Cada 8 de diciembre todos los caminos conducen a San Fernando de Catamarca. Esta tranquila ciudad se desborda de fieles, convocados por un anhelo común: rendir homenaje a su Virgen Madre. De los cuatro puntos cardinales miles de peregrinos colman rutas, calles, plazas y bares. Los puntos neurálgicos son la Catedral y La Gruta, destinos obligados de esta celebración. Los devotos de la Virgen del Valle se cuentan por miles, y los accesos a la capital catamarqueña se vuelven lentas procesiones a paso de hombre. La gente llega de todo el país, caminando, en bicicleta, en moto, en grupo, solos…La multitud se hace una, mediante la fe. Y, entre rezos y ofrendas, va desgranando su rosario de ruego, agradecimiento y esperanza.