiendo obras de los planes de movilidad, teniendo que devolver las ayudas concedidas.