Sigo aburrido en esos pronósticos diarios, que alternan previsiones de viento y paso de nubes secas de poniente con días sueltos de anticiclón que, al menos, dejan criptoprecipitación en forma de rocíos y niebla. Dentro de ese aburrimiento les voy a contar cosas que no tienen que ver con la meteorología, pero sí con la conservación del espacio agroforestal. 

De alguna manera llega uno a estar harto de estar harto y se trata de intentar trasladar algo de empatía a la sociedad urbanita que predomina. Resulta que le dicen a uno que se haga productor ecológico de forma oficial para poder percibir una mejor remuneración de la PAC, que no es ninguna subvención a fondo perdido, sino un pago por servicios ecosistémicos prestados. Cuando se acerca el momento de cobrar llega Conselleria y te dice que tienes no sé cuántos errores que impiden que cobres esa subvención que pediste hace meses y que no fueron advertidos cuando hiciste el trámite. Simultáneamente, una amiga jubilada me vuelve a contar que declara 200 euros de ventas de aceite producido y paga 600 de IRPF al estar obligada a declarar como segunda actividad. La idea que se extiende ante estos problemas burocráticos es la de abandonar. 

Según parece, eso es lo que algunos quieren provocar, tal hartazgo que nos haga enviarlo todo a la mierda y abandonar la actividad agraria. Mi amigo Miguel Ángel, de Olis Rontonar, pelea por defender una agricultura regenerativa en equilibrio con la naturaleza y se ve acosado por diversos problemas, uno de ellos el del aumento descontrolado de la fauna salvaje, que acaba a la vez con los cultivos y con las reservas de flora. En este último caso se da la circunstacia de que muchas de estas especies fueron introducidas por algunos cotos de caza y ahora campan a sus anchas, dándose la paradoja de que solo aquellos que introdujeron el problema, los cazadores, pueden solucionarlo. Como me dijo con acierto el representante de los cazadores de la Vall de Laguart, en todos los colectivos hay de todo, pero hay que empezar por saber qué tenemos, para hacer un buen diagnóstico del problema, para poder intentar atajarlo. 

Practicando la política de tierra quemada, una idea que parecía buena, la de abordar una gestión integral de la prevención de los incendios forestales, con los planes de Vall d’Ebo y Bejís, queda ahora derogada. Hace años que vengo diciendo que para apoyar al medio rural tan importante como ayudar o más es no entorpecer. Les voy a contar que algunos rurales pensaban que el cambio político en la Comunidad Valenciana les iba a beneficiar porque ahora venían los «suyos» y que, visto lo visto, en el medio rural, antes y ahora, los nuestros solo somos nosotros.