Los disturbios de la semana pasada en Dublín tras el apuñalamiento de tres niños y una mujer a la salida de un colegio han puesto sobre la mesa una realidad cada vez más palpable en Irlanda: el auge de grupos violentos de extrema derecha. Una situación que ha puesto en alerta tanto a las fuerzas de seguridad como a los principales líderes políticos, que están tomando medidas para evitar la propagación de noticias falsas y mensajes de odio en las redes sociales para prevenir nuevos episodios de violencia en las calles. El discurso de los grupos radicales, sin embargo, cuenta con un apoyo creciente de una población golpeada por la crisis de la vivienda y muy crítica con la llegada de refugiados en el país.
Las solicitudes de asilo alcanzaron un nuevo récord en 2022, con más de 13.000 casos registrados, a los que se suman cerca de 90.000 ucranianos que han sido acogidos desde que comenzó la invasión rusa. El aumento del número de inmigrantes y refugiados ha obligado al Gobierno a acelerar la búsqueda de alojamientos temporales y ha llevado a sus representantes a reconocer que están al borde de sus capacidades, algo que ha impulsado la propagación de mensajes como “Irlanda está llena” (Ireland is full) entre los grupos de extrema derecha en las redes sociales y que ha dado pie a un aumento de las movilizaciones en el último año.
La profesora Mary Gilmartin, colaboradora de la Comisión de Derechos Humanos e Igualdad de Irlanda, explica que hay un intento por parte de la derecha radical de responsabilizar a los solicitantes de asilo por el aumento del precio de la vivienda. “La extrema derecha busca grietas en el sistema que provoquen que la gente se manifieste y les permita hacerse con el control de la situación. En los últimos años ha habido protestas localizadas a pequeña escala contra el uso de recursos para alojar a los refugiados”. La profesora destaca que en muchos casos se intenta asociar a los solicitantes de asilo con la violencia y la delincuencia.
Disturbios en Dublín
Los disturbios en Dublín se originaron después de que corriera el rumor de que el autor de los ataques había sido un inmigrante de origen argelino. La policía no quiso dar detalles sobre su identidad, pero sí trascendió que se trataba de un hombre de unos 50 años que había adquirido la nacionalidad irlandesa tras 20 años en el país. Los grupos de extrema derecha pasaron por alto, sin embargo, que la persona que redujo al atacante fue un inmigrante brasileño que trabaja como repartidor de comida a domicilio. El primer ministro, Leo Varadkar –del partido democristiano Fine Gael–, ha defendido su política migratoria y ha desvinculado la llegada de extranjeros con la delincuencia, pero la posibilidad de que el discurso xenófobo siga cogiendo fuerza es más alta que nunca.
En el último año se han producido varios incidentes que demuestran la radicalización de una parte de la población en Irlanda, contraria no sólo a la llegada de inmigrantes sino también a las políticas de género o a las vacunas. El pasado septiembre, un grupo de manifestantes violentos se concentraron frente al Parlamento (Oireachtas) e impidieron la salida de los diputados, que tuvieron que abandonar el lugar escoltados por la policía. Al menos 13 personas fueron detenidas en una protesta que el Gobierno calificó de “intimidatoria” y “fascista”.
Presencia en el Parlamento
Por ahora, Irlanda no cuenta con partidos de extrema derecha en el Parlamento ni tampoco con caras visibles que lideren este movimiento, pero sí hay cada vez más representantes políticos que están incorporando un discurso anti inmigración. “El Parlamento tiene un número importante de diputados independientes y muchos de ellos están haciendo afirmaciones similares a los partidos de extrema derecha”, asegura la profesora Gilmartin, quien añade que los partidos del Gobierno, formado por una coalición de centroderecha entre el Fine Gael, el Fianna Fáil y los Verdes, han permitido que los diputados de las circunscripciones más afectadas por las políticas de asilo adopten posiciones más duras con tal de ganar votos.
A pesar del auge de los últimos meses, el discurso contra los migrantes en Irlanda está lejos de alcanzar los niveles que sí ha adquirido en otros países europeos, como los Países Bajos o el Reino Unido. Algo que Gilmartin atribuye al pasado del país, históricamente vinculado a la emigración hacia Estados Unidos. “Creo que hay una mayor conciencia general en Irlanda sobre la inmigración y las dificultades a las que se enfrentan los inmigrantes. En el pasado, los distintos partidos del gobierno irlandés hubieran hecho campaña a favor de los irlandeses indocumentados en Estados Unidos para que pudieran regularizar su situación”, señala. La presencia de numerosas organizaciones de apoyo a los refugiados también ha contribuido a minimizar, por ahora, el impacto de los discursos de odio en el país.