Canarias es uno de los puntos calientes por la crisis migratoria que atraviesan las islas desde hace meses, donde se han superado cifras históricas de llegada de migrantes en cayucos de 2006, el año considerado como referencia. El Papa Francisco enviaba esta semana una carta a los obispos canarios, para agradecerles su labor y para decirles que no se desanimen. Se encontrará con ellos el próximo 15 de enero. Monseñor Bernardo Álvarez es el obispo de Tenerife: “Esta llegada de migrantes es impresionante. Llegan en barcos con un riesgo tremendo. En uno de ellos viajaban 95 personas que estuvieron 24 horas achicando agua. La isla del Hierro se ha convertido en el lugar de llegada. Han llegado más de 13.000 migrantes a una isla en la que viven 6.000 personas. Allí no hay medios. Los están trasladando a otras islas. Además hay más de 4.000 menores. No hay espacio para acogerlos. Hemos cedido nuestro seminario. Ya hay 250 allí hospedados y pueden caber hasta 500. Es un desafío para las autoridades y para todos».

Monseñor Bernardo Álvarez se ha referido en La Linterna de la Iglesia al cariño que les ha mostrado el Papa Francisco: “Tenemos instituciones donde acogemos. Les enseñamos el idioma y oficios. El Papa Francisco nos escribió una carta en la que valoraba nuestra acogida y nuestro respeto. La valoración que el Papa hace de nuestra acogida es muy buena. Los canarios somos muy respetuosos con la migración. En Canarias también fuimos migranres. Viajamos a Venezuela y a Cuba en los años 50”.

Bernardo Álvarez también ha explicado aquello que le transmitirá al Papa el próximo mes de enero en el encuentro que mantendrá con él: “Vamos a comentarle al Papa la situación y esperamos que él influya. Todos los migrantes que llegan quieren ir a Europa. El problema es que las Canarias no tienen recursos para dar trabajo a todas estas personas”.

El obispo de Tenerife ha recordado que existe el derecho a migrar pero también el de quedarse en los lugares de origen: “ Hay que potenciar el desarrollo de sus países. La gente tiene derecho a vivir dignamente en sus países que son ricos en recursos. El problema es que los hemos explotado y además viven situaciones complicadas. Por eso salen. El primer mandamiento de los africanos es la familia. Buscan ganar algo de dinero para mandarlo a sus países. No vienen a Europa para robar nada sino para trabajar y enviar dinero a sus familias. Desde el púlpito, desde nuestras homilias insistimos en el respeto y en la fraternidad hacia estas personas. Tenemos que ser instrumentos de Dios para que los migranres experimenten el amor en sus vidas”.