El ultraderechista Geert Wilders se propone llevar a su Partido de la Libertad (PVV) a la jefatura del Gobierno neerlandés desde la posición de primera fuerza lograda en las elecciones parlamentarias del miércoles. Tendrá apenas 35 escaños del total de 150 del Parlamento de La Haya, pero luchará por encontrar los aliados que precisa para asegurarse la mayoría parlamentaria. Fue un triunfo contra pronóstico, puesto que los sondeos apuntaban a un ajustado empate por el primer puesto entre los liberales del primer ministro saliente Mark Rutte, el bloque socialdemócrata-verde de Frans Timmermanns o el nuevo centro de Pieter Omtzigt. Su principal desafío ahora es dar la vuelta a la situación con la que llegó a este triunfo: los partidos del centro-derecha estaban dispuestos a aceptarlo como socio, pero le descartaban como jefe del próximo gobierno.
Cómo convertirse en primer ministro con menos del 25% de los votos
Wilders parecía el primer sorprendido por ese primer puesto y sus 35 escaños, que traducido en porcentaje supone un 23,4 % de los votos. Está a distancia considerable del segundo puesto, que corresponde al exvicepresidente de la Comisión Europea Timmermans, con 25 escaños -o un 15,6 %-. Los liberales de Rutte, ahora liderados por la ministra de Justicia Dilan Yesilgöz, sufrieron un fuerte descalabro y quedaron terceros, con 24 escaños, seguidos del centro de Omtzigt, con 20. El fragmentado parlamento neerlandés tiene otra decena de partidos entre los que puede maniobrar Wilders en busca de aliados. Solo otros dos, el llamado partido de los granjeros, BBB, y el liberal izquierdista D66 -socio del saliente Rutte- tienen un número más o menos respetable de escaños -7 y 10, respectivamente-.
El cerrojo a la migración como común denominador
Wilders tiene a su favor que su principal bandera, el frenazo a lo que denomina “tsunami migratorio”, es en buena parte compartida por las principales fuerzas del centro y la derecha. Dilan Yesilgöz, la candidata de los liberales que aspiraba a tomar el relevo a Rutte, no resultó aparentemente lo bastante convincente para ese espectro electoral pese a que también defendía la línea dura en política migratoria, desde su condición de mujer nacida en Ankara y llegada al país de niña, junto a sus padres, dos refugiados. Tras más de veinte años en la escena política neerlandesa, Wilders tenía a su favor la visibilidad adoptada por su partido, de los más consolidados entre la familia radical europea, y también el hecho de haber moderado algo su furibundo discurso anti-Islam.
Timmermans como alternativa
De no conseguir Wilders el respaldo que busca, la segunda opción correspondería teóricamente al bloque socialdemócrata-verde de Timmermans, en ese caso con el apoyo de otras tres formaciones centristas o incluso alguna más. Debería esperar su turno, es decir, el fracaso del pujante Wilders, y tendría ante sí una negociación previsiblemente árdua. Pero en el panorama neerlandés esto tampoco es exactamente una novedad. El liberal Mark Rutte precisó 271 días hasta formar su última coalición -con cuatro partidos-. El resultado fue una constelación frágil, que acabó prematuramente disuelta, precipitó la convocatoria de elecciones anticipadas y el anunciado adiós de Rutte al puesto. Queda por ver cuándo se consumará su retirada.
El improbable “Nexit”
El ideario de Wilders no solo se marca como objetivo el cierre de mezquitas y otras formas de atenazar a la comunidad musulmana, además de restringir el asilo. También es profundamente euroescéptico y entre sus señales de identidad está la salida de Países Bajos de la Unión Europea (UE) o “Nexit” -o salida neerlandesa del bloque-. Esto es más que improbable que ocurra, incluso si llega a dirigir el próximo gobierno. El resto de formaciones de centro o derecha susceptibles de convertirse en sus aliadas rechazan esa opción. Mark Rutte ha sido en sus 13 años en el poder un quebradero de cabeza para muchos de sus socios, especialmente los del sur. Ha practicado sin remilgos la llamada frugalidad fiscal o austeridad extrema. Pero entre la clase política neerlandesa domina la percepción de que el país y sus 17 millones de ciudadanos están entre los socios mimados de la UE.