Tuvieron que pasar 582 minutos para que los aficionados del Mallorca celebrasen un gol de Cyle Larin. El delantero canadiense, negado ante la puerta contraria desde su llegada a la isla, se liberó de su mala puntería ayer frente al Sevilla marcando el único tanto del partido y que le dio la victoria a los bermellones en un choque crucial.
Javier Aguirre apostó por él frente al conjunto andaluz y la apuesta le salió perfecta. Lo que en otros partidos se le negó, ayer le fue entregado. Apenas habían pasado diez minutos cuando el atacante cazó un rebote proveniente de Samú Costa. Controló y, sin pensárselo mucho, fusiló a Dmitrovic con la pierna izquierda, empleando el exterior de su bota y sorprendiendo a todo el mundo, incluso a Gudelj, que se maldijo por dejarle pensar tanto tiempo.
El canadiense explotó en la celebración del gol y allí se equivocó en un feo gesto que ensombrece la importancia de su tanto. Fueron pocos segundos, pero antes de abrazarse con dos amigos en las grada, mandó callar a la afición. Un ademán que no venía a cuento, y más cuando la afición le ha estado apoyando todos estos partidos de sequía siendo uno de los fichajes más caros de la historia en el club y tardando varias semanas en ponerse en forma tras un verano muy removido.
Celebraciones al margen, Larin al fin se desquitó y pudo marcar, su principal cometido en el equipo. Sus compañeros le felicitaron y muchos meses y partidos después volvió a sonreír. Junto a Rajkovic, le dio al Mallorca su primer triunfo en Son Moix y el segundo en Liga diez jornadas después.
Tanto Aguirre como futbolistas de la plantilla han asegurado que al marcar el primero el resto entrarían solos. Ahora le toca a él, al que el mexicano dará continuidad en el once, demostrar que sus afirmaciones son ciertas. La presión de no marcar en Liga ya ha desaparecido. Ahora debe trabajar en tener continuidad y mejorar sus prestaciones en el campo. Como poco, podrá disfrutar de su primer domingo feliz en la isla.