Escribía Martín Fierro que “soy toro en mi rodeo y ‘torazo en rodeo ajeno” para ponderar la bravura superior en campo ajeno como sinónimo de coraje. No hay dudas de que el Atlético de Madrid ha crecido como equipo y como club de manera exponencial desde la llegada de Diego Pablo Simeone, que lo ha llevado a dominar incluso en rodeo ajeno.

Cuando el Atlético visita Barcelona suele ser muy recurrente el debate sobre el estilo, probablemente por la propuesta antitética que abanderan Simeone y cualquiera de los inquilinos del banquillo azulgrana, sea Xavi, Guardiola o hasta Setién. La prosa cholista frente a la poesía de La Masia. Pero en este partido parecía que el paradigma había cambiado porque este nuevo Atlético ha abandonado su perfil comanche para ser más asociativo.




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El Barcelona – Atlético de Madrid, en imágenes

Se habla poco, sin embargo, de la costumbre que tiene el Cholo de achicarse en la pizarra cuando visita el Camp Nou o el Bernabéu. Por qué atrinchera a los suyos ante su área y lo hipoteca todo a vivir de alguna cuchillada en una contra. Son ese tipo de partidos que no gustan a Joao Félix, que esta misma semana declaraba con ese oportunismo chabacano que destila cada vez que habla de los rojiblancos: “Prefiero el estilo del Barcelona al del Atlético de Madrid, yo y todos los jugadores. También los del Atleti preferirían jugar más tiempo en ataque, si no responden eso están mintiendo”.

El Barça fue muy reconocible desde el inicio, hasta el punto de ser el Barça más Barça de la temporada. Y el Atlético se volvió a arrugar por alguna extraña razón. Koke andaba a la deriva y a los doce minutos ya habían podido marcar Raphinha y un par de veces Lewandowski, solo con apretar arriba ante la salida tocando de los rojiblancos. Aún así, a la media hora el Atlético había dispuesto de varias contras con Nahuel, Hermoso y Griezmann fallando ocasiones llegando desde atrás.

El gol de Joao Félix

En medio de esas idas y venidas Joao Félix marcó un gol muy suyo. Un remate de terciopelo que le sirvió para reivindicarse en las barbas de un Simeone que detesta al portugués por su falta de compromiso. De hecho, el portugués daba la razón a Simeone al confirmar que es jugador de partidos, concretamente de los que le apetecen. Este Joao Félix habría triunfado en el Atleti si hubiese jugado así, pero nunca estuvo por la labor de trabajar así durante toda una temporada. Había otra noticia mala para el Cholo, cuatro faltas y tres amarillas (Witsel, Giménez y Koke) señalaban a la defensa de este Atlético que confirmaba las sospechas y se parecía al de sus visitas al Camp Nou, no al de esta temporada. Un equipo agazapado, cuando no acobardado. Oblak lo dejó claro: «No sé por qué desde el inicio ninguno quería el balón, nadie quería jugar. Si lo hubiéramos hecho desde el principio como en la segunda parte, habríamos podido sacar algo positivo. Hemos tirado la primera parte».

FC Barcelona – Atlético de Madrid EFE


Dejó en el vestuario Simeone a Molina, Giménez y Riquelme tras el descanso colocando en el campo a Lino y Llorente en los carriles y a Azpilicueta en el eje de la zaga. El Atlético seguía regalando mucho atrás a un Barça sin puntería, lo que salvaba a los de Simeone. Raphinha mandó un disparo al palo, lo que operó como un chispazo en el Atlético, que en la siguiente jugada veía cómo Griezmann la mandaba al lateral de la red de Peña. A la hora de partido Simeone ya había hecho cinco cambios, entrando Memphis por Morata y Saúl por Koke. Mal lo veía.

Y esa revolución y la recolocación del equipo empujó al Atlético hacia arriba y amedrentó a un Barcelona al que le temblaban las piernas por la renta mínima que defendía en el marcador. Peña salvó el empate en do ocasiones decisivas y el partido murió en el área azulgrana. Un Atlético más parecido al visitante funcionarial que pisa el Camp Nou o el Bernabéu que al que embelesa esta temporada se marchó de vacío de Montjuic porque no salió, una vez más, a ser ‘torazo’ en rodeo ajeno. Simeone sigue sin ganar en Barcelona. Y 17 partidos después no puede ser casualidad. Es su asignatura pendiente.