Hubo una época en la que en España éramos ricos. El Estado contaba con una legión de empresas públicas que, más de veinte años después, siguen entre las compañías más importantes del país, algunas incluso en el Ibex-35. Endesa, Gas Natural, Red Eléctrica, Repsol, Iberia, Transmediterránea, Argentaria, Aceralia o Indra son algunos de los soldados del imperio económico que un día estuvieron en manos de la Administración pública.
Con la modernización de la economía española y la posterior entrada en la Unión Europea y el euro, José María Aznar comenzó las grandes desinversiones públicas y la liberalización de la economía nacional. A pesar de las numerosas ventas, el Estado mantuvo la propiedad de otras empresas que, bajo el paraguas de servicio público, han seguido en manos públicas: Correos, Renfe, Adif, Navantia o EFE. La mayoría de estas compañías acumulan pérdidas año tras año. Sin embargo, la Dirección General del Patrimonio del Estado mantiene la propiedad de la gallina de los huevos de oro, una sociedad que todo español conoce, pero de la que sus cuentas están a la altura o por encima de las 35 mayores empresas del país, Loterías y Apuestas del Estado.
La gallina de los huevos de oro
La Sociedad Estatal Loterías y Apuestas del Estado S.M.E. cerró el ejercicio fiscal de 2022 con unos ingresos de nada más y nada menos que 9.698 millones de euros, la mayor facturación de toda su historia. Su beneficio fue de 1.993 millones de euros, que pasan directos a las arcas públicas, después de dejar por segundo ejercicio consecutivo atrás la pandemia, según el registro de Insigh View.
Los números que maneja la sociedad mercantil estatal la colocan como una de las empresas más importantes del país. Sus cifras están a la altura de las principales multinacionales: logra un beneficio parecido al de Telefónica a nivel mundial y supera el de grandes empresas como El Corte Inglés o Mercadona.
Más allá del valor de los abultados resultados, Loterías y Apuestas del Estado forma parte del monopolio-oligopolio de los sorteos diarios. Se cuentan con los dedos de una mano el número de empresas que celebran de forma periódica sorteos de estas características: la Cruz Roja y el sorteo del Oro, la Once y sus boletos, y Loterías.
La ruleta o el bingo reparten más
En 2022, la Lotería de Navidad contaba con 180 millones de décimos que, a 20 euros la unidad, da una recaudación potencial de 3.600 millones de euros. Pero, ¿cuánto de ello aspiraba a repartir? Concretamente el 70%, 2.520 millones. Partiendo de la base de que ningún juego de apuestas en el que interviene un agente con fin de lucro reparte más dinero del que ingresa, el sorteo navideño es uno de los que menos lo hace de todas las modalidades.
En el caso de las apuestas, el margen de una de las mayores casas de apuestas en la final del Mundial femenino entre España e Inglaterra, en el que se impuso el combinado español, fue de alrededor del 3% -según cálculos de este periódico-, mientras el 22 de diciembre Loterías y Apuestas del Estado obtiene un 30%. También el bingo físico tiene una comisión menor, que puede ir desde el 10% hasta el 30%, según el especializado blog fr9.es. Tampoco las máquinas tragaperras son tan rentables como la rifa cantada por los niños de San Ildefonso, que cuenta con un margen entre el 2% y el 4%; ni las ruletas físicas, que reparten alrededor del 80% de sus ingresos, de acuerdo a lo que anuncian las propias máquinas.
Hacienda siempre gana
Si hay alguien al que cada año le toca un suculento premio en la Lotería de Navidad, ese es Hacienda. El ministro de economía del Partido Popular durante la primera legislatura de Mariano Rajoy, Cristóbal Montoro, en un contexto de grave crisis económica, introdujo el impuesto a los premios. A través de la Ley 16/2012, comenzó a gravar con un 20% a los agraciados con premios que superasen los 2.500 euros. Ahora esta norma ha sido modificada por encima de los 40.000.
Según un informe elaborado por el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda Gestha, el pasado 22 de diciembre de 2022 Hacienda recibió hasta 163,8 millones en retenciones. De cada ganador del primero premio, dotado con 400.000 euros al décimo, las arcas públicas recibieron 72.000. Del segundo captaron 17.000 euros y del tercero 2.000 euros.
La situación es paradójica: un ciudadano paga 20 euros a una empresa pública, la cual solo reparte 14 euros en premios de ello y, si resulta agraciado, paga un impuesto. Es un mecanismo casi perfecto en el que siempre gana la Administración Pública, Hacienda y Loterías y Apuestas del Estado.