La nueva era del Partido Popular se escribe desde hoy con un nombre propio: Cuca Gamarra. Llegó a Génova de la mano de Pablo Casado, asumió la portavocía del partido en el Congreso de los Diputados en un momento crucial, después tuvo que bregar con una transición sumamente delicada. Su buen hacer le valió la confianza de Alberto Núñez Feijóo, que la premió con la secretaría general. 

Ahora, pasado el ciclo electoral que culminó con las elecciones generales del 23-J, le toca hacer las cajas en el despacho de la Carrera de San Jerónimo. Gamarra, a partir de ahora, dedicará todo su tiempo a una empresa de mucha embergadura: dirigir la vida orgánica el PP en la etapa de mayor poder territorial de la historia. Así lo ha confirmado Feijóo este sábado.

Una vez pasada la investidura de Pedro Sánchez, el líder popular empieza a mover las fichas de su engranaje para desempeñar una oposición férrea, con las miras puestas en la Moncloa, donde aspira llegar más pronto que tarde. Para esta etapa, Cuca Gamarra asume el papel más relevante: en sus manos queda la coordinación de once barones autonómicos, principal ariete del PP contra el recién estrenado Gobierno de coalición. 

Hasta ahora, Gamarra había repartido su tiempo con dos funciones de mucho calado: la secretaría general y la portavocía parlamentaria. Cuando Feijóo se hizo con las riendas del PP decidió otorgarle ambas responsabilidades, para que así hubiese un puente directo entre el grupo parlamentario y la dirección nacional. Ahora, con la plana mayor de los populares sentada en el Hemiciclo, deja de tener sentido ese desdoblamiento de tareas. 

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