Un grupo de médicos, investigadores en salud, representantes de pacientes y políticos británicos ha escrito una carta al Gobierno de Reino Unido pidiéndole revertir el consumo de antidepresivos en las islas, donde está cercano a duplicarse en solo 10 años.
Publicada en la revista médica The British Medical Journal, recuerda que su consumo no es inocuo y advierte de que se están medicalizando «los efectos de las desventajas y las privaciones».
La tendencia al uso excesivo no es exclusiva de los británicos: en España su consumo ha crecido un 249% en dos décadas. A pesar de este incremento, las cifras todavía están lejos de las del Reino Unido, donde 138 personas de cada mil toman una dosis diaria, siendo uno de los consumos más altos de países de la OCDE (en España es de 98,4 por cada mil).
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Los autores de la carta apuntan que cerca del 20% de los adultos británicos toman antidepresivos, unos 8,6 millones al año. El número de recetas ha pasado de 47,3 millones en 2011 a 85,6 millones entre 2022 y 2023.
Además, la duración media del tratamiento ha aumentado, siendo la mitad de los pacientes consumidores a largo plazo.
Recientemente, el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención, conocido por el acrónimo NICE, publicó unas guías de tratamiento de la depresión en Reino Unido. En ellas, se simplificaba los tipos de depresión a dos: no grave y grave.
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El primer caso engloba a lo que antes era la depresión subclínica, la leve y la moderada. Para este grupo no está recomendada la prescripción de antidepresivos, a menos que el paciente los pida.
En cambio, se proponen intervenciones como la autoayuda guiada, la terapia cognitivo conductual individual y grupal, la meditación o la psicoterapia.
Pese a ello, los autores de la carta publicada en The BMJ apuntan que estudios en Reino Unido señalan que el 58% de los que toman antidepresivos no reúnen los criterios para el diagnóstico, y que el 69% de los diagnosticados con depresión en atención primaria mayores de 65 lo están de la tipología leve.
Síndrome de abstinencia
Para incidir en esta prescripción excesiva de psicofármacos, apuntan que encuestas en Estados Unidos revelan que el 26,4% de las personas que toman antidepresivos reportaban síntomas leves, para los que la medicación no estaría recomendada.
El consumo de antidepresivos se asociado a numerosos efectos adversos, desde el aumento de peso o la disfunción sexual al sangrado o las caídas.
Además, generan un fuerte síndrome de abstinencia, algo que, como apuntaba el farmacéutico Miguel Vázquez en este reportaje de EL ESPAÑOL, es algo a lo que no se había prestado especial atención hasta el momento.
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«Es algo poco conocido y no se le daba mucha importancia. Al principio parecían fármacos que no daban síntomas de abstinencia y luego se ha visto que, al igual que las benzodiacepinas, sí lo hacen».
Entre los síntomas que se relacionan con la abstinencia están el dolor de cabeza, las náuseas, los calambres o la vuelta de los pensamientos depresivos. Por eso se recomienda siempre la retirada gradual de la medicación en lugar de un frenazo en seco.
Los autores de la carta al The BMJ inciden en que la mitad de los pacientes británicos experimentan estos síntomas y, de ellos, la mitad los describen como graves, además de poder durar semanas o meses.
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Asimismo, piden frenar la prescripción de psicofármacos en nuevos pacientes para depresión leve, la adherencia a las guías NICE para la prescripción segura de los medicamentos y la buena gestión la abstinencia y fomentar las intervenciones psicosociales y de estilo de vida.
Reclaman además una línea teléfonica o un página web que proporcione ayuda para gestionar los síntomas de la abstinencia.
«Finalmente, esperamos que otros países con altos niveles de prescripción de antidepresivos se comprometan también a revertir sus tasas». La advertencia a países como España es clara.
Primaria saturada y antidepresivos
Nuestro país está entre los primeros de la OCDE en consumo de psicofármacos por habitante. En 2022 se consumían 98,4 dosis diarias de antidepresivos por cada mil habitantes, una cifra que aumentaba un 6,1% respecto al año anterior, pero lo hacía un 249% respecto a hace 20 años.
Es decir, desde inicios del siglo XXI el consumo de estos medicamentos se ha multiplicado por 3,5. Solo Islandia, Portugal y Suecia tenían un consumo superior (los datos de Reino Unido de la OCDE corresponden a 2021 y se basan en un una metodología distinta para obtenerlos).
El catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Cano Vindel recordaba, hablando para este periódico, que los antidepresivos «pueden ayudar y ayudan, y por eso se venden en farmacias y tienen ensayos clínicos que los apoyan».
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No obstante, solo bloquean las emociones y no sirven para cambiar los pensamientos ni la conducta, por que lo que no atacarían la raíz del problema.
Sin embargo, es la solución fácil para un sistema sobresaturado. «Dos de cada tres casos de ansiedad y depresión se quedan en la atención primaria. El médico tiene cinco minutos para atender cada caso: si alguien llega y le dice ‘duermo poco’, le da un antidepresivo; si es ‘estoy nervioso’, un tranquilizante; si ‘estoy bajo de ánimo’, un antidepresivo… Solo un 20% de estas personas está bien diagnosticado».
A este hecho se une el bajo número de profesionales de salud mental trabajando en la sanidad pública. Según el Consejo General de la Psicología de España, en nuestro país hay seis psicólogos públicos por cada 100.000 habitantes, muy lejos de la media europea de 18.
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