La cuesta de enero se va a hacer muy dura y aun así, pase lo que pase, no habrá nada que reprochar a Baraja y sus chavales de la Academia. Es gracias a ellos que lo inevitable se ha retrasado hasta las Navidades. Pero el tiempo pone las cosas en su sitio y el Valencia, inmerso en su primera crisis seria de resultados, da para lo que está viéndose.
La derrota en Getafe solo tiene un responsable y no es Paulista ni Javi Guerra, aunque uno con su veteranía y el otro con su juventud acabaron haciendo lo mismo. Y es que lo que está ocurriendo lo ve todo el mundo, incluido Lim, con la diferencia de que el máximo accionista tiene claras sus prioridades y le da igual. Las evidencias son tan grandes que ni Solís escurre ya el bulto cuando le preguntan en las previas de DAZN.
La preocupación es máxima por la certeza de que los fichajes que no van a llegar son del todo necesarios. Y ante eso no queda otra que respirar profundo y tener presente cuál era el objetivo de la temporada. El equipo llega con la lengua fuera a los momentos decisivos, está obligado a fiarlo casi todo a no encajar y, aunque Bordalás lo destacó como una virtud de los suyos, van ya demasiados partidos sin apenas oportunidades que echarse a la boca.
Que los chavales tengan picos de rendimiento, algunos además muy acusados, es lo normal. Y aquí, cuando este fin de semana se cumplen siete años del «fuori» de Prandelli, el final de la película se sabe de sobra… Los datos de la desinversión en la plantilla son escalofriantes y confirman la realidad de que la ‘fiesta’ no la está pagando Lim sino una plantilla cada año más devaluada. Una espiral en la que a peores resultados deportivos, más bajos ingresos económicos. Que a estas alturas haya un equipo más comprometido que con Gattuso y también menos nivel en Primera es un pobre consuelo. O mucho cambian las cosas o se va a sufrir. Y eso significa que hay que estar con el equipo. Solo y nada más que con el equipo.