La razón era la misma: manifestarse contra las distintas violencias que se ejercen contra las mujeres poniendo de relieve las «alarmantes cifras» de este último año, y que contradicen a quienes se empeñan en negar la violencia de género. Pero los manifiestos de las dos grandes manifestaciones convocadas por el centro de Madrid, la de Foro de Madrid y la del Consejo 8M, distaban bastante en algunos puntos y objetivos. El primero, renegaba del transactivismo y pedía la abolición de la prostitución o la pornografía; el segundo, incluía la condena al Estado de Israel por las más de 11.000 personas asesinadas en Palestina y extendía su ‘se acabó’ a las violencias transfóbicas. La ministra de Igualdad, Ana Redondo, así como otros altos cargos del PSOE, decidieron ir a la primera; portavoces de Sumar y de Podemos, a la segunda. Sin embargo, todas se han esforzado por enviar el mismo mensaje: lo importante no es dónde se marche, sino lo que se intenta conseguir, es decir, el fin de las violencias machistas. Faltaba la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, bajo la disculpa de que «el cuerpo a veces no puede llegar a todo y hay que frenar».
Este 25N es el primer Día Internacional contra la Violencia de Género en el que el movimiento feminista ha marchado por el centro de Madrid dividido en dos grandes convocatorias. En la primera, a las 12.00 h., estaba Ana Redondo, comparaba esas distintas marchas con «una gran orquesta». «Hay distintos tonos, distintos instrumentos, distintas sensibilidades… pero lo importante es que esta melodía feminista, y en contra de todos los tipos de violencia hacia las mujeres, se oiga alto y claro como la banda sonora de una sociedad democrática».
«En el movimiento feminista siempre ha habido debates y eso es parte de su riqueza. Lo más importante es que todas asumamos nuestra responsabilidad como sociedad para acabar con todas las formas de violencia contra las mujeres y para vivir vidas libres de violencias machistas», decía, por su parte, la ex ministra de Igualdad, Irene Montero. También Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia, hacía hincapié en que lo importante es que «haya habido presencia en todos los espacios feministas» y que «haya una voz unitaria en torno a la lucha para la erradicación de la violencia contra las mujeres«.
Distintas afluencias
Pese a llevar más años, la manifestación de la mañana partió con bastante menos gente. Si en la primera, según la delegación de Gobierno, eran unas 2.000 personas, en la segunda estaban 7.000. La voz más institucional se quedó en la marcha de Foro Madrid, donde marcharon los sindicatos CCOO y UGT, mientras que la Comisión 8M era un «espacio del feminismo autónomo«, en el que se reivindicaba la transversalidad de género y la interseccionalidad como dos puntos clave dentro del feminismo. Allí estaba CGT y CNT.
En esta segunda, las convocantes quisieron poner el foco en las distintas realidades que vive cada mujer y que hacen que las violencias se sientan, y se enfrenten, de modos diferentes. «Estas violencias golpean con más virulencia a las personas racializadas, a las personas en situación irregular, a las personas con diversidad funcional y neurodivergencias, a las personas en situación de sinhogarismo o a las personas con realidades queer«, exponía su manifiesto.
Eso quedó patente cuando Ángeles Álvarez, ex diputada del PSOE y una de las organizadoras de la primera manifestación, decía a este periódico que «si las mujeres trans quieren que entrar en las estadísticas vinculadas al motivo por el que se las asesina, es por ser transexuales». «A nosotras se nos asesinan por ser mujeres», indicaba. Algo que contradecía Ana, una manifestante con un discurso claro: «Hay una doble intersección entre tu condición trans y tu condición de mujer, porque los hombres trans no sufren tanto acoso como las mujeres«. «La gente va aprendiendo que las mujeres trans son simplemente mujeres», reafirmaba su amiga Carmen.
Referencias internacionales
También en la segunda manifestación hubo muchas más referencias internacionales. «No es una guerra, es un genocidio», llegaron a gritar asistentes frente al Ayuntamiento de Madrid, mientras echaban humo con el color de la bandera palestina se fundía en la marcha. Asimismo, se recordó a las mujeres de Argentina, donde se teme que el ultraliberal Javier Milei lleve el aborto a referéndum. «Estoy abiertamente en contra, porque va en contra del derecho a la vida», llegó a decir.
Por su parte, el manifiesto del Foro de Madrid y el Consejo de las Mujeres señalaba su «gran preocupación por las que soportan y ven agravadas su situación e indefensión como consecuencias de vivir en contextos de conflictos bélicos que las exponen a ser sujetos de crímenes de guerra específicos, donde la violencia sexual y la tortura son empleadas como arma de guerra». También gritaron contra la prostitución, contra la pornografía o contra la manera en la que ahora mismo se enseña educación sexual en los colegios.
Lamentos por no tener una única manifestación
Aunque Eva Muñoz, vocera de la Comisión 8M, aseguraba que es normal tener varias marchas, porque entra dentro de lo que es el feminismo y ha pasado siempre, Ángeles Álvarez lamentaba no tener una única manifestación: la suya. «Es la que se convoca desde 1997». «Es triste que estemos divididos, la violencia es igual para la persona trans o no trans», comentaba una mujer al lado de la manifestación de la mañana.
«Hubiera sido un detalle que [Ana Redondo] hubiese venido a las dos para manifestaciones para poner un mensaje de unión y que, incluso, en su discurso lo hubiera manifestado así, pero…», lanza Ana. Todo apunta a que en el 8M tendrá que volver a elegir.