La sorpresa ha sido mayúscula en todos los estamentos del partido. La vuelta de Javier Arenas, el hombre que lo ha sido todo en el PP —tres veces ministro, vicesecretario y secretario general, presidente del partido en Andalucía, diputado y senador— a la primera línea, cuando ya parecía que su papel no podía tener más recorrido interno, ha desconcertado a dirigentes de peso en la cúpula, a muchos presidentes autonómicos y compañeros de escaño en ambas Cámaras. Nadie entiende las razones por las que Alberto Núñez Feijóo no solo lo ha recuperado como secretario general del grupo parlamentario en el Senado (donde tiene un papel muy importante en la estrategia contra el Gobierno), sino que le ha dado una silla en el comité de dirección del PP.
La imagen sorprendió el pasado lunes a muchos. En el núcleo duro del gallego confirman que el presidente tiene la potestad, según los estatutos, de «invitar a quien considere» a las reuniones de la dirección de manera puntual o permanente aunque no ostente un cargo orgánico de la dirección. En el caso de Arenas será permanente.
El análisis y la especulación recorren todos los niveles y los territorios: Arenas se lo sabe todo en el PP y en la política. Su relación personal y afinidad con Feijóo ha pesado mucho. Y el líder gallego lo quiere cerca. Sin embargo, en el partido no entienden por qué no ha contado con él como hasta ahora, consultándole, pidiéndole asesoramiento e incluso delegando en él las decisiones que crea oportunidas en ‘petit comité’. “Darle un asiento en el comité de dirección es un mensaje a todo el partido y al resto de integrantes de la propia dirección”, coinciden. Las críticas van en distintos sentidos. La que más se repite es el de la nota discordante en mitad de la reestructuración por la que tanto ha apostado Feijóo, sorprendiendo en muchos casos para bien a dirigentes de todas las sensibilidades.
La relación de Arenas con el pasado del PP, con algunos capítulos oscuros, y la sensación de tener al “padrino” manejando el poder interno no gusta a muchos dirigentes actuales. En el PP andaluz, quizá, la sensación de sorpresa ha sido mayor. Ya se quedaron descolocados en el verano con el nombramiento de portavoz en el Senado. Era un cargo provisional, pero muy simbólico. Y además, ese ascenso de Arenas coincidió con las horas más bajas de Elías Bendodo en Madrid. En las filas de Juan Manuel Moreno hubo quien hiló fino para entrelazar ambos sucesos, relacionando el ascenso del sevillano, aunque nacido en Olvera (Cádiz), con la caída en desgracia del malagueño.
Esa sensación se ha ido agudizando en las últimas semanas. Muchos populares andaluces están convencidos de que ha sido el sevillano quien ha susurrado a Feijóo al oído en contra del actual vicesecretario de política autonómica y local, con movimientos de última hora y filtraciones, asegurando que Bendodo lo que quería era volver a Andalucía. Un regreso que es “absolutamente falso”, según todos los protagonistas. “Solo puede quedar uno”, avisan quienes conocen a Arenas y Bendodo, dos dirigentes que para muchos de sus compañeros en el PP comparten más rasgos políticos de los que ellos mismos admiten y que nunca han sido ni amigos ni confidentes.
«Se equivoca»
“¿Esta es la renovación?”, se preguntan con sorna en el PP de Andalucía, igual que en otras comunidades. Y la conclusión también coincide: “Se equivoca”, aseguran fuentes próximas a Moreno sobre la decisión del gallego. El presidente andaluz siempre ha sido generoso con Arenas pese a que nunca fue ni su protegido ni su candidato.
Feijóo no ha dado explicaciones al resto de integrantes del comité de dirección sobre el aterrizaje de Arenas. Algunos señalan el lugar en el que queda la debutante Alicia García, nueva portavoz en la Cámara Alta, que tiene al político andaluz de número dos y también al lado en el comité de dirección. Lo que sí dejan claro en el entorno más cercano al líder conservador es que “la decisión está pensada y meditada”, y afirman que si Feijóo, que ya consultaba a menudo a Arenas, ha querido incluirlo en las reuniones clave para el partido de los lunes “es que tiene plena confianza en que ese es su sitio y que podrá aportar a todos los demás”. Algunos dirigentes veteranos también señalan la buena relación que Arenas mantiene tanto con José María Aznar como con Mariano Rajoy, una imagen de reconciliación que se ha producido en los últimos meses en torno a Feijóo y que para el gallego ha sido muy importante. “Arenas también puede tener un papel ahí”, aseguran.
La realidad es que el político andaluz lleva de salida desde que el 25 de marzo de 2012 consiguió una victoria histórica para su partido en Andalucía que, sin embargo, le acarreó el mayor fracaso de su carrera política: se quedó al borde de la mayoría absoluta. “Así es Javier”, avisan los suyos, “nunca hay que darlo por vencido”. “Él no sabe irse”, insisten sus amigos.
Solo tuvo un paréntesis en el poder eterno que ejerce cuando Pablo Casado estuvo al frente. Arenas se refugió entonces en el PP de Sevilla, donde nunca ha dejado de mover hilos en la sombra. El presidente Moreno, en un alarde de generosidad política, lo hizo senador por designación autonómica, con la oposición frontal de Génova porque Casado, en realidad Teodoro García Egea también, no querían que repitiera bajo ningún concepto.
Se garantizó así su aforamiento en un momento en el que el extesorero Luis Bárcenas apuntaba a Arenas cada vez que abría la boca. Moreno permitió que el veterano andaluz tuviera un despacho en el Parlamento para que “se dedicara a sus cosas”, ya desprovisto de galones. Y volvió a demostrar que tenía fuelle para rato cuando el PP andaluz se enfrentó a Génova por el control del partido en varias provincias. Por supuesto, el polvorín andaluz se enquistó especialmente en la provincia sevillana bajo la sombra alargada de Arenas.
La revancha, a su tiempo
El barón andaluz lo mantuvo en el congreso regional de noviembre de 2021, tras una rectificación porque en los primeros estatutos el nombre de Arenas había desaparecido. Se cuidó mucho de despreciar su poder o condenarlo al ostracismo y nunca se ha enfrentado a él. “Su trato hacia Javier ha sido siempre exquisito”, recuerdan un presidente provincial.
La pugna interna ya se entrevió en el momento en el que Feijóo ascendió a la presidencia del PP en la primavera de 2022. Entonces Arenas aseguró a personas de su confianza que “la generación perdida”, aquella con la que Casado había roto tras el escándalo del tesorero Luis Bárcenas o los pagos en B, volvería con el líder gallego a la primera línea. De hecho, en febrero de 2022 salieron publicadas informaciones donde se sostenía que Arenas era quien estaba pilotando en la sombra el equipo con el que regresaría Feijóo.
Desde Andalucía se encargaron rápidamente de cortocircuitar ese mensaje. Arenas, decían entonces, tendría “un retiro dorado” pero no volvería a mandar como antes. Aquel momento fue curioso. En el entorno de Moreno aseguraban que el hombre del PP de Andalucía en Madrid sería Bendodo.
Entre los fieles que siempre ha tenido Arenas deslizaban que Bendodo era “pies y manos” de Moreno en Andalucía y que nunca se iba a ir a Génova, apuntando a la conexión personal del veterano con Feijóo. Aquel primer asalto ya se sabe que lo ganó la actual cúpula andaluza. Pero Arenas tiene años, experiencia y tiros políticos como para saber esperar sin ansiedad. En esta nueva dirección de Feijóo se ha tomado su revancha. En el PP andaluz disimulan el malestar, Moreno sigue siendo elegante aunque esta vez se le nota más el disgusto.