Pues ya está. Cuéntame cómo pasó ya se ha acabado. Y apenas ha habido tiempo para digerirlo. Lo ha hecho con un último capítulo muy emocionante, que lleva al espectador de la lágrima a una sonrisa. Triste, pero alegre. Como la vida, vaya. Porque como bien dice Herminia a su nieto Carlos, en la vida «unos nos vamos y otros vienen». Cuánta razón tiene una vez más la abuela de España.
Escrito por Jacobo Delgado e Ignacio del Moral, el séptimo episodio de la última temporada de la serie de Ganga Producciones hace que nos preguntemos cómo hemos sobrevivido sin poder seguir viendo crecer a Carlos Alcántara junto a su inseparable Karina estos últimos años. El personaje de Ricardo Gómez es la esencia de la serie y el capítulo lo refleja muy bien. No podía faltar en el final de su serie.
No había nadie mejor que el ‘heredero’ para poner fin a las rencillas entre hermanos por la dichosa herencia. Exceptuando la escena en la que Herminia da el último suspiro, el peso de los últimos 85 de la serie recae sobre Carlos, con unas secuencias espectaculares, escritas con mucho mimo y ejecutadas con maestría.
[Yo también crecí viendo ‘Cuéntame como pasó’: adiós a la serie de mi vida, nuestra mejor ficción]
Una de ellas es la que Carlos se reencuentra con Herminia en la sombra de la encina que plató su padre en Sagrillas, donde acaba muriendo. Una escena que satisface los deseos de los fans de la serie de TVE. Una conversación que deja a Herminia irse en paz, con la esperanza de que su familia vuelva a unirse.
«¿Eres feliz? Es lo único que quiero saber». Ese «tercer grado» que le hace Herminia a su nieto hace que uno mismo coja aire, se pare a pensar y se pregunte si estamos en este mundo por inercia o si verdaderamente somos felices. «Supongo que es difícil contestar a eso, uno nunca es feliz del todo», dice Carlos a lo que la voz de la sabiduría, de alguien que ha vivido un siglo, replica: «Es verdad. La gente joven nunca es feliz del todo. Sólo es feliz a ratitos. Eso sí, esos ratitos son muy buenos».
Herminia explica que cuando se es joven uno es feliz porque goza de buena salud, pero también hay «mucha ansia» porque «siempre se sueña con algo más». Y es que con el paso de los años, uno siente que es feliz con cosas meramente sencillas (como difíciles) como disfrutar de tiempo con la gente que uno quiere, o comerse una paella en familia todos los domingos, como los Alcántara. Herminia, además, nos vuelve a recordar que «en los tiempos duros es cuando hay que reírse» porque «cuando las cosas van bien no tienen mérito».
Pero cuando de verdad el corazón se encoge es cuando Herminia empieza a contarle cómo quiere que sea su entreno y le pide que se encarge de que sus hermanos se reconcilien. «Tú eres escritor y has sabido contar muy bien todas las cosas que han pasado. Debes conseguir que pasen cosas buenas para luego escribirlas».
Los primeros planos de sus caras, el plano detalle del ramillete de flores y la música dramática nos avisan de que ha llegado el final. Ese beso de despedida a su abuela. «Quieres algo?». «No, gracias. Estoy muy bien. Déjame un ratito». Con el ruido de los pajarillos y el viento, Herminia muere. Como ella quería. En paz, debajo de ese árbol de la vida. Fundido a negro. La vida sigue.
Para destensar, los guionistas cuelan entre medias una bonita escena entre padre e hijo en la bodega. Y aunque la muerte de Herminia sea dura, lo cierto es que desgarra más ver a los Alcántara más distanciados que nunca y diciéndose todo tipo de reproches y barbaridades durante el velatorio de la abuela. Porque, ¿puede sentir una madre más dolor ver a los suyos enfadados? Y qué bien lo hace Ana Duato, cómo sabe transmitir en pantalla esa angustia que aquella que acaba de perder a su madre y ve como su familia se rompe por completo.
Pero la escena que de verdad nos hace llorar es en la que Carlos intenta desesperadamente volver unir a sus hermanos. Lo hace leyéndoles una carta de su abuela que nunca llegó escribir. Es entonces cuando el ‘heredero’ tira de corazón haciéndoles ver que su familia lo es todo para él. Pero Carlos termina diciendo algo muy importante, enlazando con la cita histórica del 11S.
«En los últimos días Karina y yo hemos recibido mensajes de amigos de Nueva York. Están muertos de miedo. Pero ha habido una cosa que me han dicho que me apetecía compartir con vosotros. Se ve que la gente que iba en esos aviones, cuando ya sabieron que estaban a punto de morir, lo último que hicieron fue coger sus teléfonos y manda un mensaje a sus familias, a sus seres queridos. Y no hablaban de herencias, ni de discusiones baratas. Se decían te quiero. Te quiero».
Esas dos palabras tan mágicas y casi tan complicadas de decir con la gente que queremos. Cuéntame nos recuerda que no tenemos que perder el tiempo en tonterías insignificantes, en enfados que no van a ninguna parte y que la vida es ahora. Nuevamente, Cúentame nos vuelve a tumbar con otra lección de vida, en este caso de Carlos. Porque Cúentame es la vida misma.
Decíamos antes que el capítulo va de la pena a la alegría, y así sucede. Una sonrisa aparece en nuestro rostro al escuchar el tema Yo quiero bailar de Sonia y Selena, que hace que todos salgan a la orquesta, el otro deseo que tenía Herminia cuando muriese. Y qué bonito es ver a los hermanos juntos de nuevo, como cuando eran pequeños, porque Carlos les va a hacer tíos mientras la gran Karina canta Cómo han pasado los años de Rocío Dúrcal.
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