Es importante la acogida a las personas, no juzgando su corazón, pero eindo firme en la corrección fraterna de sus errores. En este jueves de la III Semana de Adviento, recordamos a San Pedro Canisio, que vivó la fraternidad con todos llevando a cabo la obra de misericordia que lleva consigo “corregir al que yerra”. Nacido en Holanda en 1521, pronto pierde a su madre, aunque su madrina, le inculcó una educación cristiana.

Es Licenciado en Teología con tan sólo 19 años, de forma muy prematura. Dedicado a la abogacía, unos Ejercicios Espirituales con el Padre Fabro, le hacen entrar en la Compañía de Jesús. Brillante predicador desde los inicios del sacerdocio, reparte la cuantiosa herencia de su padre, cuando éste muere, entre los pobres y la propia Compañía para los gastos que se presentasen dentro de sus gastos para fines benéficos.

Ante la herejía luterana, fue caritativo con sus promotores, pero firme en la defensa de la Fe Católica, para condenar tales errores. Su gran capacidad de síntesis, resumiendo las enseñanzas de los grandes teólogos, hace que publique dos catecismos. Su fama corrió por todos los rincones, hasta el punto de que el Papa y San Ignacio de Loyola le encomienden diversas misiones, haciendo muchos viajes para recorrer pueblos y predicar la Buena Nueva.

Fundador de colegios y seminarios, también recomendaba libros de lectura espiritual capaces de transformar las conciencias y los corazones. Al llegar a la vejez, siguió escribiendo libros con la ayuda de su propio secretario. Así levantará varias editoriales católicas que estaban en peligro de desaparecer, para difundir siempre la enseñanza de la Fe. Era un verdadero testimonio cristiano que levaba siempre dentro de su corazón. San Pedro Canisio muere en el año 1597.