Un descubrimiento anunciado en junio de 2023 ha desatado un terremoto que podría tumbar algunas ideas asentadas sobre qué es la vida humana. Un laboratorio del Reino Unido anunció que había fabricado por primera vez un embrión humano sintético. Desde entonces, se han multiplicado los anuncios parecidos desde otros laboratorios.
Hasta la fecha, un embrión humano se obtenía con óvulos y esperma, sea en un vientre o in vitro. Ahora, se pueden coger células de un adulto y tratarlas hasta obtener un conglomerado que es difícilmente distinguible de un embrión.
Desde el pasado mes de junio, varios equipos de científicos han anunciado la creación de embriones humanos artificiales
Los embriones artificiales son prometedores para estudiar por qué tantos embarazos fracasan y el origen de malformaciones graves. Pero están en un vacío legal: no está claro que sea vigente la regla de no hacerlos crecer más allá de 14 días, que se aplica a los embriones experimentales hechos con óvulos y esperma. ¿Podría un científico sin escrúpulos implantar un embrión sintético en un vientre?
Los embriones artificiales son prometedores para estudiar patologías, pero están en un vacío legal: ¿podría un científico sin escrúpulos implantar uno en un vientre?
Y hay más. Fabricar un vientre artificial se antoja como un reto relativamente más fácil que fabricar un embrión artificial. ¿Llegará un día en que estos embriones se puedan gestar fuera de un vientre?
Frente a estas preguntas, muchos científicos aborrecen el término ‘embriones sintéticos’ y abogan por referise a ‘modelos de embriones basados en células madre’. Sin embargo, otros creen que pasar de un modelo a una copia exacta es sólo cuestión de tiempo. Definir la línea que separa las dos cosas no es fácil.
Algunos científicos defienden como alternativa los embriones no-integrados: permiten generar tejidos, que no imitan del todo un embrión, y no se pueden implantar
Empecemos por el principio. El terremoto se desató en junio, cuando la bióloga Magdalena Żernicka-Goetz anunció en un congreso la obtención de embriones sintéticos en su laboratorio de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Poco después, en septiembre, Jacob Hanna, investigador del Instituto Weitzmann en Israel, publicó que había conseguido lo mismo con otro método. Mientras Żernicka-Goetz modificó genéticamente las células madre, Hanna lo hizo sin modificación genética.
En las semanas sucesivas, otros laboratorios dieron a conocer a toda prisa que también estaban trabajando sobre el mismo tema. «De pronto nos dimos cuenta de cuánta gente estaba trabajando en ello en el mundo», afirma Sergio Pérez Acebrón, biólogo de la Universidad de Heidelberg.
Los científicos buscan observar la gastrulación, la fase del desarrollo en la cual se forman tres capas que originan todos los órganos
Żernicka coge células madres pluripotentes y las modifica genéticamente para que se organicen como embriones. Hanna ni tan sólo hace modificación genética: mezcla diversos tipos de células en un determinado cultivo y aplica un protocolo que consigue que se estructuren como embriones. «Las células tienen información genética para organizarse espontáneamente en estructuras muy parecidas a embriones humanos», observa Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC).
«Es una tecnología que no se basa en la comprensión completa de un sistema vivo, sino en guiarlo para que exprese sus potencialidades. Se parece más a la jardinería que a la ingeniería», explica Ben Harlbut, investigador en bioética de la Arizona State University.
Observar la gastrulación
La motivación científica para desarrollar un embrión sintético es quitar el velo sobre un momento clave del desarrollo embrionario: la gastrulación, la fase en la cual se forman tres capas que originan todos los órganos.
En los peces y anfibios, esta fase se puede observar porque sus huevas son transparentes. En los mamíferos, ocurre bajo el envoltorio del endometrio y queda oculta a la mirada de los científicos. Los embriones sintéticos permiten mirar qué ocurre en una placa de laboratorio.
«La cuestión no es si son embriones o no, sino cuáles son los límites y quiénes los van a establecer»
«Con ello, se podría mejorar la fecundación in vitro y estudiar enfermedades congénitas, como las malformaciones de la columna vertebral», apunta Alfonso Martínez-Arias, biólogo de la Universitat Pompeu Fabra.
«Los modelos de embriones se podrían usar también como reactores, para generar toda clase de tejidos«, señala Acebrón. Por ejemplo, se podrían generar óvulos sanos para mujeres que no los tienen.
Sistema alternativo
Todo ello se podría alcanzar con un sistema menos controvertido, en el cual trabaja Martínez-Arias, entre otros: los modelos de embriones no-integrados, artefactos que pueden generar una variedad de tejidos, que no imitan del todo un embrión y no se pueden implantar.
También estos modelos plantean retos éticos. Por ejemplo, se podrían usar para generar muchos óvulos y seleccionarlos de forma eugenésica. Sin embargo, son los modelos integrados (como los de Hanna y Żernicka) los que generan más controversia. Las aplicaciones imaginables incluyen producir clones o gestar el embrión sintético fuera del vientre.
En la actualidad, la barrera principal es técnica. «La eficiencia del proceso es paupérrima. Se obtiene sólo un embrión de decenas de intentos», observa Montoliu. Los experimentos de implantación en ratones han conseguido «animales muy dañados», explica Martínez-Arias. Los intentos en macacos han fracasado.
Las aplicaciones imaginables incluyen producir clones o gestar el embrión sintético fuera del vientre, pero aún hay barreras técnicas
«Se ha exagerado mucho lo que se está haciendo. Es peligroso y puede perjudicar a la investigación», afirma el científico, que defiende que los modelos no-integrados son mucho más fiables y reproducibles.
Sin embargo, los obstáculos técnicos podrían caer pronto. «Algunos modelos celulares se parecen mucho a los embriones y se van a ir pareciendo cada vez más», advierte Pérez-Acebrón. «Un especialista detectaría diferencias, pero la verdad es que se parecen mucho», coincide Montoliu. Entonces, ¿son embriones como los otros, o no?.
«Algunos modelos celulares se parecen mucho a los embriones y se van a ir pareciendo cada vez más»
Diversos científicos coinciden en un criterio: se tienen que considerar embriones si, una vez implantados, pueden dar lugar a un feto. Si no, no lo son. Cómo ahora la viabilidad es dudosa, mucho creen que habría que llamarles modelos de embriones.
«Es una manera de utilizar el lenguaje para no tener que enfrentarse a determinados problemas», replica Inmaculada de Melo-Martín, bioética actualmente en visita en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Si el criterio es la implantación y esta está prescrita, entonces el criterio no aguanta, según Harlbut.
«Aunque no sean embriones, su parecido puede generar rechazo en la ciudadanía. Puede parecer que estamos creando personas en cultivo», afirma Acebrón. Martínez-Arias cree que no habría que generar estructuras complejas como un embrión sintético si se puede alcanzar lo mismo con modelos más simples.
«La cuestión no es si son embriones o no, sino cuáles son los límites y quienes los van a establecer. Que los hayan creado los científicos no quiere decir que tengan que decidir sólo los científicos. Hay preguntas sobre la dignidad humana y nuestra responsabilidad hacia ella. Son preguntas para toda la sociedad», concluye Halrbut.