Estas aves dedicadas a la diosa romana de la fertilidad y la familia, Juno, se pusieron a clacar al oír como los galos trepaban las paredes. Manli despertó a los soldados y rechazaron el ataque. Roma fue salvada por los gansos del Capitolio. Guardan el corral, o la propiedad, mucho mejor que el perro más vigilante. Avisan ante cualquier persona desconocida. Aristóteles lo celebraba como animal de mesa elogiando sus propiedades. La domesticación de la oca, o ganso, es anterior a la del pato. Se encontraron restos que confirman que pueblos escandinavos y eslavos empezaron a aprovechar este animal al mismo tiempo que los egipcios. Muy popular es el huevo vaciado y pintado, el huevo de pascua de los eslavos. Columela cita este animal 50 años d.c. «no hay mejor animal para la gente del campo, no exige atenciones y es el mejor guardián». Griegos y romanos lo tenían como símbolo religioso a parte de fuente de huevos, carne y pluma. Grecia lo conoce en estado doméstico hacia 1000 años a.c. Homero hace que a Penélope, esposa de Ulises, la rodeen veinte ocas blancas en su odisea más personal. En Asia Menor se encontraron evidencias a 4000 a.c. y hay quien sostiene que antes que las civilizaciones mediterráneas las tribus germánicas ya las habían domesticado.

En todas las regiones elogian las virtudes de sus carnes, pero no es animal que se refugie en esta parte occidental del Mediterráneo, no entramos en su ruta migratoria. La oca vulgar o ganso, el ánsar común (Anser anser), de donde han derivado todas las domésticas, es en su color original de tonalidad oscura, marrón grisácea y vive en lagunas de agua dulce o salobre, arrozales y albuferas, pero prefiriendo las aguas litorales.

En el antiguo Egipto el alma del faraón abandonaba el cuerpo adoptando su forma, se pensaba que el sol tenía la forma del huevo de esta ave y que el mismo astro era el faraón reencarnado. Su consumo viene asociado a las fiestas cíclicas o estacionales tan comunes en los pueblos celtas. Consideradas, estas criaturas, intermediarias entre la tierra y el cielo. Hoy todavía es un ritual su consumo durante la navidad. Se la relaciona con el destino. Recuerden el conocido juego de la oca.

Entre la tierra…. Ilustración


En el Imperio Romano preferían las ocas blancas que es la raza que fueron seleccionando hasta hoy y de la que deriva la ampurdanesa que es muy esbelta y puede llevar moño o castaña. Los payeses de el Empordà las preferían en fiestas mayores, o Navidad, a los capones o pavos que eran más de la gente de ciudad. Sin ir más lejos en el claustro de la catedral de Barcelona hay un estanque con una fuente donde vigilan y giran trece oques empordaneses tantas como según la leyenda años tenía Santa Eulàlia cuando fue martirizada.

Puede dar huevos durante diez años y su puesta va de enero a finales de mayo. De esta conocida raza catalana se han introducido ya ejemplares en Francia y sobre todo en Alemania donde existe auténtica devoción en cualquiera de sus variantes. En los mejores restaurantes de la Costa Brava se sirve con normalidad la ancestral Oca amb peres pero es por excelencia en la parte central de Europa donde se asa entera y tuvo su implantación mucho antes que el pavo en las mesas navideñas. Acompañada de frutas ácidas y vegetales o chocroute es ave que puede ser guisada y acompañada también de legumbres o arroz. Obviamente el magret suele ser su mejor bocado. Los alemanes la acompañan de lombarda en su plato principal, ganso asado es un ritual. Cada año en Alemania se sacrifican toneladas de estos seres. Sus granjeros defienden que tienen mejor calidad de vida que los que vienen del este, el precio de uno y otro marca la gran diferencia. Más de 500.000 animales. El ganso «ecológico» teutón vive seis meses, hace ejercicio y come forraje verde y «siempre tiene acceso al agua», pero no llega a San Martín. Es el mismo bicho que caracterizó la señora Selma Lagerlöf en la historia en que el niño Nils Holgersson, agarrado al cuello de una doméstica, cruza el país con las salvajes.

(Continuará)