Este domingo los andaluces están llamados a salir a la calle desde varios frentes. El Foro Economía y Sociedad ha pedido movilizarse con el lema ‘Yo defiendo Andalucía. Con respaldo de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), la asistencia del presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, y la implicación activa del PP, se presentan como la sociedad civil llamando a defender una comunidad de primera. La Plataforma 4D, compuesta por sindicatos, las mareas de la sanidad y los partidos más a la izquierda, como Por Andalucía o Adelante Andalucía, piden salir “en defensa por la sanidad, los servicios públicos y en la lucha por la paz”.

Dos convocatorias de naturaleza muy distinta, una misma intención, que la sociedad andaluza se reivindique como hizo el 4 de diciembre de 1977, cuando encendió el interruptor del proceso autonómico andaluz en una manifestación histórica y multitudinaria que desbordó a los partidos políticos. Millón y medio de personas clamó en las ocho capitales andaluzas por la dignidad de un pueblo andaluz condenado al analfabetismo, la emigración y el paro.

El PSOE ha optado por su propia fiesta y el primer presidente de la autonomía andaluza, Rafael Escuredo, premiará en Coria del Río (Sevilla) al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, por sus conquistas sociales y porque bajo su presidencia se aprobó la reforma del Estatuto de Autonomía de segunda generación, en 2007. Un texto que copió la ambición autonomista del Estatut calatalán, que se libró del cepillo del Tribunal Constitucional, salvo en la gestión exclusiva del Guadalquivir, y que está sin desplegar en parte de sus nuevas competencias.

¿Es posible que el sentimiento de agravio germine? ¿Hay caldo de cultivo en la sociedad andaluza para que los andaluces se pongan en pie de guerra y perciban una amenaza en los pactos cerrados por Pedro Sánchez para su investidura? Un politólogo, Jesús Jurado (1987), un historiador, Javier Contreras-Becerra (1984) y un profesor de historia del Derecho, Rubén Pérez Trujillano (1991), los tres nacidos en plena autonomía, con menos de 40 años, consideran que algo está germinando pero que el sentimiento andalucista está muy lejos del de 1977.

Una fiesta, no una protesta

“Lo primero que falla desde hace tiempo es que el andalucismo que se construye con ‘la generación del mollete’ es festivo, celebrativo, no reivindicativo. No tiene esa capacidad de antagonismo que es lo que hace salir a la gente a la calle y que se movilice”, explica Jurado, autor de “La Generación del Mollete” (Editorial Lengua de Trapo). Un interesante ensayo sobre la eclosión de un nuevo sentimiento andaluz, que está de moda culturalmente, entre los ‘millennials’ andaluces, una generación que creció dando la autonomía por hecha y que celebraba el 28-F desayunando pan con aceite en el colegio y tocando el Himno de Andalucía en la flauta.

“El sentimiento andaluz está muy fuerte pero no es contra nadie ni contra nada, no hay una construcción del adversario. El PP de Juan Manuel Moreno, igual que antes el PSOE de Susana Díaz, habla de andalucismo y defiende ese sentimiento para movilizar a los andaluces pero en realidad para ellos funciona el ‘cuanto más andaluz, más español’”, avisa el politólogo. “Los andaluces han salido a la calle aquí por lo mismo que los madrileños en Madrid, por más que lo quieran vestir de verde y blanco, se defiende una idea de España que le funciona a la derecha en el resto del país exactamente igual que aquí”, explica sobre las últimas movilizaciones promovidas por el PP por la igualdad de los españoles.

Sin consenso

“El andalucismo es un sujeto por articular. El sentimiento de agravio existe pero no es por la amnistía sino por la sensación de que otras comunidades reciben y consiguen del Estado mucho más que Andalucía. En la Transición los problemas estaban perfectamente identificados, el colonialismo, el subdesarrollo. Ahora el andalucismo no tiene ni construcción social ni teórica. No hay consenso ni en el diagnóstico ni en las soluciones. Para algunos la solución pasa por tener representación política en Madrid, para otros la culpa es de 40 años de gobiernos socialistas, para el PP la fórmula es el andalucismo constitucional. Eso impide que se unan fuerzas, explica Jurado.

Javier Contreras-Becerra, doctor en Historia y profesor de instituto, avisa de que ahora el contexto es muy diferente. “Por primera vez en décadas hay un gobierno de derechas en Andalucía y el ambiente ideológico es diferente”, explica. A su juicio “hay una desarticulación, espero que momentánea, del andalucismo político”. En los años 80, el andalucismo “lo fagocitó” el PSOE, ahora se lo disputan PSOE, PP y partidos netamente andaluces, sin tutelas en Madrid, como Adelante Andalucía. Su compañera, Aracelia Sáez, licenciada en Derecho, habla mucho de “la peneuvización de la arbonaida (la bandera andaluza)” y del intento ahora de Juan Manuel Moreno, como antes de los socialistas, de “hacer del PP andaluz un nuevo PNV”.

«Hay un intento de Moreno de hacer del PP andaluz un nuevo PNV»

Contreras-Becerra, autor del libro “Cuando Andalucía despertó”, un análisis del movimiento social andaluz en la Transición, editado en Almuzara (ahora descatalogado), explica que en los institutos hasta este año no se ha empezado a estudiar el proceso autonómico andaluz. “La concienciación tiene que venir por la educación y por la cultura”, sostiene. “Si hubiera andalucistas que disputaran a los ‘youtubers’ de ultraderecha su terreno ideológico” todo sería muy diferente. A su juicio faltan divulgadores del andalucismo entre los más jóvenes y así es difícil que prenda ninguna movilización.

Momento dorado de ‘lo español’

Rubén Pérez Trujillano es profesor de Historia del Derecho en la Universidad de Granada y autor de “Andalucía y historia constitucional”, premio Blas Infante 2017, el parecido entre el momento actual y el 4-D de 1977 es que vivimos “un momento de crisis constitucional que necesita una respuesta”. “El andalucismo se está formando pero necesita aún años”, considera, está “gestándose de forma cultural y política”. En contraposición, en su opinión “el nacionalismo español vive un momento bastante dorado”, también entre los jóvenes. “El nacionalismo español no retroalimenta el andalucismo, lo eclipsa. En Cataluña es diferente. El nacionalismo español y el catalán sí se retroalimentan”, considera Pérez Trujillano. “En Andalucía no hay ese sentimiento de antítesis ni de alternativa. Es complementario, conviven, se acompañan”, por eso considera que el andalucismo es ahora mismo un movimiento “transversal”, “muchos partidos responden por andalucistas”.

Andalucía celebró en 2022 su primer Día de la Bandera el 4 de diciembre EFE


El furor andalucista el 4D es muy reciente. El PP lo agita hasta el punto de que Moreno ha pedido, en el debate del Estado de la comunidad de esta semana, el traspaso de Cercanías, como Cataluña, de la mano de la izquierda y con la abstención de un PSOE, que se quedó descolocado. Antes era cosa de los partidos nacionalistas de izquierdas. La fiesta oficial siempre ha sido el 28 de febrero. Es los años finales del socialismo, con Susana Díaz aún en la presidencia, cuando la fecha de diciembre empieza a coger brillo. En 2017, en pleno desafío secesionista catalán, algo empieza a moverse. El año pasado, el presidente Moreno aprueba por decreto que el 4-D se convierta en el Día de la Bandera. Este 2023, la efeméride llega en un contexto político nacional muy crispado, después de que PP y Vox hayan sacado a miles de ciudadanos a la calle contra la amnistía y los acuerdos de Pedro Sánchez con Junts y ERC.

Dos mundos

Entre 1950 y 1980 la emigración hacia el resto de España y el extranjero supuso la salida de 1,7 millones de personas, en una población inferior a los seis millones. Los andaluces marchaban a Francia, Alemania, Suiza, y a Cataluña, País Vasco y Madrid. El desempleo representaba el principal problema, como ahora, con una tasa de paro superior al resto de España en agricultura (16,3 % en Andalucía, 2,4 % en el resto de España), industrial (12,3 % frente al 9,5 %), construcción (33,9 % frente al 25,4%) y servicios (9,2 %, en comparación con el 5,9%). Era uno de los territorios con mayor índice de analfabetismo. En 1979, trece andaluces de cada cien, mayores de 14 años, no sabían leer ni escribir. Los problemas de los ‘milennials’ andaluces pasan hoy por la precariedad del mercado laboral, los bajos salarios o el acceso a la vivienda, igual que para el resto de jóvenes de España.