Se ha muerto Fernando Álvarez Balbuena: padre, abuelo, empresario, poeta, inquieto hasta su último aliento; habiendo nacido en Gijón en 1933 encarnó el espíritu avilesino hasta esta noche, la última de las suyas en el mundo después de noventa años intensos y apasionados. Murió «tranquilo y apacible», rodeado de toda su gente. La noticia de su último hálito corrió de Whatsapp en Whatsapp. Balbuena hace muchos años que era ya mucho Balbuena.

El presidente de la Cámara de Comercio de Avilés, Daniel González, no dudó cuando dijo que Balbuena fue un «visionario y de exquisita pluma». Destacó «inteligencia preponderante, tanto, como una capacidad de trabajo encomiable». Para Gonzáles «llevó la profesión del comerciante a un nivel de profesionalidad desconocida hasta la época en el sector del comercio. Vivía con pasión su oficio y consolidó su negocio entendiendo como nadie que la ‘experiencia cliente’ en un comercio es la mejor manera de combatir a la impersonal compra online».

Benigno Pendás, el presidente de la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas y, a la vez, de los cursos de La Granda, institución con la que Balbuena colaboró hasta este pasado mes de agosto destacó: «Fue una persona excepcional que contribuyó decisivamente al éxito de los Cursos de La Granda. Supo completar su vertiente empresarial y profesional con un gran interés intelectual, en especial sobre los temas políticos y sociales».

Balbuena dictó a LA NUEVA ESPAÑA unas memorias que llevaron por título premonitorio: «No me jubilo: mientras pueda seguir trabajando, aquí estaré». Lo dijo cuando tenía 86 años y ha hecho mutis ahora.

Cumplió el empresario óptico y optometrista –uno de los primeros colegiados en España–. Explicó también que el negocio le llegó por la vía sus tíos y de su madre. «Mis tíos abrieron el negocio al lado de casa Galé, en frente de donde está ahora la sede de nuestra empresa. Allí estuvieron hasta el año 1936, en que estalló la Guerra Civil. Entonces los llevaron como prisioneros a un batallón de trabajadores, a fortificar el Pico Cueto, en Oviedo. Luego tuvieron que hacer la Guerra con los nacionales: los alistaron a la fuerza. Por eso mi madre tuvo que venir para acá, para Avilés, a hacerse cargo del negocio: era la única hermana que tenían. Después de acabar la Guerra decidieron volver a Gijón y abrir allí una óptica». Y los Álvarez Balbuena se quedaron en Avilés del que el intelectual se ha despedido.