La llamada variante de Pajares es la clave de la gran obra pública que supone el AVE Madrid- Asturias. Su construcción para sortear la Cordillera Cantábrica entre Asturias y León supone una de las mayores obras de ingeniería de Europa y del mundo. Su trazado recorta en 37 kilómetros el antiguo trayecto. Para ello se han construido dos túneles de más de 24 kilómetros y medio cada uno y que llegan a profundidades de más de 1.000 metros para atravesar el muro de la Cordillera Cantábrica. Dos décadas de trabajo, 13 años de retraso para una obra faraónica que ha tenido que solventar muchos problemas y que ha cambiado el paisaje de esa zona para siempre. Francisco Álvarez Cascos y Rodrigo Rato, uno ministro de Fomento y el otro de Economía, inauguraron la que entonces ya llamaban la obra civil más importante de Europa. Tras colocar la primera piedra se pretendía comunicar Madrid y Gijón en dos horas y media para 2010. Entonces se fijó el gasto en 1.990 millones, de los 4.000 que finalmente ha costado terminar un proyecto de esta envergadura en 13 años más de los previstos. No contaban con la complejidad de la obra, los cambios de planes o los problemas con el agua y el terreno. Pero hoy es posible hacer Madrid-Oviedo en más de una hora menos y se pretenden rebajar más los tiempos con el futuro tren Talgo Avril. Algo que ya está movilizando, por ejemplo, al sector inmobiliario, donde notan que se ha incrementado el interés por invertir en Asturias. La previsión es que el número de viajeros que llegan a Asturias en tren pasen de 230.000 a 600.000 al año. Eso, además del incremento de mercancías que va a suponer.