El Combustible Sostenible para la Aviación, (SAF por sus
siglas en inglés), es un combustible alternativo a los fósiles que se ha
posicionado como el mejor instrumento para descarbonizar el sector aéreo. Puede ser orgánico (producido a partir de aceites vegetales, grasas animales, biomasa u otros residuos como los agrícolas) o sintético (generado a partir de la captura de CO2 mediante el empleo de hidrógeno verde). Y es la respuesta inmediata para luchar contra el cambio climático.
El SAF reduce entre un 60% y un 100% las emisiones de CO2 de los vuelos de corto, medio y largo alcance, teniendo en cuenta todo el proceso desde que se produce hasta que se consume. Su gran ventaja es que ya puede utilizarse -y de hecho, ya se está utilizando-, porque para ello no es necesario modificar ningún mecanismo de los aviones ni de las infraestructuras de los aeropuertos. Y supone, además, una solución a la crisis de los residuos, porque éstos pasan a ser una nueva oportunidad de negocio.
En la actualidad los aviones están certificados para operar con hasta un 50% de estos combustibles de origen sostenible. Y ya hay compañías que están apostando por ellos. Es el caso de IAG, el primer grupo de aerolíneas del mundo que se ha comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono en 2050, y que en 2030 reducirá sus emisiones en un 20%. Para lograrlo tienen claro que el SAF será clave. Y por eso a partir de 2030 el grupo operará el 10% de sus vuelos con este tipo de combustible.
Una oportunidad para España
El gran problema del SAF es que actualmente su producción es escasa en comparación con la demanda. Con las actuales infraestructuras solo se consigue cubrir menos de un 1% de la demanda global de este combustible, por lo que es esencial impulsar su producción a gran escala. Y esto requiere un gran esfuerzo para que todos los actores implicados, públicos y privados, se movilicen para poner en marcha las plantas de producción.
Es una gran oportunidad para generar riqueza y empleo. Pero también un reto. Por el momento, países como Estados Unidos, Inglaterra o Francia están ganando la carrera, y ya están trabajando en planes de incentivos para su producción y poder liderar el futuro de esta industria. Pero España podría jugar un papel clave.
Porque nuestro país tiene todo lo necesario para convertirse en un referente en este sector. Lo explica Teresa Parejo, directora de Sostenibilidad de Iberia: «España tiene la oportunidad de convertirse en una gran potencia productora de SAF. En primer lugar, una enorme riqueza en residuos forestales, agrícolas y ganaderos, que son los que se emplean para producir el SAF biológico. Y, además, el país va camino de encabezar la producción de hidrógeno verde, que se utilizará para producir SAF sintético».
Una de las mejores noticias es que la España rural puede ser la gran beneficiada, ya que es ahí donde se ubican los residuos necesarios para producir el SAF biológico. En ese sentido, las regiones con mayor capacidad de producción son, por orden, Andalucía, Castilla y León, Castilla La Mancha, Cataluña, Aragón y Extremadura.
«España tiene la oportunidad de impulsar una nueva industria de este tipo de
combustibles y aprovechar que somos líderes en energías renovables para
descarbonizar el transporte aéreo de manera inmediata y con proyección futura. Además, esta nueva industria crearía un nuevo modelo de negocio con miles de puestos de trabajo de calidad y con vocación de desarrollarse en zonas de la España rural, lo que generaría cohesión social y territorial. Podríamos exportar SAF y, a la vez, tener independencia y seguridad energéticas», asegura Parejo.
A partir de 2050 la aviación española necesitará cinco millones de toneladas de SAF al año. Según un estudio de PwC, si se reparten por todo el país entre 30 y 40 plantas de producción, nuestro país sería capaz de cubrir toda su demanda nacional. Y dado que el potencial de producción es muy superior a la demanda local, con la instalación de más plantas se podrían exportar grandes volúmenes al mercado internacional. El impacto en el PIB de la construcción y puesta en funcionamiento de esas 32 plantas de producción sería de 56.000 millones de euros hasta 2050. Eso se traduce en 270.000 nuevos puestos de trabajo.
La apuesta de IAG
Parejo tiene claro qué se necesitaría para que España gane fuerza dentro de este sector: «Lo interesante sería que las administraciones públicas, tanto nacionales como europeas, ayudaran con incentivos para que se acelerara la producción de los combustibles sostenibles. En Estados Unidos han puesto en marcha una normativa que favorece la producción de SAF a precios competitivos, lo que hace que la elaboración se esté concentrando allí».
Por lo pronto, Iberia e IAG tienen ya acuerdos con Repsol y Cepsa para promover la producción de SAF. Y han realizado incluso los primeros vuelos demostrativos, tanto en el mercado doméstico (Bilbao en octubre de 2021) como intercontinentales (Dallas, San Francisco y Washington
en junio de 2022).
En los próximos 20 años, el grupo IAG va a invertir cerca de 900 millones de dólares en SAF mediante la compra de seis millones de galones al año a la firma estadounidense Gevo. El acuerdo contempla que a partir de 2028 y durante cinco años utilizarán ese combustible para alimentar los aviones de los aeropuertos de Los Ángeles y San Francisco. Lo que pone de manifiesto, de nuevo, las dificultades de producción y suministro que tenemos en Europa.
«La sostenibilidad no se puede hacer de manera individual o aislada. Esto es un trabajo de todos, pero no solamente en el ámbito privado. Dada la envergadura y ambición del proyecto son necesarias alianzas público-privadas, en particular, de las empresas productoras con el Gobierno y con las Administraciones locales y autonómicas», concluye Parejo.