Hace casi diez años, durante el segundo fin de semana de enero de 2014, un manifiesto titulado ‘Mover ficha: convertir la indignación en cambio político’ puso la primera piedra de Podemos. La idea tuvo un éxito fulgurante: el partido ya sacó cinco escaños de los 54 en juego en las elecciones europeas de ese año, y en las generales de diciembre de 2015 y de junio de 2016 alcanzó su techo. Con más de cinco millones de votos, estaba en condiciones de disputarle al PSOE la hegemonía de la izquierda. Ese partido, que no se presentó con su nombre a las últimas generales, tiene ahora solo cinco diputados, que acaban de pasar al grupo mixto de la Cámara baja. Tras la ruptura con Sumar, marca que aglutinó a la izquierda bajo el liderazgo de Yolanda Díaz en las elecciones de julio, la formación pasa por el momento más complicado de su historia.
La irrupción de Podemos en el tablero político fue tan estruendosa que se agotaron las metáforas para describirla. Las dos que hicieron más fortuna salieron de las filas del partido: del «asalto a los cielos» de reminiscencias mitológicas y marxistas –la expresión dio también título a un interesante libro sobre el partido de José Ignacio Torreblanca- a la «piedra en el estanque» con el que se quería describir la agitación que produjo esa acometida en las hasta entonces tranquilas aguas de la política española.
De la noche a la mañana, y a caballo del hartazgo contra los duros recortes que dejó la crisis económica de 2008 y de la indignación del 15-M, un partido recién nacido lideraba las encuestas y cuestionaba el sólido bipartidismo en España, que había resistido casi sin rasguños durante más de tres décadas. Algunos dirigentes que fueron pesos pesados del partido creen precisamente que esa es la principal herencia de Podemos, y que perdurará en el tiempo. «Hay vida política más allá del bipartidismo. Aquello que decía el fraude de Alfonso Guerra de que a su izquierda, el abismo, ya no se lo cree ni Emiliano García Page», dice Juan Carlos Monedero en conversación con El Periódico de Catalunya, del Grupo Prensa Ibérica. Este politólogo, pieza fundamental de la primera cúpula del partido, remarca otros cambios que Podemos ha traído a la cultura política española: «Menos engolamiento y una recuperación de las políticas sociales».
Vistalegre como símbolo
Monedero estaba en el centro en la primera foto triunfal de Podemos, que se tomó en la plaza de toros de Vistalegre de Madrid, en octubre de 2014. Le acompañaban Carolina Bescansa, Luis Alegre, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Vistalegre es un símbolo para el partido, y lo ha marcado decisivamente: si el primer ‘llenazo’ de aquel recinto mostró su vigor, asombró a los españoles y preocupó a sus rivales políticos, el segundo, que se produjo en 2017, constituyó el principio del fin de la infancia feliz de Podemos. A partir de entonces, las diferencias entre Iglesias y Errejón, los dos principales arquitectos del partido, se hicieron insalvables. Hoy, Errejón es diputado por Más País, la marca que creó tras salir de Podemos, que se presentó a las generales bajo el paraguas de Sumar.
Como Monedero y como Errejón, Ramón Espinar también se hizo conocido en aquellos primeros meses asombrosos de Podemos. Activista en el 15-M, fue primero número tres de la lista del partido a la Asamblea de Madrid en las autonómicas de 2015, después senador de designación autonómica y, desde finales de 2016, secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid. En enero de 2019, Espinar dejó sus cargos en el partido y sus escaños en la Asamblea y en el Senado. Ahora es uno de los críticos más incisivos de la formación que contribuyó a aupar.
Espinar explica a este diario que el punto de inflexión para Podemos hay que buscarlo precisamente en 2019, el año de su salida. Según él, es entonces cuando queda claro que el partido dejaría de tener la fuerza que tuvo en sus inicios. «Podemos no nació para ser un partido, sino una herramienta de transformación. Esa página ya está pasada, se cerró en 2019, con la ruptura del partido en tres, con la salida de Más Madrid y Anticapitalistas, y con la entrada en el Gobierno, que cambió por completo un elemento: nosotros queríamos sustituir al PSOE, y Pablo resitúa el partido en el tablero cuando entra en el Gobierno». Iglesias se convirtió en vicepresidente de Pedro Sánchez en enero de 2020.
¿Punto y final o «cancha para correr»?
Monedero, en cambio, sí cree que Podemos tiene en el nuevo escenario político mucho espacio para crecer. «El PSOE tiene inercia a volver a quien era durante el bipartidismo. Sumar, como una expresión compleja del errejonismo, siempre quiso ser un PSOE renovado, sin mochilas, algo que tenía sentido hace diez años pero que ahora es absurdo. Por eso Yolanda Díaz parece tan subordinada al PSOE. Y Pedro Sánchez, que tiene colmillo, juega cuando cae el sol a ser ‘Perro XanXe’ y le come espacio canalla a Sumar. Podemos tiene ahora toda la cancha para correr. Pero se tiene que quitar lo antipático«, resume. Para él, la «pelea contra las cloacas» del Estado, ejemplificada en el caso Neurona -la causa que buscó una financiación irregular en Podemos, y que acaba de archivarse- ha desgastado tanto al partido que se le ha «enronquecido la voz».
Esa persecución judicial es lo que Monedero, que ya no tiene cargos en el partido, ve como el principal lastre de Podemos: «Han sido diez años de ataques sistemáticos. Cada uno de nosotros no ha tenido menos de diez juicios y querellas. A veces lo que me extraña es que la gente no nos odie más después de tantas portadas, telediarios y tertulias difamando a Podemos». Para Espinar, la causa de los actuales males del partido es la actitud de Iglesias y de su círculo, con Ione Belarra e Irene Montero al frente. «La dirección objetivamente recibe una presión y unos ataques del exterior brutales, y eso la hace convertirse en una dirección autorreferencial, que solo se mira a sí misma, y que termina por confundir sus problemas con los problemas del país», afirma. Y añade que el proyecto mediático de Iglesias, Canal Red -que, por ejemplo, dio la ‘exclusiva’ de la salida de Podemos del grupo parlamentario de Sumar- se come el espacio del proyecto político: «Ahora mismo, Podemos y Canal Red son lo mismo, es la misma gente».
Pero Monedero no cree que el personalismo sea un problema. Al contrario. «Claro que pesan los liderazgos fuertes. Por eso son fuertes. Son condición de posibilidad de sumar a millones de personas y por eso, para que sean virtuosos, necesitan un partido-movimiento fuerte que les ayude a construir. Esa es la asignatura pendiente de Podemos», asegura. En los próximos meses, en su andadura en solitario en el Congreso, empezará a verse si puede aprobarla.