El día de esta semana que quedamos con el polaco Piotr Dukaczewski no tenía partida. Necesitaba descansar después de una jornada competitiva intensa. “Es muy duro este torneo para mí. Hay muchos jugadores muy buenos y jóvenes”, dice medio riendo. El torneo al que se refiere es el Llobregat Open Chess que se está celebrando en Sant Boi -«el torneo abierto más fuerte de Europa», como dice Miguel illescas– y que este viernes baja el telón. De los 240 participantes, Piotr es el último del ránking. Es también el único que es ciego.
“Normalmente, juego contra jugadores que tienen un hándicap. Es más fácil porque todos tenemos el mismo tipo de problemas. Aquí necesito mucha concentración y un estado físico fuerte para rendir con precisión después de tres o cuatro horas de juego. Es duro pero a la vez es un buen entrenamiento incluso si pierdo”, explica.
Dukaczewski, de casi 59 años, ha sido uno de los mejores ajedrecistas ciegos del mundo. Cuenta con un título mundial, varios subcampeonatos, varias participaciones en las olimpiadas ajedrecistas y es campeón en numerosas veces de su país para jugadores con problemas de visión. Sus días de máximo rendimiento hace tiempo que quedaron atrás. Aun así, se atreve a enfrentarse a maestros y jóvenes prodigios sin impedimentos visuales.
Aprendizaje temprano
Dice que lleva 50 años jugando. Su padre, un jugador amateur, le enseñó a los 7 y enseguida le fascinó. No obstante, cuando tenía 9 años sufrió una toxoplasmosis, una infección que gradualmente le dejó ciego por completo. Siguió disputando partidas abiertas, pero pronto descubrió que existe una histórica tradición entre el ajedrez y los que carecen de visión. “Al principio jugué torneos normales con la memoria; al cabo de un tiempo necesité un tablero especial. Y descubrí los torneos para ciegos”.
Nos enseña su tablero. “Lo tengo desde que era niño”. Cada pieza tiene una forma distinta en la cabeza que le permite reconocerlas con el tacto y cada casilla cuenta con agujero para clavar las piezas. “Tengo el tablero en mi mente. Puedo jugar sin tablero, solo diciendo los movimientos, eso no es un problema. Formalmente hace falta, aunque sea para el arbitraje. Pero, claro, sin tablero necesito más esfuerzo de concentración. Me resulta más fácil si de vez en cuando puedo tocar las piezas”.
En general, sus partidas se disputan con dos tableros. El suyo, que solo toca él, y el de su oponente, ya sin el acondicionamiento especial. Y verbalizan sus movimientos. A veces el rival prefiere no mantener comunicación alguna. Ya se sabe lo especial que pueden ser estos genios. Entonces necesita una asistente que le mueva las fichas en su propio tablero.
Trabajo en una ONG
Si alguien se pregunta si podría poner en aprietos a un gran maestro de los que hay en el mundo si se le pusiera una venda en los ojos, Dukaczewski respondería que no de forma concluyente. Ellos también tienen el tablero en la cabeza. “Y analizan variaciones muy rápidamente y con mucha precisión. Para los invidentes es imposible llegar a ese nivel”.
No, nunca un invidente podría ser campeón del mundo. “Aunque nosotros podemos jugar buenas partidas ante grandes maestros. Cuando están muy avanzadas y el reloj aprieta cometemos errores más a menudo porque necesitamos más tiempo para pensar la situación y analizar las variaciones. Lo mismo en el proceso de entrenar y practicar. Necesitamos más tiempo para asumir el mismo nivel de información”.
Cuenta que en su época semi profesional entrenaba tres o cuatro horas diarias. “Ahora son tres o cuatro a la semana”. Y se ríe. En Varsovia trabaja en una ONG para discapacitados que acomete proyectos en educación, deporte, rehabilitación y asuntos por el estilo a la vez que ha sido vicepresidente de la International Braille Chess Association (IBCA). Abandona Sant Boi con un saco de derrotas, pero el espíritu de superación intacto.