De 144 duelos entre Anatoli Karpov y Garri Kasparov, 104 acabaron en tablas. El conocimiento cartesiano del juego acababa imponiéndose en aquellas maratonianas partidas de ajedrez en plena Perestroika. En Mestalla, el duelo entre el discípulo Rubén Baraja y el Gran Maestro Rafa Benítez también acabó en tablas, con dos contendientes que se bloquearon desde la firmeza y el orden tácticos de sus disciplinados peones. Solo la inspiración individual de Fran Pérez y Iago Aspas pareció alterar el destino de un empate escrito. A los puntos, el Celta más necesitado en la clasificación, desprendió más dominio, en un punto que deja más satisfecho al joven Valencia, que sube otro peldaño de madurez.
La misma mentalidad, el mismo dibujo, la misma intención controlar el dominio del juego. La simetría entre Valencia y Celta, entre Baraja y Benítez, abocaron el partido a un duelo táctico con mucho respeto y pocas ocasiones de gol. El conjunto celeste, pese a la llamativa distancia clasificatoria, confirmó su gen competitivo, pocas veces alineado esta temporada con la fortuna y con las decisiones arbitrales. Su capacidad de control bastó para despojar al Valencia de ese garbo con el que irrumpe en sus partidos como local.
Sin poder acercarse con facilidad al área de Vicente Guaita, el Valencia tuvo que esforzarse para detener el progresivo avance de yardas de los celtiñas, que conquistaban palmos de terreno acumulando faltas laterales cocinadas por Iago Aspas y algún saque de esquina. La referencia aérea del noruego Strand Larsen dificultaba la esforzada marca de Mosquera y Paulista. Fue en el minuto 18 cuando un envío de Aspas fue peinado al segundo palo por el gigante escandinavo. Con Mamardashvili batido, la pelota salió fuera por un palmo.
El sofisticado entramado táctico de Benítez sólo podía ser roto en giros imprevistos de guion. En arranques improvisados entre tanta lectura teórica. La calle frente a la Academia. Primero fue una conducción larga de Pepelu acabada en córner. Y luego fue el turno del peón más rebelde de esta partida de ajedrez. Fran Pérez, el hijo de Rufete, nacido en 2002 mientras se fraguaba la primera Liga de Benítez, se inventaba dos pisaditas y una ruleta para levantar a Mestalla e imaginar un partido más vivo. Acabó la primera parte más suelto el Valencia, con Gayà desdoblando a Sergi Canós para mandar rosquitas al segundo palo. En una de esas incursiones, se resintió de su maltrecha y vendada rodilla. Fue suplido por Yarek tras la reanudación.
Movimiento de banquillo sin éxito
La calma tensa volvió a invadir el partido en la segunda mitad, con los dos equipos bien ajustados en defensa. El Valencia quiso sorprender con la zancada poderosa de Thierry, pero los envíos a Hugo Duro eran interceptados con relativa facilidad por Starfelt. La igualdad sólo parecía desbloquearse moviendo el banquillo. Amallah entraba por Canós, totalmente desactivado. Benítez daba entrada a Douvikas, Carles Pérez y Franco Cervi, señal definitiva de que quería ir a por el partido. El desenlace dependía de un paso al frente de los más espabilados. Con zancada y frente levantada, Javi Guerra se deshizo de los grilletes y en el 78 se asomó a la frontal, siendo derribado por Unai Núñez. El 8 pidió la pelota, pero su disparo mordido rebotó en la barrera. En el otro bando, Aspas reclamó los galones para probar a un atento Mamamrdashvili. El Celta, asfixiado clasificatoriamente, pisaba más campo rival y coleccionaba disparos bloqueados. Entraron Guillamón y Yaremchuk, todavía inédito en sensaciones. El ucraniano conectó un cabezazo poco tenso en el que se reclamó un penalti (que no era) de forma mansa. Tan parecidos, Baraja y Benítez apostaron el final a la pelota larga y la segunda jugada. Salvo por el incremento de tarjetas, nada se movería en la tarde de ajedrez de Mestalla.
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