El colegio franco-serbio ‘Vladislav Ribnikar’ se difumina en el paisaje en el acomodado barrio de Vračar tras una hilera de museos, embajadas y la dorada iglesia de San Sava. Nada que ver con las sencillas aldeas cerca de Mladenovac, una municipalidad más popular al sur de la capital de Serbia. Sin embargo, desde mayo, las calles de Vračar comparten con las de Mladenovac el mismo trauma. En ambas, dos tiradores sin vinculo entre sí provocaron dramáticas escenas de pánico, cobrándose la vida de 19 personas. Unos sucesos poco habituales en este país, que en la primavera llevaron a las mayores protestas ciudadanas desde los noventa, aunque esta vez en la mira ha estado el Gobierno del nacionalista Aleksandar Vučić, el hombre fuerte del Partido Progresista Serbio (SNS). Lo que finalmente sacó a luz una inédita crisis democrática y desembocó en las elecciones parlamentarias anticipadas que se celebran este domingo.
“Serbia contra la violencia”. Es el nombre de la gran coalición opositora surgida de esas protestas y lo que se lee ahora en decenas de carteles colocados en toda la ciudad. Su programa cuenta con captar la indignación de un país de 6,5 millones de votantes en el que las heridas por la violenta disolución de Yugoslavia y el conflicto aún abierto con Kosovo (exprovincia serbia que autoproclamó en 2008 su independencia, nunca reconocida por Belgrado), se solapan con el deseo de una parte de la población de avanzar en justicia social, mejoras democráticas y libertades civiles. Todo esto en un escenario bastante adverso, es decir, en momentos en los que la principal preocupación de la OTAN y de la Unión Europea es casi exclusivamente que no se abra otro foco de inestabilidad a las puertas de Europa, en un país además candidato a entrar en el club europeo.
En este clima de crisis existencial y política, los serbios acuden a las urnas con una expectación no habitual para elegir a los 250 diputados que se sentarán en su próximo Parlamento (órgano que luego tendrá que elegir al nuevo Gobierno serbio). El desafío es precisamente entre el pasado (Vučić, un encendido ultranacionalista en juventud, que ha ido moderándose pero que mantiene, dentro del país, un ejercicio del poder autoritario y, fuera, una retórica equilibrista entre Rusia y Occidente), o un salto hacia un futuro incierto.
Hartos
Una batalla reñida no solo por el contexto internacional (en particular, las guerras de Gaza y Ucrania), sino pues, al verse acorralado, el propio Vucić ha elevado su apuesta. Si bien ni opta a un cargo en las urnas (las elecciones presidenciales se celebran separadamente), el presidente serbio ha protagonizado la campaña electoral con la lista Aleksandar Vucić – Serbia no debe parar y ha dicho que dimitirá su partido pierde.
Esto es lo que desea Borko Stefanović, diputado del socialdemócrata Libertad y Justicia, una formación sénior de Serbia Contra la Violencia. “La gente está harta de la violencia, de la corrupción, de un hombre solo que tiene un control casi absoluto del Estado y de los medios de comunicación, mientras la inflación es una de las más altas de Europa”, afirma Stefanović. “Son años que vivimos en esta deriva autocrática a la que también le ha dado manga ancha la Unión Europea a cambio de una supuesta cooperación serbia a la estabilidad regional”, argumenta. “Este país no puede más, necesita normalidad y no un Gobierno con vínculos con el crimen organizado”, critica.
Con todo, el camino hacia el cambio parece aún largo, dicen los analistas. “La formación gobernante SNS tiene 700.000 afiliados, el 10% de la población. Son más una agencia de empleo que un partido. Además, su estrategia electoral funciona muy bien desde hace años: si no votas por nosotros, perderás tu trabajo”, argumenta Aleksandra Tomanić, directora de la oenegé European Fund for The Balkans y quien habla sin tapujos de crisis democrática. “Incluso hemos documentado el testimonio de un enfermo de cáncer a quien le pidieron de votar a un partido a cambio de programar su cirugía en un hospital público”, añade Tamara Branković, investigadora del Centro de Transparencia y Rendición de Cuentas.
Parcialmente libres
No son las únicas que piensan así. De acuerdo con Transparencia Internacional, Serbia registró este 2023 su peor dato de los últimos 10 años a nivel de corrupción. Según Freedom House, la población serbia es hoy solo “parcialmente libre”. De ahí también las acusaciones de autoritarismo contra Vučić de la oposición, tanto la proeuropea como la antieuropea de derechas (una constelación de pequeños partidos, algunos prorrusos), que también le achacan al presidente serbio de conservar el poder a través el dominio de los medios de comunicación, especialmente los canales de televisión, en la mayoría cuales pocas veces hay informaciones críticas con el presidente.
Asunto aparte son las cuestiones geopolíticas, cada una con su endiablada ecuación. En principio, sea quien sea el ganador eso no supondrá un giro drástico en el diálogo con Kosovo, donde recientemente la OTAN reforzó su contigente después de un nuevo estallido de violencia. El tema, en verdad, apenas se ha discutido en la campaña electoral, a diferencia de la actual ambigua relación del país con la Rusia de Vladímir Putin, que sí es otra crítica que la oposición le hace a Vucič.