Todas las semanas echamos en nuestro carrito de la compra una caja con una docena de huevos. Se trata de un alimento muy saludable, que está presente en multitud de recetas y que, además, permite hacer una cena en muy poco tiempo. Aunque durante años el mito de que los huevos podían subir nuestro colesterol tuvo mucho respaldo, en la actualidad sabemos que incluso podemos tomar un huevo al día sin que nos perjudique a la salud. 

De hecho, tomar todos los días un huevo proporciona beneficios: según este artículo de The American Journal of Medicine, este consumo puede reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad arterial coronaria. Pero, además, contiene proteínas de alta calidad, porque dispone de todos los aminoácidos esenciales y son absorbidas con facilidad. Los huevos son, por tanto, un alimento redondo. No es de extrañar, por tanto, que en los hogares españoles lleguemos a comer más de ocho kilos de huevos al año.

Esta cifra es la que ha calculado el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) en su último informe. Esa cantidad equivale a un montón de huevos al año y es posible que entre ellos hayas encontrado algunos que, después de cascarlos, tienen en la clara una o varias manchitas rojas. Ante esta situación, puede que hayas decidido quitar esa manchita con un cubierto o, incluso, tirado todo el huevo. Pero, ¿realmente es para tanto?

Dos tipos de mancha

Según explica Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos, en su blog Gominolas de petróleo, «la presencia de estas manchas está relacionada con factores genéticos. Por ejemplo, los huevos de color blanco, como los que ponen las gallinas de la raza White Leghorn, que apenas las presentan, mientras que los huevos con cáscara marrón poseen manchas en un porcentaje de entre el 5% y el 40%, dependiendo de las estirpes», explica el experto.

Pero, además, la frecuencia en la que aparecen estas manchas también puede estar condicionada por la edad de la gallina o el grado de estrés al que esté sometida. En este sentido, las manchas rojas que podemos encontrar en el interior de un huevo pueden ser de dos tipos: las manchas de sangre o las de carne. En los dos casos, estas manchas tienen la misma procedencia: se trata de restos de sangre y, en cualquier caso, son inofensivas para nosotros.

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Las manchas de sangre son aquellas que aparecen principalmente en la superficie de la yema del huevo y de deben a pequeñas hemorragias que se dan durante el proceso de ovulación. Suelen ser de color rojo, pero a medida que envejece el huevo, se pueden tornar de un color pardo. Las manchas de carne suelen encontrarse con mayor frecuencia en la zona de la clara. «Pueden proceder de manchas oxidada, pero también pueden aparecer por descamación de algunos tejidos de la gallina (del tejido glandular de los ovarios y sobre todo el epitelio del oviducto) o por partículas de calcio», detalla Lurueña.

Es decir, que la presencia de estas manchas es completamente normal y no representa un riesgo para el consumo. Algunas personas piensan que la aparición de estas manchas se debe a que el óvulo está fertilizado. «Lo más habitual, hablando de huevos comercializados, es que en el proceso de inspección y clasificación sean retirados los que tienen estas motas de sangre de un tamaño detectable; sin embargo, si tienen un tamaño pequeño pueden pasar desapercibidas y llegar al supermercado», aclara este artículo de EL ESPAÑOL.

Pero, ¿cómo es posible que la industria pueda mirar del huevo sin romperlo? Según explica el Instituto del Huevo, se utiliza una luz muy brillante que permite ver algunas formas a través de la cáscara. En el caso de los huevos blancos, por lo tanto, es más fácil observar el interior en el de los huevos marrones.