El primer asentamiento europeo permanente en América del Norte, San Agustín de la Florida, no fue fundado hasta 1565 por el soldado, naviero y corsario Pedro Menéndez de Avilés, uno de los grandes marinos del reinado de Felipe II. Esta ignota tierra se mantuvo esquiva durante medio siglo para los conquistadores españoles, protagonistas de una serie de aventuras épicas y empresas fallidas, gastando verdaderas fortunas, para establecer una base sólida en la península sureste del moderno Estados Unidos.

El primero en intentarlo fue Juan Ponce de León, un maduro caballero que había quedado fascinado por las transparentes aguas del Caribe durante el segundo viaje de Cristóbal Colón. Tras crecer como paje en la corte de Fernando el Católico y curtirse en la guerra de Granada, colaboró en el Nuevo Mundo en la conquista y control de La Española. Seleccionado entonces para colonizar y gobernar la isla de Puerto Rico en 1508, según algunas fuentes quedó obsesionado por las leyendas que hablaban de una tierra situada más al norte en la que se encontraban extraños manantiales que concedían la juventud eterna y «tornaban mozos a los viejos».

El valeroso y audaz castellano, que había amasado una fortuna insuficiente para él, fue autorizado por la corona para organizar una expedición con rumbo hacia un misterioso y desconocido territorio del que no se sabía nada. El 15 de marzo de 1513 zarpó de San Juan, navegó más allá de las Bahamas y alcanzó un litoral virgen el 27, día de Resurrección. A la región descubierta la llamó Tierra de la Pascua Florida. Tras desembarcar en una zona cercana al Cabo Cañaveral y comprobar la peligrosidad de los nativos, Ponce de León se dirigió hacia el sur.


Monumento a Juan Ponce de León en Santervás de Campos (Valladolid). Foto: Ayto. de Santervás.

Una vez recorridos ambos litorales de la península de Florida, el viaje alcanzó las cercanías de Pensacola. Se levantaron mapas y el explorador anotó en su cuaderno de bitácora todos los lugares avistados. Tenía suficiente información para presentarse ante su rey y solicitarle la aprobación de una misión colonizadora. El proyecto fue visto en España con buenos ojos y Ponce de León quedó investido como adelantado de La Florida. Sin embargo, la repentina muerte de su esposa lo deprimió y se entregó al cuidado de sus hijas. Hasta comienzos de 1521 no partió hacia las tierras que se le había encomendado descubrir y poblar.

Existen dudas entre los historiadores sobre el lugar exacto en el que realizó este segundo desembarco —la desembocadura del río Caloosahatchee, el norte de los Everglades o la isla de Sanibel—. Al conquistador lo acompañaban 200 hombres, misioneros incluidos, y 50 caballos, además de otros animales. Pero la colonia no pudo prosperar: los indios calusas atacaron constantemente el pequeño asentamiento. En una de las escaramuzas el propio Ponce de León resultó herido por una flecha envenenada. La expedición se vio obligada a regresar a La Habana, donde su líder falleció.

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«El viaje de Ponce de León tuvo una enorme importancia, no solo por el descubrimiento de la península norteamericana —aunque no fue el primer europeo que llegó a Florida, pues él mismo encontró a un nativo en 1513 que hablaba un rudimentario castellano—, sino también por el importante hallazgo de la corriente del Golfo —el Gulf Stream— que realizó su piloto [Antón de] Alaminos», resumen los escritores Fernando Martínez Laínez y Carlos Canales en Banderas lejanas (Edaf), recordando la corriente que ayudaría a los galeones de las flotas de Indias en su viaje de vuelta a España.

Un breve asentamiento

El libro, publicado originalmente en 2009 y que ofrece un preciso y divulgativo resumen sobre las exploraciones, conquistas y defensas que España llevó a cabo durante tres siglos en el territorio que hoy comprende Estados Unidos —uno de los aspectos más destacados de esta obra es que incluye una relación de todos los fuertes, puestos fortificados, misiones y presidios españoles en América del Norte—, se ha relanzado de nuevo en una edición revisada y actualizada.

Pero esa «gesta» que «supone un acontecimiento histórico capital» no arrancó de forma exitosa. El descubrimiento de Florida no dio en principio ninguna ventaja a la Monarquía Hispánica, y tuvo que pasar más de una década para el inicio de la siguiente exploración. El encargado de su destino fue el toledano Lucas Vázquez de Ayllón, un rico propietario de plantaciones de azúcar que había sido nombrado juez en Santo Domingo.

Portada de 'Banderas lejanas'.


Portada de ‘Banderas lejanas’.

Edaf

Como no era navegante, contrató a un experimentado marino llamado Francisco Gordillo para encargarle la exploración preliminar de la costa este de América al norte de Florida. Ayllón se tuvo que desplazar hasta la Corte para explicar una serie de abusos de indígenas cometidos por sus expedicionarios. En esa misa ponencia detalló que las tierras descubiertas estaban pobladas por hermosos y civilizados nativos con los que era fácil comerciar y entenderse. Es decir, existía un nuevo México sin el peligro de los guerreros aztecas.

Nombrado adelantado y con licencia real para colonizar la Tierra de Chicora, gastó su fortuna en armar y equipar cinco barcos en los que embarcó en 1526 a 600 hombres y mujeres y a unos frailes dominicos para convertir a los indios al cristianismo. Sin embargo, al llegar al objetivo emergió una región pantanosa, llena de ciénagas y muy diferente a la imagen de fertilidad que se había prometido. La mayor parte de investigadores sitúan el lugar del desembarco en Georgia, en St. Catherines Islands, donde se han descubierto los restos de dos fuertes españoles, uno de mediados del siglo XVI y otro anterior.

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«Con la fundación de San Miguel de Guadalupe, en octubre de 1526, nacía el primer asentamiento europeo en la costa de los actuales Estados Unidos, casi un siglo antes del desembarco de los Padres Peregrinos del Mayflower«, destacan Martínez Laínez y Canales. «Además de los colonos, Ayllón llevaba esclavos negros para trabajar la tierra, por lo que también fue el primero en trasladar a africanos a América del Norte».

La vida del sitio fue muy breve. Tras un invierno marcado por el hambre, la enfermedad y la muerte, los supervivientes decidieron abandonarlo en primavera de 1527. De los 600 que llegaron a las costas de la Tierra de Chicora, solo regresaron 150 a Santo Domingo. Lucas Vázquez de Ayllón había muerto de fiebres en los brazos de un fraile dominico viendo cómo su empresa fallaba.

Otra odisea fracasada

Si bien a principios de la década de 1530 la Corona española tenía el monopolio del subcontinente norteamericano gracias a navegantes extraordinarios como Esteban Gómez, uno de los desertores del viaje de Magallanes que visitó y brindó datos cruciales sobre las costas de lo que hoy se conoce como Nueva Inglaterra, seguía sin haber una asentamiento permanente. Tampoco lo iba a lograr un imprudente Pánfilo de Narváez, antiguo rival de Hernán Cortés que en su desesperada búsqueda de minas de oro trató con brutalidad a los indígenas. Lo más destacado de su expedición fue la increíble aventura de Álvar Núñez Cabeza de Vaca.

Pero el Consejo de Indias deseaba establecer una posición fuerte en Florida para servir de refugio a los galeones que cubrían la ruta del Paso de Bahamas y como lanzadera de una colonización del interior. Una nueva misión pacífica se la encomendó el rey Felipe II a Luis de Velasco, marqués de Salinas y virrey de Nueva España desde 1550. Para obtener más información sobre el territorio a colonizar, contrató a Guido de Lavezaris, un experimentado marino en las aguas americanas, que zarpó de Veracruz el 3 de septiembre de 1558.

Descubrimiento del río Misisipi por Hernando de Soto. Un lienzo de William H. Power.


Descubrimiento del río Misisipi por Hernando de Soto. Un lienzo de William H. Power.

Lavezaris fue el primero en reclamar la soberanía del actual estado de Texas en nombre de España. Su viaje aumentó los conocimientos que se tenían de la costa norteamericana, pero el virrey necesitaba más datos y destinó a la zona a Juan de Rentería, que logró entrar en la bahía de Pensacola, un buen lugar para establecer una colonia. El hombre elegido para encabezar esta expedición fue Tristán de Luna y Arellano, uno de los europeos que mejor conocía el esquivo territorio. Había sido compañero de Hernando de Soto, descubridor del río Misisipi, y capitán entre los hombres de Francisco Vázquez de Coronado, explorador del Gran Cañón.

Con 13 barcos y 1.500 soldados y colonos, la expedición partió el 11 de junio de 1559 de Veracruz. Su propósito consistía en abrir una ruta por tierra hasta la costa este en el Atlántico y fundar tres asentamientos. El primero fue Santa María Filipina, en la bahía de Ochuse, pero un terrible huracán que azotó la costa la noche del 19 de septiembre hundió siete barcos y la mayor parte de las provisiones y el material necesarios para que prosperase la colonia. Decidió entonces enviar un buque de socorro a Cuba y marchar hacia el oeste en busca de un grupo que había mandado a explorar lo que hoy es Alabama. En el poblado indígena de Nanicapana fundó otra ciudad a la que llamó Santa Cruz.

Retrato del virrey Luis de Velasco.


Retrato del virrey Luis de Velasco.

Wikimedia Commons

Acabadas nuevamente las provisiones, Luna y sus hombres siguieron marchando hacia el interior. Fue tan penoso el camino que comieron el cuero de los arneses y de las fundas de los escudos. A comienzos de julio de 1560 alcanzaron Coosa —hoy Rome, en Georgia—, donde ayudaron a los nativos en sus luchas entre tribus. Como el apoyo seguía sin avistarse, se registró un motín. El navegante, enfermo por las fiebres y la disentería, amenazó con la horca a quien intentara desertar. Nadie quería ya seguir sus instrucciones.

El virrey, conocedor de lo que ocurría en la embrionaria colonia, decidió reemplazar a Tristán de Luna y organizó una nueva expedición al mando de Ángel de Villafañe, un conocido y respetado hidalgo y capitán que había estado al mando de un barco en la expedición de Hernán Cortés al Pacífico. Llegó a Pensacola a principios de 1561 y asumió el mando como gobernador de Florida y Punta de Santa Elena. Partió con los supervivientes de Ochuse, donde dejó una pequeña guarnición, hacia las costas de Georgia, pero tras doblar la península otro feroz huracán arrasó la flota. Quienes habían superado esta azarosa aventura regresaron a La Española.

Villafañe volvió tres meses después a Ochuse, donde el medio centenar de individuos de la guarnición había soportado de forma estoica el aislamiento y la soledad. «Las instalaciones fueron destruidas y, tras recoger lo poco que había de valor, los soldados embarcaron y regresaron a Veracruz. Pensacola quedaría abandonada por más de cien años«, señalan los autores de Banderas lejanas. Tras medio siglo de costosas intentonas, Florida seguía salvaje para los españoles.