Con pocos los ojos de cooperantes internacionales testigos ‘in situ’ del día a día de la maltrecha Franja de Gaza. De ahí la importancia de su relato. El de Ricardo Martínez, responsable de Logística de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), recién llegado del escenario del conflicto, deja sin aliento. Niños jugando a fútbol sin inmutarse ya lo más mínimo por los estruendos de las bombas mientras las alcantarillas escupen a borbotones aguas fecales. Describe el «apocalipsis», según sus propias palabras.
Hay una zona de la Franja de Gaza, en el norte, donde ni tan solo ha llegado la cooperación para contar lo que sucede.
El acceso al norte está completamente restringido. Si la situación es mala en el sur, en el norte ni se sabe. Hablamos de cientos de miles de personas abandonadas a su suerte, rodeadas por el Ejército israelí. Recibimos información con cuentagotas, ni tan solo se pueden cargar los teléfonos por falta de combustible.
Tenemos una parte de la Franja, pues, en la que ni siquiera hay ojos.
Es un agujero negro donde no hay ojos. No hay presencia humanitaria. Da miedo pensar en la suerte de estos cientos de miles de personas que, por varios motivos, no han podido marcharse. Moverse es peligroso por las batallas y, además, la población teme los check-point israelíes porque cualquier error en seguir una orden significa la muerte. Además, prefieren morir rápido por una bomba que morir lentamente en el sur por falta de comida, agua, saneamiento, por carecer de las más mínimas condiciones básicas de vida.
¿No hay peleas entre los propios gazatíes por la falta de comida, agua y recursos en general?
La violencia ya está llamando a la puerta. He visto una pelea entre dos familias por unas ramas de olivo. Ramas de olivo para calentar la comida. Los gazatíes están en puertas de una lucha fratricida por recursos para sobrevivir. Más gente, menos espacio, menos recursos… en qué puede degenerar. ¿En guerra civil? En luchas por subsistir por el instinto básico de supervivencia.
¿Qué le han contado los gazatíes? ¿Qué les preocupa?
Me preguntan: ¿Qué hemos hecho nosotros? ¿Nos quieren exterminar? ¿Quieren exterminar al pueblo palestino? ¿Por qué? ¿El mundo va a ser mejor sin Palestina? ¿Dónde vamos? No queremos guerra, me dicen.
¿Cómo es un día cualquiera en Gaza?
El día a día es: hola buenos días estoy vivo. Después, que no te pase nada, que no te enfermes, y luego buscarte la vida para comer beber y sobrevivir. Hace mucho frío y llegan las lluvias.
¿Qué impacto está teniendo la falta de combustible?
Está teniendo un impacto brutal en la salud pública. Hay un ejemplo menos evidente pero muy importante. Hay superpoblación y la gente hace sus necesidades. Los sistemas de alcantarillado están colapsados. Y la falta de combustible impide bombear el agua del alcantarillado a las plantas depuradoras. He visto salir aguas fecales a borbotones de las alcantarillas en medio de mercado y niños jugando. Lo he visto en Rafah. Como la depuradora tampoco funciona, estas aguas van a parar directamente al Mediterráneo.
¿Hay epidemias?
Las hay. Y más que van a venir. Las puertas del infierno ya están abiertas. Hay ictericia, meningitis, enfermedades gastrointestinales por la mala calidad del agua y la falta de alimentos, hay sarna, piojos… La higiene personal ha desaparecido, no hay agua. La que hay es para beber. Lavarte los dientes es un drama… El día a día es ir salvando obstáculos constantemente.
Imagino que la salud mental de los gazatíes está muy deteriorada. ¿Hay suicidios?
Fatal. Es uno de los programas de Médicos Sin Fronteras. Me han dicho muchas veces: «prefiero que me maten las bombas, cuando me caiga una bomba no quiero sobrevivir porque voy a morir lentamente». Los suicidios están llamando a la puerta.
La situación de los hospitales ha sido descrita como «dantesca».
Gaza contaba con 36 hospitales y ahora hay 11 abiertos, solo dos en el norte. Los hospitales se han convertido en pueblos porque la gente busca refugio en ellos, los pasillos están habitados por familias con sus colchones, sus sábanas…
¿Hay material suficiente para atender al gran volumen de heridos?
Escasea y va a escasear más mientras no se abran las fronteras a la ayuda humanitaria.
Toda la población gazatí está siendo fuertemente golpeada, especialmente los niños.
Los niños son las víctimas mayores. Los drones suenan las 24 horas, la muerte constantemente el cielo. Los críos lo tienen tan asimilado que ellos juegan a fútbol y como si no pasara nada, ni caso. Lo mismo al escuchar las explosiones. Ya lo han interiorizado. ¿Esto qué es? ¿Niños de 5, 6, 7 años que no se inmutan al oír las explosiones? ¿Qué consecuencias psicológicas va a tener? Hay un acrónimo, WCNSF (Wounded Children No Surviving Familiy) para designar a los niños heridos de familia no sobreviviente. Hay muchísimos. Los médicos han llegado manchados de heces y sangre de niños que han soltado esfínteres antes de morir. Lo vivimos en el hospital de Al Nasser, en la primera llegada masiva de heridos. Llegaron 120 personas, 70 de ellas ya sin vida. Nunca abandonan a sus muertos, los llevan al hospital.