Tras el periodo de ansiedad electoral de los últimos meses y la amarga victoria de las generales del 23 de julio existían dos hondas preocupaciones en los cuadros del PP: que su jefe de filas no fuera capaz de recomponerse del ‘shock’ y siguiera en un estado de hermetismo que llegó a causar fuerte malestar, y que no hubiera aprendido todavía que Pedro Sánchez tiene muchas vidas políticas. 

En este momento, después de que el socialista haya revalidado la Moncloa con el apoyo de todos los partidos nacionalistas e independentistas, también de Junts, pactando una ley de amnistía que antes el Gobierno declaraba inconstitucional e imposible, todos los dirigentes de peso consultados por este diario coinciden en que se ha producido una “reinvención nacional” de Alberto Núñez Feijóo, consolidado como única alternativa posible y viable en la derecha con un Vox a la baja cada vez más desorientado, y con una nueva estructura que, pese a los riesgos, confirma el fin de un único núcleo duro que le acompañó desde Galicia.

Aunque distintas fuentes insisten en que Feijóo “no ha cambiado”, y “sigue manteniendo sus estándares de confianza en niveles muy altos” — un presidente autonómico reconoce que “entrar en su núcleo duro verdadero tiene que ser muy complicado”, dando por hecho que casi nadie lo está— todas afirman al mismo tiempo que este PP con 137 diputados, once gobiernos autonómicos y una dirección más amplia “ya no tiene que ver con el búnker gallego con el que llegó”.

Si algo generaba incertidumbre en la organización conservadora a menudo era justamente ese estado de “bunkerización” en el que todas las decisiones se tomaban entre unas pocas personas y la información no circulaba en ningún sentido. En el verano, después de las generales y en plenas negociaciones sobre la Mesa del Congreso y otros nombramientos internos, llegó a haber preocupación y malestar. “El hermetismo puede acabar pasando factura interna”, decían entonces algunos cargos de relevancia. La situación ahora es muy distinta.

El líder del PP ha tomado algunas decisiones en las últimas semanas. Mantiene como mano derecha a Miguel Tellado, su hombre fuerte ya en la Xunta, ahora desde la portavocía en el Congreso. Pero también ha tenido que acometer movimientos de aperturismo con los que muchos no contaban. 

En el comité de dirección los mandos siguen en manos de dirigentes como Cuca Gamarra, el propio Tellado, Carmen Fúnez, Esteban González Pons o Elías Bendodo, aunque con distintas funciones. Su permanencia implica también una mayor dosis de confianza y sobre ellos recaerá la toma de decisiones. También hay incorporaciones, sobre todo mujeres jóvenes como la leonesa Ester Muñoz o la madrileña Noelia Núñez (muy cercana a Isabel Díaz Ayuso). Las dos están llamadas a acaparar foco mediático. Y otras como Ana Alós (con buenas referencias en todos los territorios) o la exconsejera de Madrid, Paloma Martín, también estarán sentadas cada lunes en la sala noble de Génova. Incluso el aterrizaje de Javier Arenas en el comité de dirección, más allá de las luchas de poder y dudas que ha generado, delata que dirigentes de fuera de Galicia tienen mucha influencia ya en Feijóo.

«Va a esperar otra oportunidad contra Sánchez»

A todo esto se suman otros movimientos que sorprendieron mucho como la recuperación de Cayetana Álvarez de Toledo al frente de una portavocía adjunta en el Congreso. La lectura mayoritaria es que Feijóo busca “dar su sitio” a todos los dirigentes y de todas las sensibilidades, incluso asumiendo riesgos que podrían evitarse. Y a la reestructuración, con cambios también dentro de Génova 13, se añade la convicción generalizada de que Feijóo “quiere quedarse hasta tener otra oportunidad contra Sánchez”. No es que hubiera dudas sustanciales después del 23J, pero hasta que los días fueron pasando y el líder conservador se pronunció, algunos contenían la respiración

La llegada del gallego al PP fue un bálsamo tras la salvaje crisis interna que terminó con la caída de Pablo Casado. El presidente de la Xunta venía para recomponer heridas y traer paz, pero sobre todo venía para llegar a la Moncloa. Ahí estaban imágenes inéditas en muchos años como la reconciliación pública entre José María Aznar y Mariano Rajoy; o el apoyo absoluto de Isabel Díaz Ayuso a su líder nacional.

No había plan B que no fuera gobernar España. E internamente se sugería que Feijóo daba el paso “porque era su última bala”. “El ahora o nunca”, explicaban. Que no lo consiguiera abría un escenario de tensión para algunos. Y, sin embargo, tras meses complicados y tras haberse convertido también en un líder de masas con manifestaciones gigantes contra la amnistía y los pactos de Sánchez y los independentistas durante carias semanas seguidas, ya no hay dudas en el medio plazo. “Esperará su oportunidad”, coinciden en distintos territorios.

Precisamente en este contexto, continúan dirigentes con responsabilidades institucionales, es donde en el PP se confirma esa “reinvención nacional” en la que Feijóo y los que le acompañaban desde Galicia “ya se han dado cuenta de lo que es Sánchez y de lo que es capaz”. Incluso en el PP de Madrid, quizá el más crítico de todos con el Gobierno actual, lo ven así. “Ha aprendido a hacer discursos muy claros. Aquí no caben ya expresiones versallescas ni vueltas de ningún tipo. Sánchez es lo que es y pacta lo que haga falta. Hubo un tiempo en el que no podían creerse día tras día lo que veían. Ahora se lo creen y asumen cómo hay que confrontarlo”, resume un dirigente de peso.

Los discursos públicos así lo avalan. El de hace una semana en el Templo de Debod, de nuevo en el centro de Madrid, en el que Feijóo cargaba contra el mediador entre PSOE y Junts: “Que Sánchez ponga a un ciudadano de El Salvador a decidir el futuro de España es una humillación. No se negocia en la clandestinidad la democracia y la dignidad de España, y exijo en nombre de este país que cese este despropósito”. E en el Día de la Constitución, en el patio del Congreso, remataba: los pactos de Sánchez son “una derogación tácita de la Constitución”. Sin florituras. La política en Madrid.