«Me odiaba a mí misma». Jana Sagués (Girona, 2005) patina desde los cinco años en el Club Patinatge Artístic Olot. Los patines la han acompañado durante toda la vida, y se convirtieron en su salvavidas. Durante la pandemia, Jana empezó a sufrir anorexia. Las ganas de volver a deslizarse al ritmo de la música le dieron la fuerza necesaria para recuperarse. Este octubre, en su primera temporada completa desde que se recuperó, ganó el Campeonato del Mundo de grupos show de patinaje artístico con el CPA Olot.
Jana estaba perdida. «No me sentía bien conmigo misma, no tenía una identidad propia ni sabía quién era», explica. En ese momento estaba cursando cuarto de la ESO. El confinamiento en casa durante la pandemia acrecentó estas sensaciones, sin poder ir al instituto, quedar con las amigas ni patinar. «Lo único que podía controlar era a mí misma y lo que comía», asegura en una entrevista a este diario. En ese momento, empezó a reproducir las primeras conductas que derivaron en anorexia, pero ella no era consciente de ello.
Fuerza de voluntad y ganas de curarse
«La anorexia es lo que se ve físicamente, pero lo que está mal y realmente sufre es el interior. Me odiaba interiormente, no físicamente», revela. «Cuando sufres esta enfermedad tienes dos personas dentro. La persona sana que quiere curarse y la que está enferma. Es una lucha constante entre las dos, y solo la puedes ganar con fuerza de voluntad y ganas de curarte. Recuerdo que durante un mismo día me pasaban mil pensamientos por la cabeza, había momentos donde la parte sana tenía más fuerza y otras en los que no podía», detalla.
Cuando volvieron a la pista de patinaje, su entrenador, Ricard Planiol, vio que algo no iba bien. Le comentó a Jana que no patinaría si no iba al médico para que acreditaran que podía hacerlo. Ella no le dio importancia, estaba convencida de que el médico la iba a dejar patinar. Allí llegó el choque de realidad. Le explicaron que tenía anorexia. No se lo creía. No era consciente de la magnitud del problema.
Le quitaron los entrenamientos individuales, pero al ver que no mejoraba, tomaron la decisión de que tampoco entrenaría con el grupo los fines de semana. La despojaron de sus patines. «Fue uno de los peores días de mi vida, me lo tomé muy mal», admite. Hasta ese momento, cuando tenía que irse del instituto para ir a terapia, se inventaba excusas. No decía a nadie que tenía un trastorno alimentario. «Tardé mucho en poder asimilarlo y tener la fuerza de voluntad para tirar hacia adelante. No es fácil encontrar las ganas de querer curarte. Te dicen que sufres anorexia, pero es difícil reconocerlo. Necesitas creértelo, verte preparada y reunir todos los recursos para poder afrontarte a ti misma», explica.
El primer fin de semana sin poder entrenar, se plantó delante de sus compañeras y les explicó que tenía anorexia. Era evidente, y todas ellas lo sabían. Pero fue un momento clave para Jana. Había empezado a asimilarlo y reconocerlo. «Fue un cambio de chip importante», asume. Pese a no poder patinar, no se perdía un solo entrenamiento. Allí estaba, junto a su entrenadora, viendo a sus compañeras deslizarse por la pista. «Cada fin de semana era un impulso para recuperarme. Quería volver a patinar y compartir experiencias con mis compañeras», asegura. Estas ganas de volver y el cambio de tratamiento fueron claves. Empezó a ir al hospital tres días a la semana, de las ocho de la mañana a las cuatro de la tarde. Era un tratamiento intenso, con terapias grupales e individuales.
«Me ha ayudado a salir del pozo»
El año pasado, Jana pudo volver a sonreír. A media temporada, le dieron el alta. Pudo volver a la pista. «El patinaje me ha salvado de la anorexia. Es la razón que me ayudó a salir del pozo en el que me encontraba. Mi única motivación era volver a disfrutar en pista junto a mis compañeras», asegura. En 2021, participó en el Mundial de Buenos Aires. Estar allí ya era un premio para ella, aunque no pudieron ganar, quedaron subcampeonas.
Este 2023 ha sido la primera temporada entera de Jana después de superar la enfermedad. No ha sido un año fácil para el CPA Olot. Un mal desempeño en las pruebas catalanas y españolas les hizo tener que decidir si competir en el Europeo o en el Mundial, apostando por este último, en Colombia.
«Las princesas no necesitan ningún príncipe azul». Esta era la premisa de la actuación No em vinguis amb cuentus, donde readaptaban la Cenicienta para transmitir un mensaje de empoderamiento femenino. Rozaron la perfección. Transmitieron el mensaje con expresividad, gracia y elegancia. Nadie había ganado un mundial sin haberse clasificado para el Europeo hasta que llegaron ellas. Cuando se proclamaron campeonas, lloraron de emoción. «Este campeonato me ha marcado mucho. Me ha demostrado que soy capaz de todo lo que afronto en la vida. Esto era lo que había deseado durante la enfermedad, por lo que había luchado», expresa Jana.
«Si me preguntas quién era la Jana de antes de la enfermedad, no te sabría responder. La enfermedad me ha ayudado a poder conocerme mejor y poder aceptarme», asegura. Compaginar los estudios con el tratamiento tampoco era fácil. «Estaba en primero de bachillerato, y solo podía ir dos días a la semana a clase. Los estudios estaban en un segundo plano, mi principal objetivo era curarme». Ahora, está estudiando ADE en la Universitat Pompeu Fabra, y lo mira en perspectiva. «He podido entrar en la carrera que quería, en la universidad que quería… y estoy curada», comenta mientras sonríe.