Son la pareja del momento. Suyo es el mejor final de temporada del año y octubre y noviembre parecen sentar bien a una pareja que hasta hace pocas fechas convivía a base de inspiración y, ahora, parece vivir inspirada por el trabajo.

Delfi Brea y Bea González están cerca, muy cerca, de tener números de aquello para lo que parecen llamadas. Su inicio por separado y un proceso de adaptación tan errático como esperanzador alimentarían una temporada pluscuamperfecta de Ari y Paula que hizo que llegaran tarde, quizá, a algo más.

Pero la dupla hispanoargentina busca algo más. Parece llamada a ello. Está en su naturaleza. El quinto título World Padel Tour firmado este domingo en el México Open, el segundo consecutivo tras el de Malmö, es el tercero de los últimos siete. Una dinámica que evidencia una tendencia, no un momento.

Una foto cada vez más fija que repetirían casi desde el primer compás las chicas de Jorge Martínez. Seguras y sobrias, atrevidas y ofensivas, Delfi y Bea no se esconderían para adoptar el papel protagonista y saldrían a dominar el partido ante unas Virginia Riera y Tamara Icardo que crecen a medida que el partido se iguala.

Por ello buscarían la rotura rápido que, aunque no llegaría, sí lograría la pareja tres en el séptimo juego. Un break que iban a saber hacer bueno para caminar con paso firme en el primer set y, además, en el eco del segundo.


Icardo y Riera durante la final.

German Pozo

Si el primer parcial había sido autoritario el segundo iba a ser el del ejercicio diferencial. Donde ahora hay certezas, antes había dudas; donde ahora se nota la determinación, hace no tanto había autocomplacencia; y donde ahora hay cara, torneos atrás salía cruz.

Bea y Delfi se lanzarían a incrementar la presión sobre unas Riera e Icardo a las que el ritmo del partido no acompañaba y dos breaks casi consecutivos iban a ser un imposible de difícil afrontar. Y, aún así, lo intentarían. Cerca, muy cerca, en el punto de oro, la pareja cinco rozaría la recuperación de uno de los quiebres en el sexto juego, pero una vez más la presión de una desatada González superaría al afán defensivo de una Icardo a la que se sigue echando en falta con mayor rigor en red.

El 6-4 y 6-2 definiría la final femenina del México Open y el quinto título para Las Superpibas. Cinco torneos para ocho finales exactamente. Casi nada. La constatación de un hecho que apunta a 2024 y que define un proyecto que, ahora sí, pide la palabra para aspirar a algo más. 

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