El 15 de diciembre se cumplirá un año de la muerte de Eduardo Pelegrín, más conocido como Calpurnio, vídeo artista, ilustrador, guionista y dibujante de cómics conocido por ser el creador de Cuttlas. A pesar de su sencilla apariencia y trazo, este vaquero se ha convertido en uno de los personajes más carismáticos del cómic español y ha hecho de su autor uno de los dibujantes más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

«Para mí Calpurnio está en la liga de un Chris Ware, de un Micharmut, de un George Herriman… En definitiva, de gente que hace avanzar el lenguaje del cómic. De hecho, creo que pasarán muchos años hasta que se pueda asimilar todo lo que ha hecho por este arte», explica el crítico y experto en cómics Álvaro Pons, responsable de El gran libro de Cuttlas, recopilación de las mejores aventuras del personaje, que acaba de ser editado por Reservoir Books. Un volumen de más de setecientas páginas —elegidas de entre las más de dos mil protagonizadas por el personaje—, que es calificado por Pons como «un catálogo de posibles recursos narrativos de la historieta que nadie más ha explorado salvo él».

A principios de los años 80, cuando el punk estaba todavía en apogeo, Calpurnio editó, junto a su amigo Nacho Villaro, El Japo. En el número uno de este fanzine «expectorante y mucolítico» apareció la primera tira de Cuttlas, un personaje realizado con apenas un par de óvalos y cuatro palotes que, por su sencillez, contrastaba tanto con el academicismo de los cómics convencionales como con el abigarramiento del cómic underground.

Páginas interiores de ‘El gran libro de Cuttlas’. Reservoir Books


«Cuando se publica por primera vez en El Japo, Cuttlas no es más que una parodia del western. Aunque en esas primeras historias hay una intención por provocar, que la gente diga que eso lo puede hacer cualquiera, Calpurnio es consciente de que esa parodia no llega más allá y decide buscar más. En ese sentido, se da cuenta de que el western es un género que se hibrida con facilidad y que lo que tiene entre las manos es, en realidad, una herramienta de exploración», recuerda Álvaro Pons.

Lo que comenzó siendo una simple tira de vaqueros protagonizada por Cuttlas, su yegua Rosario, su novia Mabel y su amigo Jim, un negro perseguido por una banda del Ku-Klux-Klan, fue creciendo tanto espacial como conceptualmente. La tira dio paso a la media página y esta a una plancha completa, que no tardó en quedársele pequeña a un Calpurnio que necesitaba romper los límites del formato para dar rienda suelta a sus inquietudes, entre las que se encontraba la experimentación con el léxico, la gramática, la narración secuencia, la teoría de la relatividad o la física cuántica.

«La primera media página de Cuttlas que vi fue en el fanzine Kaspa de Rata de Zaragoza. La leí con gusto, me pareció ingeniosa, pero no le di muchas más vueltas. Pensé que era un ejercicio puntual, no algo que pudiera tener más recorrido —recuerda el dibujante Mauro Entrialgo—. Meses más tarde, empecé a publicar en el primer Makoki gracias a Ernesto Murillo, que en aquel momento formaba trío creativo con Mediavilla Gallardo, este último, director de la revista, en la que también se había empezado a publicar a Cuttlas. Ernesto estaba encantado de publicar a Calpur, pero yo, que tenía 17 años, no entendía demasiado el entusiasmo por algo con un humor naif, que parecía demasiado blanco para aquella revista de humor marrón. Entonces me explicó por qué esa media página funcionaba tan bien: la elección de instantes y las elipsis, la rotundidad expresiva de esa plumilla clásica, los tamaños de las viñetas… A partir de entonces, lo primero que leía de Makoki era el Cuttlas», relata Entrialgo.

Llegar a soluciones sencillas que, de alguna manera, podrían estar al alcance de todos pero que nadie ha reparado en ellas, es una genialidad»

Ata Lassalle – Editor de Autsaider Cómics

«Llegar a soluciones sencillas que, de alguna manera, podrían estar al alcance de todos pero que nadie ha reparado en ellas, es una genialidad. Cuando esa solución sencilla se aporta en un medio como el cómic, tan vinculado al “inevitable” esfuerzo, sacrificio y dedicación, no deja de tener algo de provocación, hasta el punto de que, probablemente, propicie un cataclismo en algunos creadores y en sus fieles seguidores, los cuales ven en la entrega de su vida a la causa del tebeo parte del valor de la obra», comenta Ata Lassalle, editor de Autsaider Cómics, sello que tiene en catálogo títulos como Primavera para Madrid de Magius, galardonado con el Premio Nacional de Cómic 2021, o Ronson de César Sebastián, uno de los cómics revelación de esta temporada. A pesar de este buen criterio editorial, Lassalle reconoce que, en su momento, la decisión de apostar por la obra de Calpurnio no era algo sencillo.

Calpurnio y su personaje. David Poliakoff


«Me resulta difícil trasladarme a esa época, pero diría que, dentro del cómic underground, la creatividad y la ruptura de esquemas, lejos de ser un riesgo, eran y son un estímulo. La transgresión formal podía incomodar en todo caso a los puristas del tebeo, a los clásicos de mente más cuadriculada, cosa que en ese momento posiblemente causara en los editores de Cuttlas, cuya vocación comercial nunca fue muy ambiciosa, cierto regocijo más que un vértigo. Otra cosa es si hablamos de un editor convencional que, en su caso, no es que fuera un riesgo, sino que era implanteable».

La consagración

Tras su paso por MakokiEl víbora y otras revistas de cómic, en la década de los 90 Cuttlas encontró acomodo en las páginas de cabeceras de prensa convencional como El pequeño País o El País de las Tentaciones, donde fue descubierto por una nueva generación de lectores.

«Conocí a Cuttlas de niña, no recuerdo exactamente el momento, pero seguro que fue en El Pequeño País. Me llamó la atención, pero no le di importancia al estilo. Mucha gente tiende a pensar que a más realismo, más dificultad, pero ser capaz de dejar un cómic en su mínima expresión y que funcione, me parece infinitamente más difícil. Nadie dibuja mejor una pistola que Calpurnio, pero no me quiero ni imaginar la de veces que tuvo que escuchar eso de ‘mi hijo podría hacer eso'», afirma Grillante, ilustradora y dibujante de cómics, y Álvaro Pons le da la razón.

Páginas interiores de ‘El gran libro de Cuttlas’. Reservoir Books


«Cuttlas parecía estar hecho por un niño de tres años, pero, al leerlo, comprobabas que no era tan sencillo. Cuando ves al personaje te das cuenta de cuándo está contento, cuándo está feliz, cuándo se ríe, cuándo se cabrea… Transmitir esas emociones con solo dos círculos y unos palitos es complejísimo y, cuando veías a Calpur dibujar, te dabas cuenta de esa dificultad. Hacía un Cuttlas y luego lo borraba porque decía que no estaba bien. Lo volvía a dibujar, lo volvía a borrar y, después de diez veces, conseguía la expresión que quería. Cuando te lo enseñaba, efectivamente, el personaje estaba riendo, contento, feliz o lo que quisiera expresar en ese momento».

Como si se tratase de la conquista del Oeste, poco a poco Cuttlas fue explorando nuevos territorios en los que ya no era necesario dar explicaciones sobre el mayor o menor academicismo de su dibujo. «La primera vez que fui consciente de las historietas de Cuttlas fue en El País de las Tentaciones, suplemento cultural y referente posmoderno. Ese marco legitimaba las historietas de Calpurnio, no porque pudiera haber dudas de su pulso creativo en sintonía con su humor surrealista, sino por el hecho mismo de que se trataba de una publicación pionera de tendencias culturales», comenta la crítica y experta en cómic Elisa McCausland, que coloca a Calpurnio a la altura de uno de los artistas españoles más internacionales de esa época: «Como Mariscal, Calpurnio legitimó el trazo naif, infantil, como forma de expresión artística con componentes irónicos y críticos«.

Insuficientemente valorado

A pesar de la revolución estética y conceptual que Cuttlas y Calpurnio supusieron para el cómic, es un hecho que, a día de hoy, ni el personaje ni su autor han sido lo suficientemente valorados en España o internacionalmente.

Cuttlas no se ha valorado lo suficiente, pero eso es algo que se produce muy habitualmente con obras de densidad autoral que son capaces, al mismo tiempo, de tener tirón popular»

Mauro Entrialgo – Autor de cómic

«La mayoría de la gente le tiene mucho cariño a su trabajo porque todos lo hemos disfrutado en algún momento, pero quizás su estilo, junto con que era algo que podía leer todo el mundo gratis mientras ibas en el bus o el metro en el 20 Minutos, hizo que no se le diera el reconocimiento que merecía», explica Grillante, cuya opinión es compartida por Mauro Entrialgo: «Cuttlas no se ha valorado lo suficiente, pero eso es algo que se produce muy habitualmente con obras de densidad autoral que son capaces, al mismo tiempo, de tener tirón popular. En cualquier caso, tengo la impresión de que, precisamente esa falta de valoración, otorga a los autores como Calpur una libertad creativa que la presión de un aplauso de la alta cultura a tiempo real habría coartado».

«Calpurnio jamás se dio importancia ni le dio importancia a lo que estaba haciendo. Se lo pasaba bien con ello y eso era lo importante. Nunca se preocupó demasiado de publicar su trabajo en otros países. Pensaba que el personaje no se iba a entender en el extranjero, y yo le decía: ‘Al contrario, tu tebeo es el más inteligible en cualquier idioma‘. De hecho, las pocas veces que se movieron ediciones internacionales, Cuttlas se publicó en el Shūkan Morning de Kōdansha en Japón y ahora va a salir una edición en chino», adelanta Álvaro Pons, que en varias ocasiones llegó a escribir que Cuttlas era una de las obras más importantes del cómic español. «Cuando Calpur lo leía, lo agradecía, pero me respondía que no me iba a pagar una comida por escribir cosas como esas. Era extraordinariamente humilde y, en su opinión, había muchos otros mucho mejores que él, por mucho que yo le dijera que no había nadie que estuviera haciendo lo que él hacía», concluye Pons.

Portada de ‘El gran libro de Cuttlas’. Reservoir Books