La bolsa vuelve a estar en el objetivo de los inversores. Las nuevas generaciones han hecho de las inversiones arriesgadas algo habitual en sus vidas. Las criptomonedas o la inversión en derivados basados en acciones de tecnológicas se convirtieron en los últimos años en ejemplo y paradigma de éxito de jóvenes con pequeños ahorros que ambicionaban el sueño millonario de los grandes popes de ‘startups’ de alta tecnología. Tras varapalos y éxitos repartidos por doquier, burbujas y desplomes, la inversión en criptomonedas vuelve con renovadas esperanzas, lo mismo que la compra de metales preciosos como el oro (actualmente en máximos) o incluso la inversión inmobiliaria compartida a la sombra del boom inmobiliario o la rentabilidad del alquiler (vacacional o de subsistencia). En esa vorágine de sueños de alto copete inversor, la bolsa vuelve a estar en el candelero tras un año de revalorización destacable (más del 20%) y promesas por parte de analistas de subidas de doble dígito (más del 10%) para 2024, con previsión de bajada de tipos de interés. Aquí algunos elementos a tener en cuenta.
Medir el riesgo
Pero las promesas de revalorización de cualquier inversión están asociadas a niveles de riesgo. Los bancos son expertos en vender productos en los que establecen perfiles de riesgo en función de la edad del cliente o el riesgo que se quiere asumir. Los más jóvenes son carne de cañón de ese mercado de alto riesgo y promesa de éxito en forma de ingreso suplementario al salario. La bolsa es arriesgada por naturaleza y es necesario informarse y asesorarse.
La proporción renta variable/ renta fija
Vuelve en la recta final de año la recomendación estrella en el pasado para esos ahorradores ávidos de rentabilidad por encima de todas las cosas. Los expertos en bolsa hablan siempre de la cartera 60/40 como piedra filosofal de ese vademécum del inversor infalible, pero que en los últimos años causó múltiples dolores de estómago. Ahora revive con fuerza y puede ser una guía adecuada para el inversor novel pero deseoso de emociones.
La idea es que la cartera 60/40 incorpora un 60% de acciones y un 40% de renta fija. En ocasiones, se incorpora un 20% de materias primas para minimizar más riesgos a costa de acciones o deuda pública. El axioma inversor típico es que esa diversificación permite «beneficios de descorrelación» o dicho en roman paladino, que no todo se vaya al traste de un plumazo por un elemento coyuntural inesperado. Lejos estamos de aquellas burbujas en las que el criterio de inversión era apostar al precio más bajo, porque todo subía. O aquello de emular a los referentes (por ejemplo, donde invierta CaixaBank) para seguir al más listo. Ahora toca, en punto de inflexión anunciado, jugar un poco a todo y esperar que las grandes subidas de algo compensen la atonía del resto.
Datos pasados no implican rentabilidades futuras
El mes de noviembre otorgó un empujón histórico a la rentabilidad. Las carteras invertidas un 60% en bolsa y un 40% en deuda lograron retornos del +9,6%, convirtiéndose según los datos de Bank of America en el mejor mes desde diciembre de 1991 en EEUU, en plena euforia por la desintegración de la antigua Unión Soviética.
La clave del 60/40
La gestora Allianz Global Investors calcula en su informe para 2024 un mensaje de tranquilidad en las perspectivas para una cartera tradicional que combine bolsa y deuda. «Como consecuencia de la incertidumbre y de la subida de los tipos, entendemos la fiebre por el efectivo. Pero creemos que, en 2024, la renta fija y, a más largo plazo, la renta variable y otros activos ofrecerán un potencial mucho mayor de rentabilidad total».
La inflación
Según Rothschild, «la inflación europea fue menor de lo esperado. La inflación está bajando en todo el continente y de forma generalizada (alimentos, energía, bienes y servicios), por lo que habrá menos presión sobre la política monetaria europea en 2024». Si los tipos de interés bajan, lo lógico es que la bolsa tienda a subir, por lo que el tener un peso de acciones en la cartera del orden del 60% debería beneficiar al inversor.
Los expertos dudan de que la situación anómala de los últimos años vuelva a repetirse y que el mal comportamiento de las carteras 60/40 vuelva a repetirse. La subida rápida de los tipos desplomó el precio de la deuda y elevó la rentabilidad exigida. Ahora las perspectivas pueden cambiar, pero de manera lenta haciendo que la deuda pública sea atractiva en plazos cortos.
Renta fija
«Las perspectivas para la renta fija global en 2024 son en general positivas. Todavía hay mucha incertidumbre en la economía y los mercados, pero la combinación de unos atractivos rendimientos totales y los riesgos de ver algún tipo de desaceleración económica mundial el próximo año debería ser buena para estos activos», destaca en su último informe la gestora Payden & Rygel.
En las últimas jornadas la gestora de BBVA había calificado incluso la renta fija como el activo estrella para 2024, ante la previsión de que pueda «ofrecer entre un 3% y un 5% con riesgo limitado», unos porcentajes que ejercerían de colchón en las carteras 60/40. El dividendo de las empresas es un factor clave a la hora de elegir una acción concreta frente a un índice. La rentabilidad por dividendo es crucial para equilibrar inversiones.
Cartera dinámica
Pero la clave en bolsa sigue siendo aquello de estar preparado para vender y comprar al ritmo de tendencias y, sobre todo, evitar luchar contra los movimientos generalizados. Y esa obligación de dinamismo, el estar pendiente, es el gran freno para que el inversor poco activo se lance a la bolsa. Es necesario estar atento, vender cuando se llega a un umbral y asumir pérdidas. Comprar cuando la tendencia alcista es clara, con mínimos crecientes y volúmenes claros. Y entre comisión y comisión de compraventa tener recursos suficientes para encargar la declaración de la renta a final de año a un profesional.
Las rebajas de tipos esperadas para 2024 se presentan como un estímulo para que la bolsa siga subiendo. Incluso aunque la economía vaya a ir peor de lo esperado como los más pesimistas auguran.
Las perspectivas de Banco Sabadell y de CaixaBank para 2024
La delegación catalana del Instituto Español de Analistas organizó este lunes en Barcelona una jornada de análisis sobre los desafíos económicos de 2024. Las conclusiones del encuentro dibujaron claramente las luces y sombras que rodean al inversor este próximo ejercicio. La presidenta de la delegación catalana del Instituto, Margarida Gabarró, defendió el papel de los analistas como profesionales útiles en estos momentos de inteligencia artificial y algoritmos que amenazan con tomas de decisiones de forma autónoma.
Sofía Rodríguez, economista jefe de Banco Sabadell, y Enric Fernández, economista jefe de CaixaBank, fueron los encargados de dibujar ese panorama que viene, influido por un entorno económico complejo, aspectos fiscales de creciente importancia y el quebradero de cabeza que supone la inflación.
Sofía Rodríguez explicó que aunque «el proceso de desinflación ha avanzado de forma importante, persisten presiones al alza sobre los precios que pueden tener carácter estructural debido a las condiciones geopolíticas, la climatología y la evolución salarial». Rodríguez añadió que el «entorno económico global es frágil y está expuesto a un contexto geopolítico complejo» y que «seguiremos viendo los impactos de la política monetaria restrictiva los próximos meses». No obstante, recordó que «está teniendo lugar un destacado desacople entre lo que el mercado espera de la política monetaria en adelante y las declaraciones de los bancos centrales».
En cuanto a las perspectivas de la economía española para 2024, Enric Fernández mencionó que se espera que la debilidad económica actual «se extienda durante comienzos de 2024» pero que «la recuperación de la demanda externa y de la inversión, junto con una mayor tracción de los fondos europeos» alienten una mejora a lo largo del año. No obstante, según el economista jefe de CaixaBank, «España deberá reducir progresivamente su déficit fiscal y ganar margen de maniobra por si se materializaran nuevos shocks».